Cuán felices serían los cristianos, si tuviesen el acierto de imitar a esos devotos esposos que invitaron a Jesucristo a que asistiese a sus bodas, les bendijese y les comunicase las gracias necesarias para su santificación; más, hermanos míos, son muy pocos los que hacen lo debido para empeñar a Jesucristo a asistir a sus bodas a fin de las bendiga: al contrario, parece que se toman todas las precauciones para alejarlo. (...)
¿Qué es lo que un cristiano debería hacer para recibir dignamente este sacramento? Lo mejor sería prepararse interiormente haciendo una buena confesión y emplear santamente el día de sus esponsales; lo que se habría podido gastar, repartirlo entre los pobres, a fin de atraer sobre sí la bendición divina. El día del casamiento, vayan los esposos a la Iglesia ya a primera hora, para implorar los auxilios y las luces del Espíritu Santo al recibir la bendición nupcial. Que la sangre de Jesucristo se derrame sobre sus almas. El día de la boda porcuren pasarlo en la presencia de Dios pensando cuán malo estaría profanar aquella santa jornada. Despues del casamiento, deben acudir a un confesor a fin de que los instruya, para que no se pierdan por ignoracia, o mejor, para que puedan conducirse como verdaderos hijos de Dios.
¡Felices los cristianos que ingresan con buenas disposiciones y perseveran en ellas hasta el fin! Esto es lo que os deseo...
San Juan MAría Vianney, el Santo Cura de Ars
Sermón sobre el Matrimonio.