sábado, 16 de abril de 2011

Domingo de Ramos: homilia de la Sagrada Congregación para el Clero


Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Año A
Evangelio de la Procesión Mt 21,1-11: www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/9abtnfu.htm
Lecturas de la misa





Este es el domingo en el cual la gran puerta del la semana santa se abre de frente a la vida de cada cristiano. Hoy, el tiempo se hace verdaderamente más breve y el discípulo esta llamado a seguír con paso más firme al señor Jesús que entra en Jerusalén. La identificación con los discípulos de Cristo puede ciertamente ayudárnos a comprender lo que la liturgia del día nos invita a contemplar. Ellos, como los habitantes de la ciudad santa, habían sido testigos de los milagros que Jesús había cumplido en los días precedentes y de como Aquel que de meses seguían con interés había de hecho resucitado un hombre de entre los muertos, Lázaro de Betania. Si en un tiempo, al escuchar el proposito de Jesús de dirigirse a Jerusalén, habían sentído temor y desconcierto, ahora, a guiar sus pasos era la euforia que perdía el sentimiento del la gente, sorprendida por el cumplimiento de las promesas reveladas por los profetas. Pero como acabamos de escuchar, el clima, esta destinado a cambiar rapidamente y, el titulo mesianico de «Hijo de David» (Mt. 21,9) –apesar de revelarse en su personalidad real: «Rey de los Judios» (Mt. 27,29-37) – se convierte en motivo de burla por parte de los soldados. Sin embargo, el Señor Jesús, hasta en la hora de la agonia más atroz , mientras fue abandonado por todos, no sede a la tentanción de “apartar de Él” el cáliz que el Padre desea que Él beba. De hécho, es precisamente en aquel momento que se manifiésta lo que el profeta Isaías había pre anunciado a travéz de uno de los cuatro poemas del siervo, propuesto en la primera lectura: en esto surge por lo tanto, el estilo que cada uno de nosotros debería de asumir: «Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche» (Is. 50,4). El “escuchar” para los pueblos semitas no es diferente del “seguir” ; y es precisamente el tema del “seguimiento” a ser como el hilo rojo que enlaza todos los textos de la Sagrada Escritura que hoy hemos escuchado: un seguimiento que cuando no es negado como en el caso de los discípulos que «lo abandonaron y escaparon» (Mt. 26,56), es signo inequívoco del amor de Dios Padre, única posibilidad para amar verdaderamente a los hermanos. Es sólo a travéz del “seguimiento de Cristo” que se actúa nuestra redención: la vida del Señor Jesús ha sido toda definida por la escucha de la voluntad del Padre. No nos debe sorprender, por lo tanto, si la Iglesia nos propone también uno de los textos más antiguos que hablan de Jesús, un pasaje de la carta a los Filipenses que en seis versículos logra diseñar de frente a nosotros la vida de Cristo a travéz del camino de la obediencia. No existe otra posibilidad, para nosotros, si no aquella de entrar en la contemplación de estos días de Pasión a travéz del “seguimiento de Cristo”: vivamos estos días buscando su presencia en las llagas de nuestra história –en el trabajo, con la familia, con los amigos- ; sigamoslo por los caminos de Jerusalén, teniendo cuidado de regresar a Él cada vez que, durante esta semana nos demos cuenta de haberlo traicionado, abandonado, perdido de vista; subamos con Él hasta el Calvario y pidamosle que, Su abandono total a la muerte de cruz, nos permita reconocerlo como Aquel que es el único que puede cambiar nuestra vida, así como hizo el Centurión que antes se había burlado de Él: «verdadermente éste era Hijo de Dios» (Mt. 27,54)