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Cosa nunca oída
ni vista, que hallase Dios manera cómo, subiéndose al cielo, se quedase acá su
misma persona por presencia real, encerrada y abreviada debajo de unos
accidentes de pan y vino; y con inefable amor dio a los sacerdotes ordenados...
que, diciendo las palabras que el Señor dijo sobre el pan y vino, hagan cada
vez que quisieren lo mismo que el Señor hizo el Jueves Santo (Sermón 35, 217).
Señor...
encumbraste tu amor, que no tiene tasa, y ordenaste por modo admirable cómo,
aunque te fueses al cielo, estuvieses acá con nosotros; y esto fue dando poder
a los sacerdotes para que con las palabras de la consagración te llamen, y
vengas tú mismo en persona a las manos de ellos, estés allí realmente presente,
para que así seamos participantes en los bienes que con tu Pasión nos ganaste;
y le tengamos en nuestra memoria con entrañable agradecimiento y consolación,
amando y obedeciendo a quien tal hazaña hizo, que fue dar por nosotros su vida.
La intención del
Señor ésta fue; y la misa representación es de su sagrada pasión de esta
manera: que el sacerdote, que en el consagrar y en los vestidos sacerdotales
representa al Señor en su Pasión y en su muerte, que le representa también en
la mansedumbre con que padeció, en la obediencia, aun hasta la muerte de cruz,
en la limpieza de la castidad, en la profundidad de la humildad, en el fuego de
la caridad que haga al sacerdote rogar por todos con entrañables gemidos, y
ofrecerse a sí mismo a pasión y muerte por el remedio de ellos, si el Señor le
quisiere aceptar.
Esta es la
representación de la sagrada Pasión que en la misa se hace; y esto significa
tender los brazos en cruz al sacerdote, el subirlos y bajarlos, sus vestiduras,
y todo lo demás. Y con este representación, el Eterno Padre es muy agradado, el
Hijo de Dios bien tratado y servido (Tratado del Sacerdocio, 25-26).
Cristo esta como
“encerrado en un sagrario y encarcelado... por el grande amor que nos tiene. El
mismo se deja prender... en cárcel de amor. Quítale el amor con que allá está,
y verás que es incomportable estar donde está (Sermón 43, 383).
La mejor prenda
que tenía te dejó cuando subió allá, que fue el palio de su carne preciosa en
memoria de su amor (Tratado del Amor de Dios, 14, 544).
Encerró Dios en
ese Sacramento santísimo todas sus maravillas pasadas... Pues aquí en el
Sacramento hallaréis todo eso que ha ya tantos años que pasó; pues ésa es la
virtud que tiene este santísimo Sacramento, como la que tenía el maná que cayó
del cielo (Sermón 41, 215).
Y ofreciéndote a
si de esta manera, haces al Señor más señalados servicios en esto que si mil
mundos le dieses ... Él mismo se ofrece a Dios en recompensa de que el mismo
Dios se da a Él (Sermón 43, 677 ss).
¿Quién vio, quién
oyó que Dios se diese en manjar a los hombres y que el Criador sea manjar de su
criatura? ¿Quién oyó que Dios se ofreciese a ser deshonrado y atormentado hasta
morir por amor de los hombres, ofendedores de El? (Sermón 33, 20)
Manso va el Señor
y callado como un cordero, y con entrañas encendidas de amor para darnos lo que
nos cumple; y todo lo que allí se ve y se cree nos convida a que nos lleguemos
a El, a recebir de su mano el perdón y la gracia (Sermón 36, 213ss).
Pues ¿qué gracias
te daré, Señor? ¿Cómo te alabaré por tal dádiva como ésta? ¿Dónde merecí yo tal
honra? ¿Dónde me vino tal dignidad que quieras tú, Dios mío hacerme
participante de ti? ¿Cuál de tus beneficios se puede igualar a éste? Grandísimo
es el beneficio de tu encarnación, en el cual tuviste por bien de tomar mi
humanidad en ti; mas aquí dasme la humanidad junto con la divinidad, para que,
recibiéndola y encorporándola conmigo, venga a hacerme una cosa contigo(Meditación
del beneficio que nos hizo el Señor).
Sacramento de
amor y unión, porque por amor es dado, amor representa y amor obra en nuestras
entrañas ... todo este negocio es amor (Sermón 51, 759).
¿Qué cosa es una
hostia consagrada sino una Virgen que trae encerrado en sí a Dios? (Sermón 4,
329)
Y así hay
semejanza entre la santa encarnación y este sacro misterio; que allí se abaja
Dios a ser hombre, y aquí Dios humanado se baja a estar entre nosotros los
hombres; allí en el vientre virginal, aquí debajo de la hostia; allí en los
brazos de la Virgen, aquí en las manos del sacerdote (Sermón 55, 235/Carta 122)
¡Oh maravilloso
trueco el que con nosotros, Señor, heciste! Tomaste de nosotros nuestra flaca y
mortal humanidad, dístenos en su lugar tu admirable y excelentísima dignidad.
Verdaderamente todo el tesoro de tu gracias derramaste sobre nosotros, y
abierto el corazón que tenías de padre, rompiste las venas de tu excelentísima
caridad y dejástelas correr sobre nosotros (Meditación del beneficio que
nos hizo el Señor).
¿Con qué
agradecimiento serviremos a Dios esta merced? ¡Cuán grande ha de ser nuestra
santidad y pureza para tratar a Jesucristo, que quiere ser tratado de brazos y
corazones limpios, y por eso se puso en los brazos de la Virgen, y José fue
también virgen limpísimo, para dar a entender que quiere ser tratado de
vírgenes (Sermón 4, 338/Carta 6, 88).
¡Oh manjar
divino, por quien los hijos de los hombres se hacen hijos de Dios y por quién
vuestra humanidad se mortifica para que Dios en el ánima permanezca! ¡Oh pan
dulcísimo, digno de ser adorado y deseado, que mantienes el ánima y no el
vientre; confortas el corazón del hombre y no le cargas el cuerpo; alegras el
espíritu y no embotas el entendimiento; con cuya virtud muere nuestra
sensualidad, y la voluntad propia es degollada, para que tenga lugar la
voluntad divina y pueda obrar en nosotros sin impedimento! ¡ Oh maravillosa
bondad que tales mercedes quiso hacer a tan viles gusanillos! ¡Oh maravilloso
poder de Dios, que así puso, debajo de especie de pan, su divinidad y humanidad
y partirse él en tantas partes, sin padecer él detrimento en sí! ¡ Oh
maravilloso saber de Dios, que tan conviniente y tan saludable medio halló para
nuestra salud! Convenía, sin duda, que por una comida habíamos perdido la vida,
por otra la cobrásemos, y que así como el fructo de un árbol nos destruyó a
todos, así el fructo de otro árbol precioso nos reparase a todos. Venid, pues,
los amadores de Dios y asentaos a esta mesa (Meditación del beneficio que
nos hizo el Señor).
¡Cuánto se
enternece el corazón de un buen sacerdote cuando, teniendo al Hijo de Dios en
sus manos, considera en cuán indignas manos está, comparándose con las manos de
Nuestra Señora! Y, cierto, no se pudo hallar espuela que así aguijase e hiciese
correr a un sacerdote el camino de la perfección, como ponerle en sus manos al
mismo Señor de cielos y tierra que fue puesto en las manos de una doncella en
la cual Dios se revió, dotándola y hermoseándola de innumerables virtudes (Tratado
del sacerdocio, 21).
Muchas cosas se
requieren para complir con la obligación del oficio de cura de almas; porque,
si miramos a la dignidad sacerdotal que le es aneja, conviene tener ferviente y
eficaz oración y también santidad. Lo cual ha de ser con tanta más ventaja en
el cura cuanta mayor y más particular obligación tiene de dar buen ejemplo a
sus parroquianos, y de interceder por ellos ante el divino acatamiento de Dios,
con afecto de padre y madre para con sus hijos, pues se llama padre de sus
parroquianos (Tratado del sacerdocio, 36).
El Señor manda a
los pastores de las ovejas racionales que esfuercen lo flaco, que sanen lo
enfermo, que aten lo quebrado, que reduzcan lo desechado y busquen lo perdido;
para lo cual son menester muchas y muy buenas partes, porque no en balde dijo
San Gregorio: «Ars artium, regimen animarum» (Tratado del sacerdocio,
37).