lunes, 1 de junio de 2015

REZAR POR LAS VOCACIONES. San Anibal María de Francia


Obra de las obras es rogar por las vocaciones sagradas. Insistimos diciendo que el único remedio es la oración; no usarlo quiere decir desconocerlo; quiere decir no tener buenas vocaciones. Se hacen oraciones por la lluvia, por las buenas temporadas, y por cientos de argumentos humanos y se descuida de rogar a Dios para que envíe a los buenos trabajadores a su mística mies. Las vocaciones, como la gracia eficaz, han de venir de lo alto, y, si no se ruega, si no se cumple con el mandato de Jesucristo, las vocaciones no vienen de lo alto, y los copiosos efectos de muchas fatigas y de tanta cultura no se consiguen. ¿Cómo nos atreveríamos a quejarnos que hoy la Iglesia sufre por la penuria de los trabajadores evangélicos y Jesús no lo hacen conocer ni amar, cuando nosotros desatendemos de obedecer a este mandamiento de su Corazón? Si se desean a los buenos ministros del altar, a santas vocaciones de trabajadores escogidos de la mies, es indispensable la oración, es indispensable obedecer a aquella divina palabra. Es necesario rogar al Dueño de la mies porque, si envía a los trabajadores de su mies y si ellos recogen una mies abundante, la utilidad no es la suya, sino que es nuestra, o sea, de los hombres, de quien tenemos que solicitar y promover, con la oración a Dios, la salvación. Faltan los trabajadores. Y, ¿cuál remedio a tanta deficiencia? Nuestro Señor lo ha indicado grande, universal: “Rogate ergo Dominum messis…”. Ello pues es unido a la oración: supremo, infalible remedio. Y llamamos infalible este remedio, porque, habiéndolo indicado e impuesto Nuestro Señor, no puede fallar; y si Él indica la oración a este fin, quiere decir que la quiere satisfacer, porque, si no, no la hubiese mandada. Y es como si hubiese dicho: si me pedís a los trabajadores para la mies de las almas, Yo os lo daré; y eso significa también: si no me los pediréis, no los tendréis cuántos y cómo los necesitéis.