¡Queridos hermanos y hermanas!Ayer y hoy ha tenido lugar en el Vaticano un importante encuentro sobre el tema de la nueva evangelización, encuentro que se concluyó esta mañana con la Celebración eucarística por mí presidida en la Basílica de San Pedro. La iniciativa, organizada por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, tuvo la finalidad principal de profundizar en los ámbitos de un renovado anuncio del Evangelio en los Países de antigua tradición cristiana, y al mismo tiempo ha propuesto algunos testimonios y experiencias significativas. A esta invitación han respondido numerosas personas de todas partes del mundo, empeñadas en esta misión, que el Beato Juan Pablo II había ya claramente indicado a la Iglesia como un urgente y apasionante desafío. El, en la huella del Concilio Vaticano II y de aquel que puso en marcha su actuación - el Papa Pablo VI - ha sido de hecho un incansable defensor de la misión ad gentes, o sea a los pueblos y a los territorios donde el Evangelio aún no ha echado raíces, y un heraldo de la nueva evangelización. Son, estos, aspectos de la única misión de la Iglesia, y es por lo tanto significativo considerarlos juntos en este mes de octubre, caracterizado por la celebración de la Jornada Misionera Mundial, justamente el próximo domingo.Como hace poco hice durante la homilía de la Misa, con gusto aprovecho de esta ocasión para anunciar que he decidido convocar un especial “Año de la Fe”, que tendrá inicio el 11 de octubre de 2012 – 50° aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II – y se concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Cristo Rey del universo. Las motivaciones, las finalidad y las líneas directivas de este “Año”, las he expuesto en una Carta Apostólica que será publicada en los próximos días. El Siervo de Dios Pablo VI convocó un análogo “Año de la fe” en 1967, con ocasión del décimo noveno centenario del martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo, durante un periodo de grandes cambios culturales. Considero que, transcurrido medio siglo de la apertura del Concilio, ligada a la feliz memoria del Beato Juan XXIII, sea oportuno recordar la belleza y la centralidad de la fe, la exigencia de reforzarla y profundizarla a nivel personal y comunitario, y hacerlo en perspectiva no tanto celebrativa, sino más bien misionera, en la óptica, justamente, de la misión ad gentes y de la nueva evangelización.Queridos amigos, en la Liturgia de este domingo se lee aquello que san Pablo escribió a los Tesalonicenses: “Nuestro Evangelio no se difundió entre ustedes solo por medio de la palabra, sino también con la potencia del Espíritu Santo y con profunda convicción”. Que estas palabra del Apóstol de las gentes sea auspicio y programa para los misioneros de hoy – sacerdotes, religiosos y laicos – comprometidos en anunciar a Cristo a quien no lo conoce, o a quien lo ha reducido a simple personaje histórico. Que la Virgen María ayude a cada cristiano a ser un válido testimonio del Evangelio.