viernes, 18 de diciembre de 2009

Viacrucis misionero del enfermo por la santificación de los sacerdotes


AÑO SACERDOTAL
VIA CRUCIS MISIONERO DEL ENFERMO

Pbro. Manuel de Jesús Peña González
RESPONDIENDO AL PEDIDO DE LA SANTA SEDE, DE QUE LOS ENFERMOS OREN POR LA SANTIFICACIÓN DE LOS SACERDOTES, ESPECIALMENTE EN EL AÑO SACERDOTAL
Presentación del autor
Hermanos y hermanas:
Yo, presbítero Manuel Peña González, quiero dedicarles a todos los enfermos, sacerdotes, y ministros extraordinarios de la Comunión, este Vía Crucis, recordando las palabras que Pablo aprende del Señor: “en los sufrimientos completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, a favor de su Cuerpo, que es la Iglesia”. “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. “Llevo en mi cuerpo, las llagas de Cristo, pues ya viva, ya muera, del Señor soy”.
En mi experiencia personal, he compartido la partida de un ser querido: mi madre, quien muere de cáncer. Ella nos preparó como preparó Jesús a sus discípulos para su partida de este mundo a la gloria de Dios Padre.
Un día, a la edad de trece años, mi padre me llevó al hospital Calderón Guardia, motivándome que mi madre seguía enferma y que quería verme. Al encontrarme con ella en el hospital, en el salón de ginecología, me dijo: “Manuelito, de esta cama yo no me voy a levantar, quiero que seas fuerte, y que acompañes a tus hermanos. Estaremos unidos en la oración y en la comunión”.
Así comencé a experimentar cómo los enfermos nos preparan también como Jesús para el encuentro con Dios y para aceptar la partida de nuestros seres queridos.
En mi experiencia de Dios, quiero pedirles a cada uno de ustedes, hermanos y hermanas, que vivamos juntos el Vía Crucis misionero del enfermo: camino al Cielo y al desprendimiento, solidaridad y apoyo a los que se van, y a los que se quedan.
Aprendamos de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, a guardar todo esto en el corazón y a meditarlo para dar testimonio a los que viven el dolor. Con el mismo consuelo con que Cristo nos consuela, consolemos a nuestros hermanos, a los cristos sufrientes, y a los que acompañan a aquellos que se preparan para pasar a la vida eterna.
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Primera estación:
JESÚS ORA EN EL HUERTO Y ES CONDENADO A MUERTE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R. que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”
(Lc 21,42)
En oración, oh Jesús, aceptamos la enfermedad que vivimos hoy, aceptamos libremente le camino de tu Pasión redentora y de tu cruz que nos lleva a la purificación y a las profundidades de tu Amor salvador. Sabemos que debemos morir a nosotros mismos y aceptar la muerte, para que muriendo y resucitando contigo, vivamos eternamente tu presencia. ¡Hágase, Señor, tu Voluntad!”
Nuestra enfermedad, Señor, está en tus manos, la ofrecemos por la santificación de los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos misioneros, y por el sufrimiento de los inocentes.
V. Por la pasión de tu hijo,
R. lógranos la salvación, Virgen María.
Segunda estación:
JESÚS RECIBE LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R. que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna”
(Jn 3,16)
Aceptamos en obediencia y humildad, la voluntad de Dios. Bendice, Jesús, a las personas que hoy nos asisten, la intervención de los médicos como camino de purificación y a las que permanecerán junto a nosotros apoyándonos y acompañándonos en las visitas a la clínica, al hospital y en la casa. Bendice las medicinas y tratamientos. ¡Fortalécenos, Señor! Para que no nos rebelemos contra la enfermedad. Aceptamos todo lo que tenemos que padecer, abrazamos la cruz, y la compartimos contigo. Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos, llevamos la cruz de Cristo, y nos unimos a los sufrimientos que le faltan a su cruz, en donación de su Cuerpo que es la Iglesia.
Ofrecemos nuestra cruz, convencidos de que es la fuerza de Dios capaz de transformar nuestra realidad personal y social, por los alcohólicos, drogadictos y por el desconsuelo que causan. También la ofrecemos por la santificación de todos los sacerdotes y para que nunca falten en la Iglesia vocaciones sacerdotales, religiosas, y laicales comprometidas, que se unan al sacrificio de tu cruz por toda la humanidad.
V. Por la pasión de tu hijo,
R. lógranos la salvación, Virgen María.

Tercera estación:
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R. que por tu santa cruz redimiste al mundo
“El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”
(Mt 8, 17; cf. Is 53,4))
Gracias, Señor, porque en la enfermedad tomas nuestras manos y nos dices: “No temáis, yo estoy con vosotros” ¡Cuántos años han pasado….! Pensamientos y sentimientos colman nuestro corazón. Hemos pensado en nuestros padres y hermanos, amigos y compañeros, en nuestro cónyuge, abuelos, maestros y profesores. En medio de todo, tu ternura nos alienta a ponernos en pie, a reanudar el camino y a evitar las ocasiones de pecar. Señor, Tú eres el Pan Vivo bajado del Cielo, quien come tu carne y bebe tu sangre tendrá vida eterna y será llamado a la gloria de la Resurrección. Permítenos, como al profeta, comer de ese pan y seguir el camino del desierto que conduce a la vida eterna. Señor Jesucristo, sé nuestro alimento y nuestro compañero en esta peregrinación de fe y esperanza.
En oración, arrepentidos de nuestros pecados, ponemos en tu Sagrado Corazón las infidelidades de la humanidad a tu amor redentor y las infidelidades de los que se dicen tus amigos. Pedimos por la santificación de toda la Iglesia que es Pueblo sacerdotal, especialmente por los sacerdotes ministros.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Cuarta estación:
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Simeón dijo a María: -Y a ti, una espada te traspasará el alma- María conservaba todas estas cosas en su corazón”
(Lc 2,34-35. 51)
Deseamos mirar a nuestros amigos y seres queridos con la dulzura de Jesús, y contarles que ha llegado la hora de partir a la casa del Padre. Señor, que podamos expresarles lo que sentimos y lo que pensamos para que crean que existe la vida eterna, que en el Cielo nos espera una morada y una corona que no se marchita. Que todos se mantengan unidos en el amor, y como María y Juan, nos acompañen en este camino de la cruz, en la esperanza de la resurrección. Que no sean las necesidades materiales su afán, sino que te sigan espiritualmente con su oración y comunión para sentirnos más cerca de ellos y que ellos estén más cerca de Ti
Te pedimos por los ministros extraordinarios de la comunión que llevan el encuentro con Jesucristo vivo a los enfermos en la Eucaristía y el consuelo a sus familiares. También por todos los sacerdotes, que son Cristo mismo, Médico Divino, a la cabecera del enfermo.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Quinta estación:
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRINEO
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Mientras conducían a Jesús, vieron a un hombre que volvía del campo, Simón de Cirene, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús”
(Lc 23,26)
En todas las etapas de la vida hemos encontrado a tantas personas misericordiosas que nos han protegido, educado, formado, corregido y ayudado a tomar decisiones. Ahora, en la enfermedad, nuestros familiares, amigos, médicos, enfermeras y enfermeros nos acompañan. Bendice, Señor, a estos cirineos que comparten con nosotros la cruz de la enfermedad. Gracias por habernos permitido ser cirineos para muchos hermanos.
Permítenos, Señor, llevar la cruz ofreciéndonos y ofreciéndote todos lo que vivimos diariamente por la proclamación del Evangelio en todos los continentes e islas, y por la paz del mundo entero. Por tus sacerdotes Señor, que diariamente nos ayudan a cargar nuestra cruz.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Sexta estación:
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Oigo en mi corazón: -Buscad mi rostro- Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”
(Sal 26,8-9a).
Dice Jesús: “El que me ve a mí ve al que me ha enviado” (Jn 12,45) Él nos invita a mirar con amor y perdón a quienes nos fallaron y a quienes ofendimos, Él nos hace buscar a aquellos con los que tenemos que reconciliarnos para ser perdonados. Gracias, Jesús, por todo lo que nos has amado, haz que en cada hermano veamos tu rostro, y dentro de nuestro corazón, tu rostro glorificado que nos identifica espiritualmente contigo: Ya no somos nosotros, es Cristo quien vive en nosotros…. ¡Nuestra vida es Cristo!
Ofrecemos el dolor por los sacerdotes, quienes día a día nos muestran tu rostro. Pero también por los encarcelados, por el silencio de los niños y los jóvenes agredidos y explotados.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Séptima estación:
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Venid a mí todos los que estáis cansados agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso”
(Mt 11, 28-29)
Señor, ten piedad de nosotros, que necesitamos la mano amiga de los demás para levantarnos fuertemente unidos en la oración, en la caridad, en la fe y en la esperanza. Danos, la mansedumbre de ser enfermos pacientes y, a pesar de nuestras debilidades, reconocer que ellos quieren ayudarnos, En la fragilidad es donde más se manifiesta tu poder y tu presencia que nos fortalece, que nos impulsa a seguir adelante, pues eres nuestro amparo y nuestro refugio. Cansados y agobiados por el sufrimiento, nos preguntamos: ¿A quién iremos si sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna?
Danos, Señor, la energía para aceptar tu voluntad y ofrecer nuestra vida y obras por los sacerdotes y misioneros víctimas de la injusticia y testigos de tu resurrección en el martirio.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Octava estación:
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que lanzaban lamentos por Él, Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: -Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.”.
(Lc 23,28)
Los que están con nosotros sienten tristeza por nuestra enfermedad. Contemplamos en sus rostros la angustia. Nuestro dolor los conmueve. Jesús, sé su consuelo, su amparo, su fortaleza… ¡Confórtalos, Señor! Oramos con ellos como oraste en el Monte de los Olivos, para que aceptemos la voluntad de Dios Padre y a Él clamemos en la tribulación. Señor Jesús, Médico Divino, danos tu medicina que sana nuestro cuerpo y nuestra alma, nuestra mente y nuestro corazón y derrama sobre nosotros la fuerza de tu Espíritu.
Ofrecemos la enfermedad y el sufrimiento por la conversión de los pecadores, de los que están más alejados, para que no rechacen la misericordia de Dios Padre.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Novena estación:
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
Vosotros los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al que me atormenta”
(Lm 1,12)
¡Qué pequeño es el hombre!, ¡Qué débiles somos!, ¡Cuánto hemos necesitado de Dios y de los demás! Cristo Jesús, en esta caída final de nuestra vida reconocemos que te despreciamos por el mundo, la carne y el demonio. Hoy te pedimos perdón, tenemos tu Gracia, Señor, y eso nos basta. Estás con nosotros y no nos abandonas a pesar de nuestras caídas.
Señor, ofrecemos nuestra conversión, para unirnos a tu cruz redentora que nos conduce a la vida que no tendrá fin, y por la conversión de los que te han conocido pero te han olvidado, entre ellos, los sacerdotes que no han perseverado en su fidelidad a Tí.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Décima estación:
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica”
(Sal 22, 29).
“Esto fue lo que hicieron los soldados para que se cumpliera la Escritura”
(cf. Jn 19,24)
En tu desnudez, ayúdanos a despojarnos del hombre viejo y revestirnos del Hombre Nuevo en justicia y en santidad. Te imploramos, siguiendo las enseñanza de Abraham, Isaac y Jacob, y de Moisés, la bendición a quienes nos rodean. Inspíranos palabras de sabiduría para proclamar tu salvación, para que los que nos escuchen acepten la gloria de la resurrección.
En acción de gracias por el don de la vida, dejamos ante el altar de Dios la petición de que todos los que esperan en Cristo Salvador escuchen su Palabra y la practiquen. Por tus sacerdotes, Señor, para que despojados del hombre viejo, caminen siempre en santidad.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Undécima estación:
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”
(Jn 12,32)
Concédenos, Señor, aceptar nuestro lecho de enfermedad como la cruz en que fuiste crucificado para cumplir con la misión a la que nos enviaste y vivir hasta nuestro último aliento crucificados contigo. Ayúdanos a despojarnos del orgullo, de la vanidad, de las ataduras, y a desprendernos de nuestros seres queridos para ofrecerte todo nuestro ser.
Ofrecemos esta oblación por nuestra salvación, por la salvación de todos los que nos aman y por la salvación del mundo entero.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Duodécima estación:
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
Jesús crucificado no olvida a los que son la causa de su sufrimiento: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
(Lc 23,34)
En la hora de la agonía queremos escuchar en nuestro corazón tu invitación al buen ladrón: “Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”. Hemos sido ungidos con la Unción Santa de los Enfermos, la Eucaristía ha fortalecido nuestros pasos para el viaje…Ahora sólo esperamos tu llamado, cuando quieras, cuándo lo decidas, iremos con alegría a recibir nuestra corona.
Recibe nuestra vida en acción de gracias por las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, y que tu paz, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Decimotercera estación:
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
Todo lo que María había guardado y meditado en su corazón desde la Anunciación, se profundizó en este acontecimiento. Ahora, este íntimo vínculo de amor debe transformarse en una unión que supera los confines de la vida y de la muerte.
Silencio, dolor y lágrimas…Señor y redentor nuestro, fortalécenos para que, como María, recibamos su cuerpo cuando haya descendido a la hondura del misterio de la muerte. Que los vínculos de amor, de fidelidad, de compañerismo, de amistad, se transformen en una unión que supere los confines de la vida y de la muerte.
Te pedimos en especial por los que mueren en accidentes y homicidios; por los suicidas, Señor, y por aquellos hermanos nuestros qué están en peligro de muerte.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.


Decimocuarta estación:
JESÚS ES SEPULTADO

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pro si muere, da mucho fruto”
(Jn 12,24)
Todos en silencio caminamos hacia el sitio de la sepultura, allí es lugar de reflexión, de recogimiento, es el momento propicio para meditar en la pasión de Cristo, de pensar en nuestra vida: qué orientación le daremos, hacia dónde iremos, cuál es la meta final…Mirando el rostro de Jesús encontramos la respuesta, Él nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo, pero si muere, da mucho fruto”. Jesús ilumina y da sentido a nuestra vida y nos conduce al Padre, con Él y en Él estaremos siempre.
Las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.
V. Por la pasión de tu hijo,
R/ lógranos la salvación, Virgen María.

Decimoquinta estación:
JESÚS RESUCITA DE LA MUERTE
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
R/ que por tu santa cruz redimiste al mundo
“Sé que buscáis a Jesús el Crucificado. No está aquí: ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos”
(Mt 28, 5-7)
Hemos compartido en familia, nueve días de meditación sobre la vida. Nuestra mirada está firme en el Señor. Nuestro ser querido goza de la presencia de Dios y junto con la Santa Iglesia no nos cansaremos de transmitir al mundo esta verdad fundamental: Cristo ha resucitado de entre los muertos, es primicia de todos los que han muerto. Damos testimonio de la resurrección. Cristo resucitado vive para siempre y nos espera. Nuestro ser querido hizo de su vida, el evangelio de la caridad, del amor al prójimo; es nuestra heredad y como él escucharemos la voz de Jesús: “Venid, benditos de mi Padre, a heredar el Reino de los Cielos…porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; peregriné, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso y vinisteis a verme. Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos, mis pequeños, a mí me los hicisteis”.
V. Por la resurrección de Cristo
R/ guárdanos en la luz, Madre del Señor.

ORACIÓN
Muéstranos, Señor, tu Gloria y tu compasión a todos los que hemos seguido este camino de la cruz, esta pasión de Cristo, vivida en cada uno de nuestros enfermos. Acógenos en tu misericordia para comprender que en nuestros sufrimientos completamos los sufrimientos de Cristo, y que la muerte para nosotros es un paso para la vida, en donde nos encontraremos eternamente con Dios Padre, guiados por Jesús, llenos de su Santo Espíritu, en esta Iglesia fundada por Él que peregrina hasta el final de los tiempos. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R/ Amén
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Este Vía Crucis es la vivencia de cada uno de los enfermos con que hemos compartido durante estos treintaiún años de de vida sacerdotal, en ellos hemos visto a Cristo y en ellos hemos visto el Vía Crucis, cada enfermo es un Cristo sufriente, y cada Cristo sufriente nos lleva a la presencia del Padre, para proclamar la resurrección de Cristo en ellos. Iglesia triunfante al final porque: “Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos…”
Dios los bendiga a todos y a cada uno de ustedes.
Nosotros vivamos este camino de Jesús llenos de fe y esperanza porque en nuestros sufrimientos, en nuestras enfermedades, y en todo acontecimiento de nuestra vida, Dios nos acerca a Él, nos purifica, nos santifica, y nos hace compartir la salvación de los hombres. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”, “Bienaventuradas los que sufren, los que lloran, porque ellos serán consolados”.
Que la Virgen Madre de Dios y Cristo resucitado conviertan su dolor en alegría.
La bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/ Amén
CRISTO ES EL CAMINO,
LA VERDAD
Y LA VIDA
Nuestro agradecimiento al P. Manuel de Jesús Peña
y a Teresa Sanga por habernos enviado este viacrucis.