sábado, 5 de diciembre de 2009

Beato Manuel González: El Corazón de Jesús al corazón del Sacerdote (IV)


¿TÚ CREES EN EL HIJO DE DIOS?
Tu credis in Filium Dei?
Jn 9, 35
No recibas con extrañeza mi pregunta, sacerdote mío.
Y si no puedes reprimirla déjame que te diga que más pena me causa a mi hacerla que extrañeza a ti recibirña-
¡Tengo que hacer esa pregunta a tantos y tantas veces!
Me veo tratado por muchos de mis bautizados y hasta de mis preferidos de modo tan distinto de como debe ser tratado el Hijo de Dios, que ha lugar a que les vuelva a preguntar como a aquel cieguecito de Siloé que, despues de curado, no sabía quién era el hombre aquel que le habñia devuelto la vista: ¿Tú crees en el Hijo de Dios?
Pero con esta gran diferencia: que el ciego del milagro podía tener motivos legítimos para no conocerme, ¡ciego de naciemitno, ignorante, obligado a mendigar su sustento, sin una mano que lo hubiera traido a mí y sin una voz que caritativa que de mí le hubiera hablado!... ¡pero los otros, los nacidos en familias y pueblos cristianos, los agasajados por mi Corzón, los instruidos en mi Ley, esos... deben estar enterados de quién es el hombre aquel! ¡Y, sin embargo, ni aún como hombre me tratan!
La confesión de la boca y de la cabeza
Sí, ¡tengo tantos amigos aún no enterados de quién es el Jesús del milagro de su primera Comunión, de la serie de ellos de su Semianrio, del milagro de los milagros de su Sacerdocio!...
Cierto que sus bocas y aun sus cabezas, me confiesan Hijo de DIos, pero ¿sus obras? ¿sus corazones?
Estas dos cosas responden de mí como a los fariseos respondían el ciego y sus padres.
Ubi est ille? preguntaban al primero, ¿en donde está el que te ha curado?
Nescio, respondía. No lo sé.
Quis eisu aperuit oculos? preguntaban a los segundos , ¿quién abrió sus ojos?
Nos nescimus... No lo sabemos.
No sabemos... En ellos me dolía esa respuesta porque aun no me conocían. Pero, ¿en mis amigos? ¿que tengan que decir con sus obras y con su corazón que no saben en dónde estoy ni quién soy?
La confesión de corazón y obras
Porque si de corazón y de obras supieran en donde Yo estoy ¿me vería tan solo de sacerdotes en mis sagrarios? ¿ME vería tan poco buscado por ellos en sus penas, en sus alegrías, en sus perplejidades, en sus luchas... en mis abandonos?...
Y su de corazón y de obras supieran quien soy ¿me vería tan poco y tan desfiguradamente predicado, tan firmanete sentido, tan injustamente preterido... de los míos?
¡Ah! Sacerdote, que al venir a dedicarme en este Sagrario un poco de tiempo, me estas diciendo que de corazón y de obras sabes en donde estoy y quien yo soy, ¿no descubres una gran espina para mi Corazón en ese desconocimiento afectivo y práctico de los míos?
¿Verdad que me sobra razón para salir al encuentro de cada uno de ellos y preguntarle? ¿Pero tú cres en el Hijo de Dios? ¿Tú crees en tu Misa? ¿Tú crees en tu Sagrario?
Y ¿no has de creer?
¡Si mejor que nadie tú sabes que en una y en otro me ves y te hablo!
Y si crees, ¿por qué no terminas como el ciego del milagro que adelantándose se postró? ¿Por qué tu fe en el Hijo de Dios no te lleva a adorarlo no solo con tu boca y con tu cabeza, sino con tu corazón y tus obras?
¿Podría haber para tu vida pública y privada, de hombre y de sacerdote y pra todas las manifestaciones de tu vida y de tu persona un programa más completo y adecuado que este: Que todo tú y todo lo tuyo sea respuesta digan al credis in Filium Dei?...
Ese programa , así cumplido quitaría a tu vida y a tu persona la dualidad que tanto escandaliza al pueblo: haría desaparecer ese doble hombre público y privado y produciría esto sólo: un sacerdote de Jeús.
¡Con costumbres, hábitos, aficciones, porte y trato de sacerdote! ¡Hombre de Dios y seimre y en todo sacerdote!
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Respuesta: Pídase al Espíritu Santo aumento de espíritu eclesiástico. Para la meditación salmo 109: Dixit Dominus...