sábado, 26 de diciembre de 2009

P. Denis Ochoa Vidal: "Te diré mi amor, Rey mío."


TE DIRÉ MI AMOR, REY MÍO
Reflexión de Navidad para mis Hermanos Sacerdotes
P. Denis Ochoa Vidal


Ha llegado la Navidad. Después de la experiencia del tiempo de Adviento, cada uno de nosotros sacerdotes se dispone a celebrar este Misterio que encierra el acontecimiento del Verbo Divino que ha asumido nuestra condición humana y ha nacido Niño en el pesebre de Belén.
La Navidad es para cada uno de nosotros Presbíteros, la oportunidad de un renacimiento; en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios el sacerdote renueva su ordenación sacerdotal, ya que fue precisamente en el seno de la Santísima Virgen María, en donde Cristo fue constituido Sumo y Eterno Sacerdote, Mediador único entre Dios y los hombres.
La celebración de la Misa de Navidad, cuando el sacerdote toma entre sus manos la sagrada imagen del Niño Dios para colocarlo en el Nacimiento, nos permite recordar que nuestro ministerio consiste en “colocar” a Jesús en el corazón de la humanidad, en donde multitudes de familias, de niños y jóvenes esperan la salvación de Dios.
La Santísima Virgen María es la que puede enseñarnos las actitudes más sublimes para llevar en nuestra persona la presencia de Jesús, cada vez que lo proclamamos en su Palabra y cuando lo hacemos presente en el misterio eucarístico. Si nuestro ministerio lo actuamos “in persona Christi”, esto significa que cada uno de nosotros es una prolongación del misterio de la Encarnación, lo hacemos presente en el mundo, nuestra razón de ser como sacerdotes es ser Cristo salvando continuamente a la humanidad, por eso, con toda razón se dice que el sacerdote ya no se pertenece.
Celebrar la Navidad exige de cada uno de nosotros presbíteros una actitud de conversión. Lejos de nosotros ser meros funcionarios en el ejercicio de nuestro ministerio, ha de quedar en nosotros una huella profunda, una impresión anímica, psicológica y espiritual que nos permita nacer de nuevo con Jesús. Esta solemnidad ha de ser para cada sacerdote un “parte aguas” que suscite en todos y en cada uno, el deseo y el propósito firme de entrar en el proceso de formación permanente, del cual cada uno de nosotros es el primer responsable.
A nadie le es lícito minimizar el sacerdocio de Jesucristo que lleva en su persona; de ninguna manera podemos caer en la rutina o vivir en situaciones esclavizantes, eso sería vivir en la mediocridad y una grave falta de responsabilidad humana y cristiana, ante Dios y ante su pueblo.
Como Presbíteros estamos llamados a vivir y celebrar con esperanza la Navidad, en ella el Padre nos vuelve a decir que nos ama incondicionalmente, que cuenta con nosotros para seguir salvando a la humanidad.