La santidad sacerdotal es bella. Reflejo de la santidad de Cristo atrae como la de éste. Debiera, según esto, ser ella común, y abundar los sacerdotes santos
(…) ¿Cómo se obtiene la santidad sacerdotal? Tres palabras lo dicen todo : quererla, pedirla, ganarla.
Hay cosas que se quieren y no se pueden obtener: riquezas, honores, ciencia, talento, genio…y hay otras que las logra todo el que las quiere; mas éstas son de ordinario las que por escasas de valor se hallan a disposición de todo el mundo.
La santidad no es de escasa valía, al contrario, nada existe de precio tan subido; y sin embargo, la consigue quien la pretende. Opondrán algunos que la buscan en vano. No : Cristo lo enseña. “ Si vis perfectus esse”; luego de nosotros depende. San Pablo : “ Haec est voluntas Dei”. Es que hay un querer aparente que solemos confundir con el verdadero…. El que quiere está dispuesto a todo, a pagar el precio en privaciones, en inmolaciones, a recibir golpes…Cuando así se quiere la santidad, muy pronto nos vemos adornados de ella.
Pero la primera diligencia que en tales circunstancias debemos poner es pedirla. A quién. A Dios, fuente de ella, de quien procede todo don perfecto. Cómo. La humildad tiene el primer lugar en todo el asunto, pedir humildemente, pedir de veras, pedir con instancia. Pedir en nombre de Cristo y apoyados en la mediación de los amigos de Dios. La santidad no se pide ordinariamente. Pedimos libertad de males temporales, bienes del mismo orden; pero la santidad, no; y sin embargo, nuestra divisa debiera ser : Santidad o muerte. Por eso la santidad escasea tanto.
Ganarla. ¿Por ventura, por suerte? No. ¿ A fuerza de brazos, de táctica y de habilidad, como se gana una plaza? No, tampoco. El Reino de los cielos no es tampoco de los más sabios. La santidad es una especie de comercio. La parábola evangélica lo indica claramente. En este comercio, el capital es la gracia, la negociación es emplearla o convertirla en gloria de Dios; el interés, la gracia misma aumento de ella. Este interés acrecienta el capital. Así se hacen ricos en poco tiempo.
(…) ¿Cómo se obtiene la santidad sacerdotal? Tres palabras lo dicen todo : quererla, pedirla, ganarla.
Hay cosas que se quieren y no se pueden obtener: riquezas, honores, ciencia, talento, genio…y hay otras que las logra todo el que las quiere; mas éstas son de ordinario las que por escasas de valor se hallan a disposición de todo el mundo.
La santidad no es de escasa valía, al contrario, nada existe de precio tan subido; y sin embargo, la consigue quien la pretende. Opondrán algunos que la buscan en vano. No : Cristo lo enseña. “ Si vis perfectus esse”; luego de nosotros depende. San Pablo : “ Haec est voluntas Dei”. Es que hay un querer aparente que solemos confundir con el verdadero…. El que quiere está dispuesto a todo, a pagar el precio en privaciones, en inmolaciones, a recibir golpes…Cuando así se quiere la santidad, muy pronto nos vemos adornados de ella.
Pero la primera diligencia que en tales circunstancias debemos poner es pedirla. A quién. A Dios, fuente de ella, de quien procede todo don perfecto. Cómo. La humildad tiene el primer lugar en todo el asunto, pedir humildemente, pedir de veras, pedir con instancia. Pedir en nombre de Cristo y apoyados en la mediación de los amigos de Dios. La santidad no se pide ordinariamente. Pedimos libertad de males temporales, bienes del mismo orden; pero la santidad, no; y sin embargo, nuestra divisa debiera ser : Santidad o muerte. Por eso la santidad escasea tanto.
Ganarla. ¿Por ventura, por suerte? No. ¿ A fuerza de brazos, de táctica y de habilidad, como se gana una plaza? No, tampoco. El Reino de los cielos no es tampoco de los más sabios. La santidad es una especie de comercio. La parábola evangélica lo indica claramente. En este comercio, el capital es la gracia, la negociación es emplearla o convertirla en gloria de Dios; el interés, la gracia misma aumento de ella. Este interés acrecienta el capital. Así se hacen ricos en poco tiempo.