Dos manos tiene el sacerdote al servicio de sus hermanos: una es para agarrarse fuertemente de Dios, la otra para tenderla a los necesitados.
Sube al altar más ricamente vestido que un Rey.
Sube más acicalado que un Príncipe.
Es más contemplado que un actor Célebre.
Hacia él se vuelven los Ojos y las Luces.
Hacia él humean los Incensarios.
Sea Hermoso o Feo, siempre es Hermoso.
Sea Alto o Bajo, siempre es Alto.
Pero aun con todo esto, no se cruza, sin embargo, por el espíritu de sacerdote alguno, la creencia de que todos esos homenajes se dirigen a él, de ninguno se ostenta, ni se jacta, ni tira besos al público. El mismo esplendor de su casulla lo esconde.Todo esto se debe a que el Sacerdote, es formado del mismo barro de todos los seres humanos, es escogido de la misma tierra donde crecen la flor y el espino, los buenos y los malos.
Pues dos manos tiene el Sacerdote al servicio de sus hermanos y hermanas:Una es para agarrarse fuertemente de Dios.
La otra para tenderla a los necesitados.
El Sacerdote es el mediador entre Dios y sus hermanos; es mensajero de Salvación, es canal de Dios.
Para que el Sacerdote pueda cumplir bien su misión tendrá que estar muy bien enraizado en Dios para transmitir mejor la vida del dador de todos los dones.
Dios sigue necesitando de todos los seres humanos al servicio de los otros.Más aún necesita de Sacerdotes llenos de Fe, de Amor y Esperanza, que sirvan de cauce para que su Gracia circule y la Buena Nueva sea anunciada en un lenguaje actual, que valla acorde con los signos de los tiempos.