Testimonio y Poema para el Año Sacerdotal
La maternidad de María en mi vida sacerdotal
La maternidad de María en mi vida sacerdotal
Padre Manuel de Jesús Peña González
En tiempo de Adviento nos ponemos ante el Señor y volvemos los ojos a la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, Reina y Madre de los Apóstoles, de los apóstoles de todos los tiempos, sus hijos predilectos, los sacerdotes.
Tengo 31 años de sacerdocio y quiero dar testimonio de cómo María me ha acompañado siempre, desde que le pedí que fuera mi Madre, a sus pies, en la Basílica Nuestra Señora de los Ángeles en Cartago de Costa Rica.
Siendo niño, en ese mismo lugar, había contemplado a mi mamá orando de rodillas ante María. Con mi curiosidad infantil, le pregunté por qué estábamos ahí y me dijo “Es que tuve cáncer y el Señor me curó, Ella intercedió, y le estoy pidiendo me de tiempo para dedicarme a ustedes”
Luego de un tiempo, mi madre nos preparó a mis hermanos y a mí como preparó Jesús a sus discípulos para su partida de este mundo a la gloria de Dios Padre. Un día, a la edad de trece años, mi padre me llevó al hospital Calderón Guardia, motivándome que mi madre seguía enferma y que quería verme. Al encontrarme con ella en el hospital, en el salón de ginecología, me dijo: “Manuelito, de esta cama yo no me voy a levantar, quiero que seas fuerte, y que acompañes a tus hermanos. Estaremos unidos en la oración y en la comunión”
Cuando me quedé sin madre fui donde mi abuelita y le dije: “Abuelita, yo ya no tengo mamá, ¿usted quiere ser mi mamá?”. Ella dijo que sí y todos los sábados, cuando salía del seminario menor, la iba a ver; pero al poco tiempo, también ella falleció. Sentí entonces la soledad de no tener mamá.
Todos los dos de agosto, día en que los costarricenses honramos a la Santísima Virgen bajo la advocación “Nuestra Señora de los Ángeles”, yo solía ir a la Basílica a consagrarle a María mis años de Seminario, y entonces, no teniendo ya a mi abuelita, me hinqué un día ante Ella y le dije: “Mi mamá murió, mi abuela también, yo ya no quiero tener mamás que se mueran, quiero tener una mamá para siempre, quiero que seas mi mamá”.
Desde entonces, María me acogió como hijo y encontré en Ella la maternidad, siguiendo el ejemplo de todos los santos que a Ella se han consagrado. Desde entonces, como el discípulo Amado que la llevó a su casa, la he llevado en mi corazón y la he sentido Madre. Nunca me he sentido huérfano, y mi oración siempre ha sido: “Madre, tómame, llévame y condúceme a Jesús”. Y es Ella Quien me ha guiado en mi sacerdocio y me ha mantenido por tantos años siempre fiel a Su Hijo. Es Ella Quien camina a mi lado cada día y ora por mí y conmigo, es Ella a quien me consagro cada día luego de la Eucaristía diciéndole “Bendita sea tu pureza…y eternamente lo sea…”
Madre, quiero darte las gracias por no haberme soltado nunca de tus brazos, por tantos años de sacerdocio, y porque siempre me llevas a Jesús. Hazme humilde como Tú y permite que sea siempre fiel a Aquél que entre todas las mujeres del mundo, te eligió a Ti como Madre.
Mamita María, este poema, inspirado en la que ha sido siempre mi oración, es para Ti en este Año Sacerdotal. Con él renuevo mi consagración a Ti y te pido la Gracia de seguir siendo un fiel sacerdote de Jesucristo:
Tengo 31 años de sacerdocio y quiero dar testimonio de cómo María me ha acompañado siempre, desde que le pedí que fuera mi Madre, a sus pies, en la Basílica Nuestra Señora de los Ángeles en Cartago de Costa Rica.
Siendo niño, en ese mismo lugar, había contemplado a mi mamá orando de rodillas ante María. Con mi curiosidad infantil, le pregunté por qué estábamos ahí y me dijo “Es que tuve cáncer y el Señor me curó, Ella intercedió, y le estoy pidiendo me de tiempo para dedicarme a ustedes”
Luego de un tiempo, mi madre nos preparó a mis hermanos y a mí como preparó Jesús a sus discípulos para su partida de este mundo a la gloria de Dios Padre. Un día, a la edad de trece años, mi padre me llevó al hospital Calderón Guardia, motivándome que mi madre seguía enferma y que quería verme. Al encontrarme con ella en el hospital, en el salón de ginecología, me dijo: “Manuelito, de esta cama yo no me voy a levantar, quiero que seas fuerte, y que acompañes a tus hermanos. Estaremos unidos en la oración y en la comunión”
Cuando me quedé sin madre fui donde mi abuelita y le dije: “Abuelita, yo ya no tengo mamá, ¿usted quiere ser mi mamá?”. Ella dijo que sí y todos los sábados, cuando salía del seminario menor, la iba a ver; pero al poco tiempo, también ella falleció. Sentí entonces la soledad de no tener mamá.
Todos los dos de agosto, día en que los costarricenses honramos a la Santísima Virgen bajo la advocación “Nuestra Señora de los Ángeles”, yo solía ir a la Basílica a consagrarle a María mis años de Seminario, y entonces, no teniendo ya a mi abuelita, me hinqué un día ante Ella y le dije: “Mi mamá murió, mi abuela también, yo ya no quiero tener mamás que se mueran, quiero tener una mamá para siempre, quiero que seas mi mamá”.
Desde entonces, María me acogió como hijo y encontré en Ella la maternidad, siguiendo el ejemplo de todos los santos que a Ella se han consagrado. Desde entonces, como el discípulo Amado que la llevó a su casa, la he llevado en mi corazón y la he sentido Madre. Nunca me he sentido huérfano, y mi oración siempre ha sido: “Madre, tómame, llévame y condúceme a Jesús”. Y es Ella Quien me ha guiado en mi sacerdocio y me ha mantenido por tantos años siempre fiel a Su Hijo. Es Ella Quien camina a mi lado cada día y ora por mí y conmigo, es Ella a quien me consagro cada día luego de la Eucaristía diciéndole “Bendita sea tu pureza…y eternamente lo sea…”
Madre, quiero darte las gracias por no haberme soltado nunca de tus brazos, por tantos años de sacerdocio, y porque siempre me llevas a Jesús. Hazme humilde como Tú y permite que sea siempre fiel a Aquél que entre todas las mujeres del mundo, te eligió a Ti como Madre.
Mamita María, este poema, inspirado en la que ha sido siempre mi oración, es para Ti en este Año Sacerdotal. Con él renuevo mi consagración a Ti y te pido la Gracia de seguir siendo un fiel sacerdote de Jesucristo:
Hoy me consagro a Ti, María,
ámame, cuídame, instrúyeme.
En tus brazos pongo mi vida:
¡Tómame, llévame, condúceme!
Hazme obediente a Su Palabra,
ámame, cuídame, instrúyeme.
Hazme sentir cuánto me ama:
¡Tómame, llévame, condúceme!
Haz que me goce en el Señor,
ámame, cuídame, instrúyeme.
Meditando todo Su Amor
¡Tómame, llévame, condúceme!
Hazme valiente como Tú,
ámame, cuídame, instrúyeme.
Hazme estar firme ante la cruz:
¡Tómame, llévame, condúceme!
Sé mi modelo mientras viva,
ámame, cuídame, instrúyeme.
Hoy me consagro a Ti, María:
¡Tómame, llévame, condúceme!
ámame, cuídame, instrúyeme.
En tus brazos pongo mi vida:
¡Tómame, llévame, condúceme!
Hazme obediente a Su Palabra,
ámame, cuídame, instrúyeme.
Hazme sentir cuánto me ama:
¡Tómame, llévame, condúceme!
Haz que me goce en el Señor,
ámame, cuídame, instrúyeme.
Meditando todo Su Amor
¡Tómame, llévame, condúceme!
Hazme valiente como Tú,
ámame, cuídame, instrúyeme.
Hazme estar firme ante la cruz:
¡Tómame, llévame, condúceme!
Sé mi modelo mientras viva,
ámame, cuídame, instrúyeme.
Hoy me consagro a Ti, María:
¡Tómame, llévame, condúceme!
Costa Rica, 8 de diciembre del Año Sacerdotal 2009
Nuestro agradecimiento al P. Manuel de Jesús Peña
y a Teresa Sanga por habernos enviado
este precioso testimonio.