jueves, 30 de junio de 2011

LA ENTRONIZACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN



A la fiesta del Corpus la sagrada liturgia añade, como una prolongación de la misma, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. El objeto de esta fiesta es el Corazón de Jesús, es decir, el Corazón físico del Hombre Dios, junto con la humanidad y la divinidad de Jesús, considerado como un miembro vivo y unido al todo orgánico. El Corazón corpóreo de Jesús como símbolo y expresión del amor de Cristo a los hombres, manifestado sobre todo en la Redención por la cruz y en el misterio de la Santísima Eucaristía: he aquí el verdadero objeto de la fiesta. En el Corazón de Jesús, pues, vemos, en último término, la misma persona de Jesús, la persona divina que, bajo el símbolo de su Corazón de carne, nos muestra el amor, divino y humano, de Jesús hacia nosotros. Los misterios de la Encarnación, de la resurrección y de nuestra eterna posesión y goce de la vida divina, se fundan, en último resultado, en el único misterio del Amor del Salvador hacia nosotros. Y con la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús no pretendemos otra cosa que honrar este Amor divino-humano, y sumergirnos en él. (Dom Baur)

Entronización en los Hogares

La entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares es una práctica piadosa tan importante que, si fuera realizada con seriedad, puede regenerar al mundo. Se comprende. La familia es la primera de las sociedades naturales y, desde varios puntos de vista, es también la más importante. De su desarrollo nacen –por agrupación, división o extensión– las demás sociedades en los más variados ámbitos, hasta llegar a la sociedad suprema, el Estado. Si la familia fuera moralmente sana, será capaz de trasmitir su salud a las otras instituciones. Si estuviera contaminada por cualquier vicio, contaminará a todas las otras sociedades que nacen de ella. La Entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares tiene como objetivo, entonces, regenerar, preservar y perfeccionar la célula básica de la sociedad: la familia.

En qué consiste

La Entronización es una consagración de la familia al Sagrado Corazón de Jesús y manifiesta el propósito de reconocerlo como Rey de esa sociedad, colocándolo simbólicamente en un trono. Su fin próximo es lograr que en la familia reine un espíritu efectivamente cristiano. Su fin remoto es el de preparar las condiciones para el Reinado de Jesucristo en la sociedad. Nuestro Señor hizo dos promesas a Santa Margarita María Alacoque que se relacionan directamente con la familia y la Obra de la Entronización:

1. Daré paz a sus familias.
2. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.

Su historia

El fundador de la Obra de la Entronización fue el sacerdote peruano P. Mateo Crawley-Boevey (1875-1961) de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Parte de su juventud vivió en Valparaíso, Chile, y estableció muchos lazos con ese país. Al visitar Paray-le-Monial en 1907, el P. Mateo idealizó allí, en la atmósfera de gracias del Sagrado Corazón, un movimiento de regeneración de las familias y de la sociedad. A través de una cruzada moral, se propuso hacer reinar a Nuestro Señor en las familias para así hacer viable su Realeza Social. El P. Matías deseaba que “la devoción integral de Paray constituyese el alma del hogar... La idea principal, el alma divina de la obra, es la revelación de Paray, realizada práctica y socialmente, revelación que ilumina, con toda su luz y misericordia, al hogar, célula social” (De Becker, “Léxico de la Teología del Sagrado Corazón, v. Entronización”, p. 136, v. Matías Crawley-Boevey, p. 233). El P. Matías sometió su plan al Cardenal Vives y Tutó –también propagador de la devoción al Sagrado Corazón y fiel colaborador de San Pío X– que lo estimuló diciéndole: “Esta es una obra magnífica; a ella debéis consagrar vuestra vida”. Igualmente la sometió al Pontífice reinante, San Pío X, el cual la aprobó con las siguiente palabras: “No solamente os lo permito, sino que os ordeno de dedicar vuestra vida a esta obra de salvación social” (Congregación de los Sagrados Corazones (Picpus), “La Entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares por la Consagración Solemne de las Familias a este Divino Corazón”, publicación oficial, R. de Janeiro, 1941, p. 66). El P. Mateo comenzó su obra en Valparaíso, Chile, con el apoyo de su Superior General, y de allí se extendió a todo el mundo.

Contrarrestar al enemigo

El Papa Benedicto XV (1914-1922), en carta dirigida al P. Mateo en abril de 1915 afirma que nada en nuestra época es más oportuno que esa consagración de las familias. Dicha consagración se orienta a contrarrestar un plan llevado a cabo por un enemigo en el sentido de pervertir el interior de los hogares. Ese enemigo, dice el Papa, tiene en vista sobre todo la sociedad doméstica, pues ésta es el germen de la sociedad. Si consiguieran corromperla, corromperán toda la sociedad. Benedicto XV también advierte: “Los golpes del enemigo tienen principalmente en vista la sociedad doméstica. Al contener ésta, como en germen, los principios de la sociedad civil, ellos saben muy bien que la transformación, o mejor dicho, la corrupción que esperan de la sociedad común, es consecuencia necesaria de la de la familia, desde que hayan viciado los fundamentos de esta última”.

Una consagración creadora de buenos hábitos y destruidora de vicios

El Papa no quería una consagración superficial; la deseaba seria, creadora de buenos hábitos y destruidora de los vicios. “Importa sobremanera conocer a Cristo; conocer su doctrina, la vida, la pasión, la gloria; seguirlo no es dejarse guiar por un sentimiento superficial de religiosidad, que conmueve fácilmente los corazones tiernos y delicados y arranca lágrimas fáciles pero deja los vicios intactos” (C. SS. Corazones, la Entronización del Sagrado Corazón de Jesús, op. cit. pp. 17-18). Lo mismo señalaba el Cardenal Van Rossum, en carta del 16 de enero de 1919, enviada en nombre de Benedicto XV al P. Joaquín Kapteinm SS.CC, director de la Obra de la Entronización en Holanda: “Lo que realmente queremos es que no se haga una consagración pasajera de la familia al Sagrado Corazón, una pequeña fiesta familiar que mañana tal vez sea olvidada; sino que, en realidad, Jesús sea colocado en un trono en la familia”. También es fundamental lo que afirmaba la revista Acta Pontificia del 25 de mayo de 1915. La reparación que la Obra de la Entronización quiere hacer no es tan sólo individual sino que tiene un componente social: “Este apostolado se aplica de hecho a reparar dos pecados característicos de nuestra época: la laicización y la disolución de la familia, como también el atentado social contra la majestad divina de Jesucristo sobre la sociedad humana” (op. cit. p. 30). Esta orientación se refleja con fidelidad en la publicación oficial de la Entronización que la compara a una cruzada de reconquista y restauración, cuyo objetivo es el Reinado Social del Corazón de Jesús. Una obra que, por su organización y su proyección social, constituyera una verdadera cruzada, cuyo fin sería centralizar y acentuar el movimiento mundial para el Reinado del Sagrado Corazón de Jesús” (op. cit. p. 55). El mismo espíritu marca el Diploma oficial de la Entronización, el denominado Documento Familiar, firmado por el sacerdote, por los padres y por los hijos: “Por este acto, expresión solemne de sincero amor y reparación, nosotros, los abajo firmantes, queremos afirmar el reconocimiento oficial de la REALEZA de Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Maestro; prometer la observancia incondicional de los Mandamientos de Dios y de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana; defender los Derechos Absolutos de Dios contra las violaciones sacrílegas practicadas por los individuos, por las familias, por las naciones; someternos completamente a la autoridad infalible del Sumo Pontífice” (op. cit. pp. 112).

Algunas prácticas de piedad

Para mantener encendida la llama de los buenos propósitos que acompañan a la consagración, la publicación oficial de la Obra de Entronización recomienda algunas prácticas piadosas:
1. La oración en común ante la imagen del Sagrado Corazón, al menos a la noche, y la renovación de la consagración con la fórmula abreviada.
2. Bendición a los niños por parte de los padres, como jefes del hogar, ante la imagen del Sagrado Corazón y en nombre del Sagrado Corazón.
3. Comunión frecuente con intención reparadora.
4. La Hora Santa los días viernes o por lo menos en la víspera de los primeros viernes de mes. // Tales prácticas, como puede observarse, son muy aconsejables. Sin embargo, según las circunstancias concretas, cada familia puede elegir otras. El objetivo es el de mantener, por medio de actos piadosos internos y externos, siempre viva la llama de la consagración y el espíritu reparador propio de la devoción al Sagrado Corazón. Uno de los actos más meritorios es el rezo del Rosario en familia. También es necesario aclarar que la Obra de la Entronización no se limita a las familias. Desea llegar a otras sociedades, como la escuela, la fábrica, el hospital y la oficina.

sábado, 25 de junio de 2011

Meditación para la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel

Julio 2
Visitación de la Bienaventurada Virgen María



No bien la Virgen hubo sabido, por boca del ángel que Santa Isabel, su prima, iba a tener un hijo, se dirigió a las montañas de Judea para visitarla. Cuando estas dos santas mujeres se besaron, San Juan exultó de gozo en el seno de su madre y reconoció al Mesías que María llevaba en sus entrañas. En el mismo instante, San Juan Bautista fue purificado del pecado original. y Santa Isabel henchida del Espíritu Santo.

MEDITACIÓN SOBRE LA VISITACIÓN

I. María te enseña hoy qué visitas debes hacer, y cómo debes comportarte en ellas. Va junto a Isabel por caridad y urbanidad: por caridad, porque es para ayudar a Santa Isabel y santificar a San Juan; por urbanidad. porque era su deber visitar a su prima de más edad que ella. No hagas visitas sin que la caridad o la necesidad te obligue a ello; todo lo demás es superfluo o peligroso. Visita a los pobres. a los enfermos y a los prisioneros, es un deber de caridad.

II. ¿Cuál es el tema de las conversaciones entre María e Isabel? Apenas se saludaron, como se hace entre parientes, en seguida se pusieron a hablar de Dios. ¿Se parecen tus visitas a ésta? ¿Las burlas, la murmuración, la interpretación maligna de la conducta del prójimo, las palabras de doble sentido, la calumnia, no constituyen, acaso, el fondo de tus conversaciones? Señor, si se os amase en el mundo, no se conversaría en él sino de Vos. Desvía con habilidad los discursos malos que se tienen en tu presencia, y siempre di algo que pueda edificar a tu prójimo.

III. María regresó a su casa una vez que Isabel pudo prescindir de sus servicios. Suprime las visitas ociosas: cuanto más permanezcas en tu casa, tanto menos disipará tu devoción. Es difícil frecuentar las reuniones mundanas sin encontrar en ellas malos ejemplos; y éstos arrastran mucho más que los buenos. Nos sentimos inclinados a imitar a los malos, más fácilmente reproducimos los defectos que las virtudes. (San Jerónimo).

Meditación para la fiesta de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo



Junio 29
Santos Apóstoles Pedro y Pablo



A ti te daré las llaves del reino de los cielos;todo lo que atares sobre la tierra será atado también en los cielos. (Mateo, 16, 19).

San Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, y San Pablo, el Doctor de las gentes, cementaron con su sangre los cimientos de la Iglesia romana. San Pedro murió crucificado. A San Pablo se lo decapitó, el año 69. Los dos tuvieron la dicha de confirmar, con la efusión de su sang re, la doctrina que habían predicado con tanta elocuencia y confirmado con tantos milagros. Nerón, no te imagines haber triunfado: para siempre permanece la gloria del combate a favor de estos ilustres mártires, y muy pronto depondrán a tus sucesores de su trono; los césares abandonarán el Capitolio y cederán su lugar a los sucesores de San Pedro.

MEDITACIÓN SOBRE SAN PEDRO Y SAN PABLO
I. San Pedro había sido testigo ocular de la mayoría de los milagros de Jesucristo, y, con todo, lo negó tres veces en la noche misma de su Pasión. ¡Cuánta es la fragilidad del hombre abandonado a su propia miseria! Humillémonos, trabajemos en nuestra salvación con temor y temblor. Pero no desesperemos: basta una sola mirada de Jesús para sacarnos del pecado. Lloremos, pues, a ejemplo de San Pedro, que derramaba un torrente continuo de lágrimas al solo recuerdo de su perfidia. ¡Que tus lágrimas sean como la sangre que brota de las heridas de tu corazón! (San Agustín).
II. San Pablo, de perseguidor de Jesucristo, llegó a ser el Apóstol de las gentes. ¿Qué somos nosotros? ¿Qué hemos hecho? Si nos hemos convertido como él, mantengámonos firmes en la virtud, y muramos antes que perder la gracia de Dios. Imitemos su paciencia en los sufrimientos, su celo por la salvación de las almas, su humildad, su amor por Jesucristo. Escuchemos lo que él nos dice: Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo.
III. Considera la honra que al presente reciben en la tierra estos dos Apóstoles. Los reyes, los emperadores y los papas se consideran dichosos de poder prosternarse ante las sagradas cenizas de un pescador y de un artesano, porque la santidad los ha hecho omnipotentes en el cielo. Ambiciosos: ¿qué son los honores del mundo, comparados a éstos? Regocijé monos de que Dios haya honrado tanto a sus servidores. Pero si los santos son así honrados en la tierra, ¿qué honores no recibirán en el cielo? Humillémonos, imitemos sus ejemplos y compartiremos su gloria.

sábado, 18 de junio de 2011

Meditación para la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista



Junio 24
Natividad de San Juan Bautista

En verdad, os digo, ninguno de entre los hijos de mujer

ha sido mayor que Juan Bautista.

Mateo, 11, 11.


Toda la tierra se alegra del nacimiento de San Juan; pero, ¿no debemos nosotros afligirnos al comparar lo que él ha hecho con lo que hacemos nosotros? Él deja el mundo y se retira al desierto para hacer penitencia; su alimento es un poco de miel silvestre con langostas; su vestidura, la piel de un camello. Sus ejemplos, más aun que sus palabras, son una exhortación a la penitencia. Viendo a Jesucristo, ex clama: He ahí el Cordero de Dios que quita los peca dos del mundo; y el Salvador quiere ser bautizado por él.

MEDITACIÓN SOBRE SAN JUAN BAUTISTA


I. He aquí un penitente que no es culpable de pecado alguno, y a quien la presencia de Jesús, oculto en el seno de su Madre, ha purificado antes de su na cimiento hasta de la mancha original. ¿Qué f alta había cometido él cuando se retiró al desierto a hacer penitencia? Nos enseña con ello que el hombre, aun el más inocente, debe hacer penitencia.

¿Comenzaste tú este ejercicio? Te parece muy penoso, y he aquí un niño que lo hace como juego. Pon manos a la obra, y pronto experimentarás cuán indecible satisfacción reserva Dios a los que renuncian al placer para darse a Él. ¡Cuán instantáneamente pareció dulce a mi corazón privarse de las dulzuras de las vanidades del mundo! Temía perder las, y dejarlas llegó a ser para mí la fuente de la dicha. (San Agustín).

II. Temprano comienza este santo su penitencia y la prolonga hasta el fin de su vida. N o basta que te mortifiques por algún tiempo, hay que hacerla hasta la muerte. Siempre tienes contra ti a tu cuerpo, al demonio y al mundo. El único medio para triunfar de estos tres enemigos es combatirlos sin des canso hasta el fin.

Piensa en el infierno que debes evitar, en el paraíso que debes ganar, y nunca te can sarás de hacer penitencia.

III. Si la humildad no las acompaña, tus austeridades no te servirán sino para atormentarte. San Juan rechaza los honores que le rinden los judíos llamándole Profeta y Mesías; se humilla delante de Jesucristo.

Humíllate tú ante Dios y los hombres. Lo que haces, lo que sufres, nada es comparado con los trabajos y sufrimientos de los santos.¿De qué sirve mortificar el cuerpo por la paciencia, si el espíritu está hinchado de orgullo? (San Jerónimo).

MEDITACIÓN PARA LA FIESTA DE CORPUS CHRISTI




Grande inestimable dignidad dan al pueblo cristiano los inmensos beneficios que de la divina largueza ha recibido. Porque no hay ni hubo jamás tan esclarecida nación, que tuviese dioses tan allegados y vecinos como lo es para nosotros nuestro Dios. Queriendo el Unigénito del Padre celestial hacernos participantes de su divinidad, revistióse de nuestra naturaleza, para que hecho hombre, hiciese dioses a los hombres. Y aun esto que tomó de nuestro linaje, todo lo empleó para nuestra salud y remedio: su cuerpo ofreció como hostia de reconciliación a Dios Padre en el ara de la cruz: su sangre derramó como precio de nuestro rescate, y como agua en que nos limpiásemos de todas nuestras culpas; y para que tuviésemos un continuo recuerdo de tan gran beneficio, nos dejó su Cuerpo y Sangre, para que debajo de las especies de pan y de vino, le recibiesen los fieles. ¡Oh precioso y admirable convite, saludable y lleno de toda suavidad! En él, el pan y el vino se convierten substancialmente en el cuerpo y la sangre de Cristo; y Cristo verdadero Dios y hombre, está debajo de las especies de un poco de pan y de vino. De esta suerte es comido por los fieles, y no es despedazado; antes, dividido el Sacramento, permanece entero en cada partícula. Los accidentes subsisten en él sin la substancia; no hay sacramento más saludable que éste, con el cual se limpian los pecados, se acrecientan las virtudes, y el alma se alimenta con la abundancia de todos los espirituales carismas. Ofrécese en la Iglesia por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche lo que para la salud de todos fue instituido. Finalmente, la suavidad de este Sacramento nadie puede explicarla; pues en él se gusta la dulzura espiritual. en su misma fuente, y se renueva la memoria de aquélla infinita caridad que mostró Cristo en su Pasión. Y así para que más hondamente se imprimiese en los corazones de los fieles la inmensidad de aquel amor, instituyó este Sacramento en la última cena, cuando después de celebrar la Pascua con los discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre: y lo dejó para que fuese memorial perenne de su Pasión, cumplimiento de las figuras de la ley antigua, el mayor de los milagros que obró, y particular consuelo de los que habían de entristecerse con su ausencia. Conviene, pues, a la devoción de los fieles, hacer solemne memoria de la institución de tan saludable y tan maravilloso Sacramento, para que veneremos el inefable modo de la divina presencia en este Sacramento visible y sea ensalzado el poder de Dios, que obra en él tantas maravillas, y se le hagan las debidas gracias por merced tan saludable y regalo tan dulce.


Serm. de Sto. Tomás de A., opúsc. 57

MEDITACIÓN EN LA FIESTA DE SAN LUIS GONZAGA


San Luis Gonzaga

21 de junio


Os conjuro, hermanos,

por la misericordia de Dios,

a que ofrezcáis vuestros cuerpos

como hostia viva,santa, agradable a Dios.

Romanos, 12, 1


San Luis Gonzaga, desde la edad de siete años recitaba todos los días, de rodillas, los siete salmos penitenciales y el Oficio de la Santísima Virgen; a los ocho años, hizo voto de castidad perpetua; a los trece, ayunaba tres días a la semana a pan y agua, y tres veces al día desgarraba su delicado cuerpo con la disciplina. Alrededor de los dieciocho años entró en la Compañía de Jesús y murió cinco años después, víctima de una enfermedad contraída por cuidar a los atacados de peste. Tan recogido era en sus oraciones, que todas sus distracciones en seis meses no sumaban la duración de un Ave María.


MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN LUIS GONZAGA


I. El joven santo fue víctima del amor de Dios; le sacrificó su fortuna, abandonando su marquesado para entrar en la Compañía de Jesús, a pesar de los obstáculos que oponía su padre a su piadoso designio.

¿Estás acaso, retenido en el mundo por lazos tan fuertes como los suyos? Dios bien merece que dejes todo lo que tienes, para seguir su llamado y ganar su paraíso; deja todo, si no materialmente, por lo menos por el espíritu y la voluntad.


II. Sacrificó Luis su cuerpo a Dios por el voto de virginidad, que renovó al entrar en religión. Émulo de la pureza de los Ángeles, vivió la modestia hasta no poner nunca sus ojos en una mujer. Además, mortificó su cuerpo con rigurosa y continua penitencia.

¿Quieres consagrar tu cuerpo a Jesucristo como hostia viva y santa? Custodia tus sentidos, mortifícalos. La vida de un cristiano debe ser continuo martirio.


III. Consagró el santo su libertad a Dios por el voto de obediencia. Los honores que ahora recibe, en el cielo y en la tierra, son el precio de su voluntario abatimiento. El camino más seguro para ir al cielo es el de la obediencia.

Obedece a tus superiores fiel mente, prontamente, sin murmurar; a Jesucristo es a quien obedeces, Él es quien te recompensará. En fin, recuerda que no sólo los religiosos, sino también los cristianos deben ser víctimas que se inmolan sin cesar a Dios.


Los cuerpos de los fieles son hostias de Dios,

miembros de Cristo, templos del Espíritu Santo.

San Agustín

FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD: homilía de la Congregación para el Clero



Es 34,4b-6.8-9: www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9ahx5obb.htm
2Co 13,11-13:
www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9arajwm.htm
Gv 3,16-18:
www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9ayxkgc.htm
www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9a10alc.htm

La existencia histórica de Jesucristo, de modo particular, como hemos visto en los últimos meses, el tiempo de su Pasión, Muerte y Resurrección, ha sido vivida por Él mismo en un constante diálogo de Amor con el Padre. Su misión, podríamos decir, ha sido el introducir a sus amigos, los discípulos de todos los tiempos, al conocimiento de Aquel que lo había enviado, a través de la constante acción del Consolador. (Cf. Colecta).
Si no partimos de este hecho tan evidente en las Sagradas Escrituras, como muchos ignoran, no se puede comprender que la Santísima Trinidad, antes de ser Dogma de fe, es ciertamente un misterio en el cual debemos ser introducidos.

De hecho, ¿cómo se puede conocer lo que es imposible de definir? Esto lo experimentó también san Agustín que, sumergido en las profundidades de sus propias meditaciones, en las costas del mar Tirreno, se encontró con un niño en la fuerte tentación de echar toda el agua del mar Mediterráneo en un pequeño agujero cavado en la arena. Ante el desconcierto del gran santo, el niño dijo con una sonrisa: “Y tú, ¿cómo crees poder comprender que Dios es infinito, con tu mente que es tan limitada?”.
Pero esta, que podría parecer una derrota de la inteligencia humana, es en realidad el inicio de un nuevo tipo de conocimiento que, como la flor más hermosa, puede crecer en la base sólida que es la razón humana, exaltándola y llevándola a su complimiento: se trata de la fe!
Para poder conocer el océano infinito, de hecho, lo mejor es dejarse empujar en la sólida barca de Pedro, que es la Iglesia, por la acción del Espíritu Santo que, como un viento impetuoso, conoce la ruta a seguir.
La Santísima Trinidad no se puede comprender, pero se le puede ver en acción y sobretodo, se puede vivir en Ella desde que Jesús nos abrió la puerta del Reino de los cielos. Por ello es necesario entrar “en esa nube” a través de la cual Dios se revela al hombre, convirtiendolo en su herencia (Cf. Ex 34,5.9).
Es la incorporación a Cristo que hace posible en nosotros la acción del Espíritu: nosotros no sabríamos qué decir, si no hubieramos recibido en nuestros «corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abba!, es decir, ¡Padre! » (Cf. Antífona de la Comunión).
La verdad de Dios la comprendemos este domingo, no es por lo tanto una abstracción filosófica de poseer, sino una realidad de Amor infinito en el cual dejarse sumergir y del cual hacer experiencia, como hijos regenerados en el Hijo, constantemente dirijidos al Padre Celestial que quiere donarnos la "salvación" y la "vida eterna" (cf. Jn 3,16-17).
Por lo tanto dejemonos transformar por el Pan eucarístico, que en breve recibiremos, en el "sacrifico perenne" agradable al Señor (Cf. Oración sobre las ofrendas), para que nuestra vida sea conforme a la de Cristo, e inicie a cultivar en nosotros, “sus propios sentimientos” (Cf. 2 Cor 13,11).

domingo, 12 de junio de 2011

Homilía para Pentecostés de la Congregación para el clero



Ac 2,1-11 : www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9abtnjb.htm
1Co 12,3b-7.12-13 :
www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9abtnll.htm
www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9asrrvl.htm
Jn 20,19-23 :
www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9a3mhet.htm

En el quincuagésimo día después de Pascua, los Apóstoles se encontraban "todos juntos" en el Cenáculo (Cfr. Hch 2,1) para celebrar la fiesta judía de Pentecostés, en la que se recordaba el don que recibió Moisés en el Monte Sinaí, la Torá, la Ley de Dios. Ninguno de ellos podía imaginar que, precisamente ese día, el Señor habría llevado a buen término la promesa hecha tantas veces por el mismo Jesús a cerca del Paráclito, es decir, el Espíritu Santo (cfr. Jn 14, 16).
A la luz de lo que acabamos de mencionar, lo que atrae nuestra atención, además de las señales milagrosas que se produjeron en esa ocasión, es el hecho de que «judíos piadosos, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo» los escuchaban hablar en su propio idioma «de las maravillas de Dios» (Hch 2,5.11).
El Espíritu Santo es esencialmente un nuevo don, una nueva Ley que Dios hizo antes que nada a quienes habían perseverado hasta el final: un don de gracia que ya no está destinado sólo a un grupo étnico, sino que, como el aire, debe necesariamente ser comunicado a todas las criaturas que están en el mundo, porque “si les quitas el aliento mueren” (Cfr. Sal 103,29).
Se hace más claro, después de este quincuagésimo día, el significado urgente de esta invitación que el Señor nunca ha dejado de dirigir a cada uno de nosotros: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió a mí, yo también os envío» (Jn 20,21)
Pero, más importante aún, entendemos cómo, para la realización de este mandato, es necesario “recibir el Espíritu Santo” (cfr.Jn 20,22), que utilizando otra comparación, como el agua, aun siendo la misma, hace fértil la vida de los discípulos de Jesús, potenciando la especificidad, a través de una «manifestación particular del Espiritu Santo para el bien común».
El adjetivo “particular” nos regresa de nuevo al inicio de la presente reflexión: ¿que significa, para nosotros hoy, “hablar en los diferentes idiomas” y en que consiste la nueva Ley que Dios ha consignado a la Iglesia naciente?
Es todavía la liturgia, gran canal educativo, tesoro de gracias en las manos de la misma Iglesia, a aclarar estas interrogantes.
La nueva Ley que en este domingo se nos consigna es la vida misma de Dios, que es Amor: un amor que no tiene limites, ni siquiera la muerte, después de que esta ha sido vencida por el Crucifijo: «les mostró sus manos y su costado» (Jn 20,20) es un don que nos lleva directamente al corazón de Dios y que, solo, nos puede dar la fuerza necesaria con el fin de que “nuestro corazón se encienda con la llama de su amor” (cfr. Aclamación al Evangelio).
Somos por lo tanto llamados a desear y a acoger los dones del Espíritu Santo, para que nuestra vida primero que nuestras palabras, sea un testimonio comprensible, y por lo tanto creíble, a los ojos de todos nuestros hermanos que todavía no han experimentado la alegría de ser cristianos, para que en la renovación de la Pentecostés también ellos «Con gran admiración y estupor» puedan llegar a decir: «¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?» (Hch 2,7.11)

viernes, 3 de junio de 2011

VI DOMINGO DE PASCUA DE LA CONGREGACIÓN DEL CLERO





Las lecturas de este sexto domingo de Pascua nos permiten proponer algunas consideraciónes sobre la “vida cristiana” en la que también nosotros, como discípulos del Resucitado, estamos llamados a “permanecer” (cfr. Jn 14,16).
El texto de los Hechos de los Apóstoles nos sugiere sobre todo de “poner atención a las palabras” que la Iglesia nos anuncia, siendo este el primer paso necesario para entrar y formar parte del cuerpo místico de Cristo: es una acción que implíca, como luego se especifica, no sólo la “escucha”, sino sobre todo la vista de los “signos” que hacen evidente el contenído del mensaje cristiano (cfr.Hch 8,6). Se trata por lo tanto de una “puerta”, que pasada una vez para siempre mediante el Bautismo, tiene la necesidad de ser atravezada cada día, en el “descubrimiento” de que cosa signifíque verdaderamente ser discípulo.
Es por esto, que Pedro y Juan, como hemos escuchado, deciden dirigirse a Samaría para imponer las manos a los discípulos de Felipe, con el fin de que recibiéran el Espíritu Santo (cfr. Hch 8,17), y por lo tanto la fuerza que por si sola puede hacer capaz al hombre de “dar el grande anuncio” y de “hacerlo llegar a los confines del mundo”, como nos invita Isaías en la antifona de ingreso (cfr.Is 48,20).
Las palabras del Profeta nos introducen, también, a otro elemento esencial para que la existencia de un hombre pueda ser reconocida como “vida cristiana”.
El Apóstol Pedro lo indíca cuando afirma que debémos estar «siempre dispuestos a responder delante de cualquiera que pida razón de la esperanza» que esta en nosotros(1P 3,15) «con suavidad y respeto» (1P 3,16).
El uso de términos como “necesidad” y “deber”, usados hasta este momento, necesita a este punto una explicación: el cristianismo no es una aplicación de una moral del deber; el Cristianismo es más bien la comunión de aquellos que estan enamorados de Cristo: y permanecen en su amor, “observando sus mandamientos” (cfr. Jn 14,21) que el creyente se da cuenta de cumplir actos que de otro modo sería inexplicable, humanamente hablando.
El cristiano, lo entendemos muy bien con la lectura del Evangelio, no es un hombre que debe esforzarse por poner en pratica preceptos o comportamientos devotos: si uno ama, entonces, es orientado naturalmente a vivir como Jesús nos ha indicado. Descubrir el propio Bautismo, a travéz de la guía del Espíritu de verdad, signifíca por lo tanto, tratar de conocer cada día un poco más la vida de Jesús – a travéz de la lectura, la oración, los sacramentos, la vida de comunidad –, para que sea más facil enamorarse de Él.
De todo el recorrido propuesto hasta ahora, por lo tanto, emerge, que ninguna objecion a tal “vida” es real, ni siquiera el hecho de que Jesús no se pueda ver en carne y hueso.
Y es todavía el Evangelio de Juan que nos lo hace enternder: «Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán» (Jn 14,19). La alternativa entre “ustedes” y el “mundo” no corresponde a una división de tipo moral o étnica: se trata más bien, de una alternativa que alberga en el corazón de cada uno de nosotros.
Si seguimos, entonces, la mentalidad del mundo, no lograremos nunca ver al Resucitado; pero si iniciamos a confiar en la Iglesia, nuestra madre, y a escuchar lo que ella nos enseña y nos sugiere, entonces descubrirémos que en verdad el Señor se ve y es una Presencia tan esencial y real que suscita en nocsotros una fascinación irresistible, el único y verdadero motor de la “vida cristiana”.