Texto tomado de los Sermones del San Juan de Ávila, padre espiritual de Santos y Protector del Clero español.
“No vendrá el Espíritu Santo a ti si no tienes hambre de El. Y los deseos que tienes de Dios, aposentadores[1] son de Dios, y señal es que si tienes deseos de Dios, que presto vendrá a ti.
No te canses de desearlo, que aunque te parezca que lo esperas y no viene y aunque te parezca que lo llamas y no te responde, persevera siempre en el deseo y no te faltará.
“No vendrá el Espíritu Santo a ti si no tienes hambre de El. Y los deseos que tienes de Dios, aposentadores[1] son de Dios, y señal es que si tienes deseos de Dios, que presto vendrá a ti.
No te canses de desearlo, que aunque te parezca que lo esperas y no viene y aunque te parezca que lo llamas y no te responde, persevera siempre en el deseo y no te faltará.
Hermano, ten confianza en Él. Porque debes, Hermano mío, asentar en tu corazón que, si estás desconsolado y llamas al Espíritu Santo y no viene, es porque aún no tienes el deseo que conviene para recibir a tal Huésped. Y si no responde, no es porque no quiera venir, no es porque te tiene olvidado, sino para que perseveres en el deseo, y perseverando hacerte capaz de Él; ensancharte ese corazón, hacer que crezca la confianza, que de su parte te certifico que nadie lo llama sin que salga vacío de Su Consolación…
¡Y como dice el real profeta David: “Dios no desprecia el deseo de los humildes, el Señor lo escucha…” (Sal 21, 25). ¿Quién es el pobre? Pobre es aquel que desconfía de sí mismo y confía en Solo Dios. Pobre es aquel que conoce su bajeza; su gran poquedad; que conoce ser un gusano, una podredumbre, y pone juntamente con esto su arrimo[2] en Solo Dios y confía que es tanta su Misericordia que no le dejará vacío de Su Consolación
Consagración al Espíritu Santo:
(Esta oración se la debemos al Siervo de Dios P. Juan González Arintero OP, no sabemos si brotó de su pluma o de algunas de las almas que dirigió a la Santidad. Fue un gran promotor de la devoción al Dulcis Hospes Animae, considero un deber de gratitud el poder también humildemente promoverla)
¡Oh Espíritu santo, lazo divino que unes al Padre y al Hijo en un inefable y estrechísimo vínculo de amor! Espíritu de Luz y de Verdad, dígnate derramar sobre mi pobre alma toda la plenitud de tus dones; esta alma que te consagro para siempre, a fin de que seas su preceptor, su director y su Maestro. Te pido humildemente fidelidad a todos tus deseos e inspiraciones y una entrega completa y amorosa a tu divina acción en mí.
¡Oh Espíritu Creador! Ven, ven a obrar en mí la renovación que tanto deseo. Renovación y transformación de tal manera que sea una nueva criatura, una nueva creación, otro Cristo, lleno de tu Gracia, de tu pureza y de tu amor.
¡Oh Espíritu de Santidad! Concede a mi alma el contacto con tu Pureza, y quedará más blanca que la nieve. Fuente sagrada de Inocencia, de candor y de virginidad, dame de beber de tu Agua Divina, apaga en mi la sed de pureza que me abrasa, bautizándome en aquel Bautismo de Fuego cuyo divino bautisterio es tu Divinidad, eres Tú mismo.
Envuelve todo mi ser en tus purísimas Llamas… ¡Oh Llama viva de Amor! Destruye, devora, consume en los ardores del puro amor todo cuánto haya en mí que sea imperfecto, terreno y mundano. Cuánto sea indigno de Ti.
¡Hiéreme de amor! ¡Hiéreme de amor, Espíritu Santo! Con uno de esos toques íntimos y substanciales, que a manera de saeta encendida penetre mi corazón. Qué sea traspasado mi corazón haciéndome morir a mi mismo y a todo lo que no sea Jesús, el Amado de mi alma. Muerte mística, felíz y misteriosa, que sólo Tú puedes obrar, y que anhelo y pido humildemente.
Como carro divino de fuego, arrebátame de la tierra al cielo, de mi mismo a Dios, haciendo que desde aquí more en aquél Paraíso que es Su Sagrado Corazón.
Infúndeme el verdadero espíritu de mi vocación y las grandes virtudes que exige y que son prendas seguras de santidad: el amor a la Cruz, a la humillación, el desprecio de mí mismo, el desapego de todo lo transitorio. Dame una humildad profundísima. Ordena en mí la Caridad. Embriágame en el vino que engendra vírgenes.
Que mi amor a Jesús se perfeccione día a día, hasta llegar a la completa enajenación de mí mismo, a aquella celestial locura y demencia que nos hace perder el sentido humano de las cosas, para seguir los impulsos de la Gracia y la Luz de la fe.
Recíbeme, Espíritu Santo, que del todo y por completo me entrego a Ti. Que sea tu plena posesión. Admíteme en las castísimas delicias de tu unión y en ella desfallezca y expire de puro Amor al recibir tu dulce Beso de Paz.
Oración al Espíritu Santo
(Compuesta por Sor Carmela del Espíritu Santo, carmelita romana, hija espiritual del gran Maestro de Espiritualidad P. Gabriel de Santa María Magdalena ocd.)
¡Oh Espíritu Santo, Amor Substancial del Padre y del Hijo, Amor Increado que habitas en las almas justas!
Ven sobre mí con un nuevo Pentecostés trayéndome la abundancia de tus dones, de tus frutos, de tu Gracia y únete a mí…
Yo me consagro, por las manos virginales de María tu Esposa, a ti totalmente: invádeme, tómame, poséeme todo.
Sé Luz penetrante que ilumine mi entendimiento, suave moción que atraiga y dirija mi voluntad, energía sobrenatural que dé fortaleza a mi cuerpo. Completa en mí tu obra de santificación y de amor.
Hazme puro, transparente, sencillo, verdadero, libre, pacífico, suave, quieto, sereno aún en medio del dolor, ardiente de caridad hacia Dios y mi prójimo.
Ven, oh Espíritu Santo, sobre esta pobre sociedad y renueva la faz de la tierra. Dale la Paz, danos tu Paz, aquella Paz que el mundo no puede dar.
Ven, en un nuevo Pentecostés, a tu Iglesia de la cual eres Alma Vivificante. Renueva tu Santidad en los sacerdotes, danos fervorosos apóstoles, solicita con suaves mociones a las almas buenas a escalar a la Santidad. Sé dulce tormento de las almas de los pecadores. Sé consolador refrigerio de las almas atribuladas y afligidas. Sé fuerza y ayuda para las almas tentadas, sé luz para las que están en las tinieblas.
¡Ven Amor y seremos salvador y renovarás la faz de la tierra!
Bella jaculatoria de Santa María Magdalena de Pazzis:
¡Ven Espíritu Santo, ven por María tu Esposa Inmaculada! ¡Ven y obra en nosotros por la Gracia lo que obraste en Ella por la Gracia y la naturaleza! Forma a Jesús en nosotros.
Ven sobre mí con un nuevo Pentecostés trayéndome la abundancia de tus dones, de tus frutos, de tu Gracia y únete a mí…
Yo me consagro, por las manos virginales de María tu Esposa, a ti totalmente: invádeme, tómame, poséeme todo.
Sé Luz penetrante que ilumine mi entendimiento, suave moción que atraiga y dirija mi voluntad, energía sobrenatural que dé fortaleza a mi cuerpo. Completa en mí tu obra de santificación y de amor.
Hazme puro, transparente, sencillo, verdadero, libre, pacífico, suave, quieto, sereno aún en medio del dolor, ardiente de caridad hacia Dios y mi prójimo.
Ven, oh Espíritu Santo, sobre esta pobre sociedad y renueva la faz de la tierra. Dale la Paz, danos tu Paz, aquella Paz que el mundo no puede dar.
Ven, en un nuevo Pentecostés, a tu Iglesia de la cual eres Alma Vivificante. Renueva tu Santidad en los sacerdotes, danos fervorosos apóstoles, solicita con suaves mociones a las almas buenas a escalar a la Santidad. Sé dulce tormento de las almas de los pecadores. Sé consolador refrigerio de las almas atribuladas y afligidas. Sé fuerza y ayuda para las almas tentadas, sé luz para las que están en las tinieblas.
¡Ven Amor y seremos salvador y renovarás la faz de la tierra!
Bella jaculatoria de Santa María Magdalena de Pazzis:
¡Ven Espíritu Santo, ven por María tu Esposa Inmaculada! ¡Ven y obra en nosotros por la Gracia lo que obraste en Ella por la Gracia y la naturaleza! Forma a Jesús en nosotros.
-----------------------------------------------
[1] Aposentadores de Dios: significa que en el deseo ya nos encontramos con un germen de la plena unión. Es la mística de San Bernardo: Desear es ya haber sido encontrado por Dios y es encontrarle. El verdadero amor crece en la medida del deseo. A su vez Pascal en un célebre Pensamiento exclamaba dando la palabra al Señor: “Consuélate no me desearías si ya no me hubieses encontrado”.
[2] Arrimo: bella palabra castellana para expresar la acción de apoyarse, sostenerse, apegarse, adherirse. San Juan de la Cruz la ama especialmente y la utiliza abundantemente en sus obras para hablar de la necesidad de adherirnos a Solo Dios.
[2] Arrimo: bella palabra castellana para expresar la acción de apoyarse, sostenerse, apegarse, adherirse. San Juan de la Cruz la ama especialmente y la utiliza abundantemente en sus obras para hablar de la necesidad de adherirnos a Solo Dios.
NUESTRO AGRADECIMIENTO
AL P. MARCO ANTONIO FOSCHIATTI