En este sábado de Témporas, conforme al Misal del Beato Juan XXIII, la Iglesia pide al Señor especialmente por los ministros del altar. Y en esta ocasión lo hacemos en el contexto de la celebración del Año Sacerdotal convocado por Nuestro Santo Padre Benedicto XVI.
Esta súplica que eleva la Iglesia por el aumento del número, pero sobre todo por la calidad de los sacerdotes se apoya en el mandato que ha recibido directamente del Señor: "Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies".
La Iglesia y la sociedad tienen necesidad de muchos sacerdotes, porque la mies es abundante. En este sentido, nunca será suficiente el número de sacerdotes. Pero, aún más urgente que el número es la calidad espiritual y humana de aquellos que aspiran al sacerdocio y de los mismos obispos y sacerdotes.
La Iglesia quiere obispos y sacerdotes que aspiren con sinceridad y con determinación firme a la santidad.
La Iglesia quiere que sus ministros sean santos, porque es Dios mismo quien lo quiere así: "Sed santos, porque yo vuestro Dios soy santo".
Este deseo de Dios y de su Iglesia debería ser también el deseo de los miembros de la Iglesia. Este debería ser el deseo del Pueblo de Dios, tener sacerdotes santos.
Para ello, los fieles han de pedir este don a Dios con humildad y con perseverancia, asociando a su oración el ofrecimiento de los sacrificios y de las pequeñas cruces de la vida diaria, para que así el Señor bendiga a su Iglesia y al mundo con el don maravilloso del sacerdocio católico.
La responsabilidad de los fieles afecta no sólo a la oración acompañada de sacrificios, sino también al deber de promover entre los niños y los jóvenes de las propias familias cristianas la estima y la veneración hacia los sacerdotes y hacia el ministerio que estos ejercen para el bien de la Iglesia y del mundo.
Un laicado responsable es aquél que quiere verdaderamente que sus sacerdotes sean santos, que sean hombres de Dios, administradores incansables de las gracias que el Señor pone en sus manos para la santificación de las almas, absolutamente fieles a la Iglesia y a su Cabeza visible, el Papa.
Un laicado responsable es aquél que en sus conversaciones, valoraciones y exigencias no manifiesta una opinión favorable hacia modelos de vida sacerdotal asimilados al mundo, ni a las corrientes de opinión dominantes, ni hacia estilos de vida y de mentalidad secularizantes.
Contrariamente, lo que los laicos tienen derecho a esperar, e incluso a exigir, de sus obispos y de sus sacerdotes es que estos sean imagen viva de Cristo Buen Pastor. Obispos y sacerdotes según el Corazón de Cristo, obispos y sacerdotes que sean testigos valientes y humildes del evangelio, auténticos servidores de la verdad y de la caridad para con sus hermanos.
Pidamos esta gracia acudiendo a la poderosa intercesión de la Madre de Cristo Sacerdote y de todos los sacerdotes, a la Madre del Pueblo sacerdotal que es la Santa Iglesia de Cristo. Amén.