sábado, 3 de octubre de 2009

Cartas de Santa Teresita con el P. Roulland, hermano espiritual (I)



J.M.J.T.
23 de junio de 1896
Jesús
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Carmelo de Lisieux
Reverendo Padre:
He pensado que le daría una alegría a nuestra Madre regalándole para el 21 de junio, que es su santo, un corporal y un purificador con una palia, para que ella tuviese el gusto de enviárselo a usted para el día 29. A esta venerada Madre le debo la dicha íntima de estar unida a usted por los lazos apostólicos de la oración y la mortificación; por eso le pido, Reverendo Padre, que me ayude en el altar a pagar mi deuda de gratitud. Me siento muy indigna de estar especialmente asociada a uno de los misioneros de nuestro adorable Jesús; pero como la obediencia me confía esta dulce tarea, estoy segura de que mi celestial Esposo suplirá mis pobres méritos (sobre los que no me apoyo lo más mínimo) y de que escuchará los deseos de mi corazón, fecundando su apostolado. Me sentiré verdaderamente feliz de trabajar con usted por la salvación de las almas. Para eso me hice carmelita: al no poder ser misionera por la acción, quise serlo por el amor y la penitencia como santa Teresa, mi seráfica Madre... Le ruego, Reverendo Padre, que pida para mí a Jesús, el día en que se digne bajar del cielo por vez primera al conjuro de su voz, que le pida que me abrase con el fuego de su amor para que luego pueda yo ayudarle a usted a encenderlo en los corazones. Hace tiempo que deseaba conocer a un apóstol que quisiese pronunciar mi nombre en el altar el día de su primera Misa... Deseaba prepararle yo misma los lienzos sagrados y la blanca hostia destinada a ocultar al Rey del Cielo... Ese Dios de bondad ha querido hacer realidad mi sueño y mostrarme una vez más cómo le gusta colmar los deseos de las almas que le aman sólo a él. Si no temiese ser indiscreta, le pediría también, Reverendo Padre, que tuviese cada día en el altar un recuerdo para mí... Cuando el océano le separe de Francia, al mirar la palia que tan gustosamente he pintado, recuerde que en la montaña del Carmelo un alma ruega sin cesar al divino Prisionero del amor por el éxito de su gloriosa conquista. Desearía, Reverendo Padre, que nuestra unión apostólica sólo fuese conocida por Jesús, y pido una de sus primeras bendiciones para quien se sentirá feliz de llamarse eternamente Su indigna hermanita en Jesús-Hostia.
Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz
rel. carm. ind.