Oh María, a quien Jesús confió sus primeros Sacerdotes en la persona de sus Apóstoles, y que tan justamente has sido llamada Reina del Clero y Madre de los Sacerdotes, a Ti vengo con confianza a recomendarte todos los levitas del Santuario que participarán en un grado cualquiera en las próximas Ordenaciones.
Disponlos a todos para recibir dignamente la gracia de la Ordenación. Llénalos del espíritu sobrenatural de desprendimiento, y del deseo de la gloria de Dios, a medida que suban las gradas del Santuario, hasta el día en que, por su Sacerdocio, sean exclusivamente consagrados a las cosas de Dios, para santificación propia y salvación de las almas. Penétralos de los sentimientos de la Santa Iglesia, su Madre, que al llamarlos a cooperar eficazmente en el seguimiento de su Divina Misión, quiere ver en ellos, desde ahora, sus hijos más queridos, sus más puros Ministros y sus auxiliares más celosos.
Dígnate, oh María, tender una mirada de la más grande ternura sobre los privilegiados del Señor, que van a ser llamados al Presbiterado; prepáralos para recibir con fervor la Unción Sacerdotal, y para asumir loas terribles responsabilidades del Sacerdocio, que sean puros, que sean santos, ellos que tendrán aquí abajo el lugar de su Divino Maestro, y deberán reflejar sus virtudes.
Que marchen siempre los primeros en la vía de la santidad a fin de que, por sus ejemplos, atraigan almas a su seguimiento. Destinados por elección divina, para ofrecer el Augusto Sacrificio del Calvario, suban ellos siempre al Altar, con las disposiciones de Jesús, el Soberano Sacerdote, enciendan por su amor, y sean siempre Sacerdotes según el Corazón de Dios.
Dígnate, oh María, tender una mirada de la más grande ternura sobre los privilegiados del Señor, que van a ser llamados al Presbiterado; prepáralos para recibir con fervor la Unción Sacerdotal, y para asumir loas terribles responsabilidades del Sacerdocio, que sean puros, que sean santos, ellos que tendrán aquí abajo el lugar de su Divino Maestro, y deberán reflejar sus virtudes.
Que marchen siempre los primeros en la vía de la santidad a fin de que, por sus ejemplos, atraigan almas a su seguimiento. Destinados por elección divina, para ofrecer el Augusto Sacrificio del Calvario, suban ellos siempre al Altar, con las disposiciones de Jesús, el Soberano Sacerdote, enciendan por su amor, y sean siempre Sacerdotes según el Corazón de Dios.
Oh María, ama a los Sacerdotes, y comunícanos el amor que les tienes. AMÉN.