Unas claves de espiritualidad sacerdotal
En el Año sacerdotal, el presbítero debe ser persona de esperanza, y hombre de coraje para la misión evangelizadora y pastoral que Jesús reclama hoy. Y si los sacerdotes querían andar ligeros, seguros y contentos, haciendo el bien en toda ocasión y lugar, mientras viven la vida nueva de bautizados y de consagrados por el sacerdocio, se recomienda:
1. Estar siempre en vela. Conviene que los sacerdotes -como por otra parte todos los cristianos- se dejen desvelar por las realidades de la vida, que nos hagan despertar y abrir los ojos. "¿Todavía no lo entendéis? ¿No recordáis los cinco panes distribuidos a las cinco mil personas? Decid, ¿cuántas cestas recogisteis?", decía Jesús a sus apóstoles para que se decidieran a la santidad de vida y a la acción evangelizadora (Mt 16, 8-10).
2. Ser capaces de maravillarnos, como la Virgen María que, aunque no lo entendía todo, lo ponderaba y se maravillaba de la acción de Dios. Como los niños, que confían y se abandonan en manos de su padre. Los sacerdotes deben ser hombres de oración y ampliar sus horizontes. Mirar más allá y saber contemplar "los signos de los tiempos" con agradecimiento.
3. Darse cuenta de que Dios es menos el Omnipotente del más allá, que no el Misterio de Amor que habita dentro de nosotros. Debemos "reformar" nuestra visión del Dios frágil, que sólo nos sirve a medias según las peticiones que le hacemos o las frustraciones que compartimos con Él, desde nuestro estrecho punto de vista, por más que estemos cargados de buena voluntad. Abrirnos al Dios siempre más grande. Ser testigos de Dios y de las realidades espirituales.
4. "Perder poder para ganar comunión" (P. Josep Vives). Forma parte del nuevo concepto del sacerdocio de hoy. No tanto condenar y denunciar, y quizás tampoco mandar y hacer declaraciones, y más proponer con convencimiento, estar cerca de las personas y trabajar en silencio por la comunión, que se hace con paciencia, porque debe respetar los sentimientos y las voluntades de los hermanos y de todos los que nos rodean.
5. Saber trabajar pastoralmente en minoría. Muchos sacerdotes que en el pasado se han movido con viento favorable y con apoyo social, ahora lo tienen más en contra. No todos responden. Parece como si las masas abdicaran de la fe. Hará falta volver a salir a sembrar, donde convenga. Y valorar las semillas que van germinando. Siempre con confianza en la tarea silenciosa del Espíritu Santo.
6. Mantener una mirada profética inconformista, como la de Jesús. "¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra?" (Lc 12, 5). Es decir, saber vivir con la tensión y en medio de un combate que no hemos buscado, tal y como lo hizo Jesús, y muy bien lo consiguió. Querer cambiar e ir adelante. Buscando la justicia del Reino y el bien de las personas. Anunciando a un Dios que siempre es Padre misericordioso y fiel.
1. Estar siempre en vela. Conviene que los sacerdotes -como por otra parte todos los cristianos- se dejen desvelar por las realidades de la vida, que nos hagan despertar y abrir los ojos. "¿Todavía no lo entendéis? ¿No recordáis los cinco panes distribuidos a las cinco mil personas? Decid, ¿cuántas cestas recogisteis?", decía Jesús a sus apóstoles para que se decidieran a la santidad de vida y a la acción evangelizadora (Mt 16, 8-10).
2. Ser capaces de maravillarnos, como la Virgen María que, aunque no lo entendía todo, lo ponderaba y se maravillaba de la acción de Dios. Como los niños, que confían y se abandonan en manos de su padre. Los sacerdotes deben ser hombres de oración y ampliar sus horizontes. Mirar más allá y saber contemplar "los signos de los tiempos" con agradecimiento.
3. Darse cuenta de que Dios es menos el Omnipotente del más allá, que no el Misterio de Amor que habita dentro de nosotros. Debemos "reformar" nuestra visión del Dios frágil, que sólo nos sirve a medias según las peticiones que le hacemos o las frustraciones que compartimos con Él, desde nuestro estrecho punto de vista, por más que estemos cargados de buena voluntad. Abrirnos al Dios siempre más grande. Ser testigos de Dios y de las realidades espirituales.
4. "Perder poder para ganar comunión" (P. Josep Vives). Forma parte del nuevo concepto del sacerdocio de hoy. No tanto condenar y denunciar, y quizás tampoco mandar y hacer declaraciones, y más proponer con convencimiento, estar cerca de las personas y trabajar en silencio por la comunión, que se hace con paciencia, porque debe respetar los sentimientos y las voluntades de los hermanos y de todos los que nos rodean.
5. Saber trabajar pastoralmente en minoría. Muchos sacerdotes que en el pasado se han movido con viento favorable y con apoyo social, ahora lo tienen más en contra. No todos responden. Parece como si las masas abdicaran de la fe. Hará falta volver a salir a sembrar, donde convenga. Y valorar las semillas que van germinando. Siempre con confianza en la tarea silenciosa del Espíritu Santo.
6. Mantener una mirada profética inconformista, como la de Jesús. "¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra?" (Lc 12, 5). Es decir, saber vivir con la tensión y en medio de un combate que no hemos buscado, tal y como lo hizo Jesús, y muy bien lo consiguió. Querer cambiar e ir adelante. Buscando la justicia del Reino y el bien de las personas. Anunciando a un Dios que siempre es Padre misericordioso y fiel.