La obra maestra del amor de Jesucristo a la humanidad es la Eucaristía; maravilla que sería increíble si Jesucristo no amara como Dios.
Al ausentarse de la tierra, quiso transmitir a otros su Sacerdocio. El Sacerdote fue un prodigio de grandeza. Los Santos Padres han dicho de él grandes cosas; pero la más grande que de él puede afirmarse es que es el hombre de la Eucaristía; porque para la Eucaristía principalmente vive, por la Eucaristía se sostiene y la Eucaristía es su más potente arma de combate.
El pueblo cristiano mismo puede con toda verdad asegurarse que es el pueblo de la Eucaristía como fue Israel en los principios el pueblo del tabernáculo y fue más tarde el pueblo del templo. En derredor de la Eucaristía se mueven los creyentes; son sus cortesanos, así como la Eucaristía es el centro de su vida.
Y lo fue ayer, cuando perseguidos los fieles se congregaban en torno de la Eucaristía; y lo es hoy y lo será siempre y lo será en todas partes.
Los Apóstoles, a la vez que de los dogmas generales y preceptos evangélicos, lo fueron de la Eucaristía. Nada más patente. San Pablo la enseña, la explica, la encomia en sus Epístolas.
Al ausentarse de la tierra, quiso transmitir a otros su Sacerdocio. El Sacerdote fue un prodigio de grandeza. Los Santos Padres han dicho de él grandes cosas; pero la más grande que de él puede afirmarse es que es el hombre de la Eucaristía; porque para la Eucaristía principalmente vive, por la Eucaristía se sostiene y la Eucaristía es su más potente arma de combate.
El pueblo cristiano mismo puede con toda verdad asegurarse que es el pueblo de la Eucaristía como fue Israel en los principios el pueblo del tabernáculo y fue más tarde el pueblo del templo. En derredor de la Eucaristía se mueven los creyentes; son sus cortesanos, así como la Eucaristía es el centro de su vida.
Y lo fue ayer, cuando perseguidos los fieles se congregaban en torno de la Eucaristía; y lo es hoy y lo será siempre y lo será en todas partes.
Los Apóstoles, a la vez que de los dogmas generales y preceptos evangélicos, lo fueron de la Eucaristía. Nada más patente. San Pablo la enseña, la explica, la encomia en sus Epístolas.
Nuestro agradecimiento al Rvdo. D. Ignacio Gillén