El corazón del verdadero Sacerdote es humilde, y la humildad lo embellece, lo enriquece, lo ensalza y glorifica.
La humildad es bella; las simpatías del humilde lo demuestran. Es tan bella que acrecienta la belleza de lo bello, que da belleza a lo deforme. En el Sacerdote se ve; el corazón de ese hombre enamora, es la humildad, a ella debe el ser accesible; no es monte escarpado, no es ciudad amurallada, no es edificio cerrado, es campo llano.
[...] El corazón del Sacerdote, del verdadero Sacerdote, es una maravilla de la divina gracia. Las obras de ésta son admirables. «Mirabilis Deus in sanctis suis.» Las transformaciones que realiza, conversiones; la fuerza que infunde, martirio; las luces que comunica, doctores; pero con todas compite lo que hace en el Corazón del Sacerdote. Corazón sufrido, resignado, paciente.
Los dolores y agonías del Sacerdote son muchos. El Apóstol San Pablo contaba sus trabajos, añadía: «sollicitudo omnium ecclesiarum; quis infirmatur», concluía, «et ego nom infirmur» El Sacerdote halla guerra en todas partes; marcha como los israelitas en el desierto; las almas, la Iglesia, la Sede Apostólica le interesan mucho, y no hay dolor que no comparta. ¿No es un gran corazón el que así siente? Copia perfectísima del Corazón de Jesús.
La humildad es bella; las simpatías del humilde lo demuestran. Es tan bella que acrecienta la belleza de lo bello, que da belleza a lo deforme. En el Sacerdote se ve; el corazón de ese hombre enamora, es la humildad, a ella debe el ser accesible; no es monte escarpado, no es ciudad amurallada, no es edificio cerrado, es campo llano.
[...] El corazón del Sacerdote, del verdadero Sacerdote, es una maravilla de la divina gracia. Las obras de ésta son admirables. «Mirabilis Deus in sanctis suis.» Las transformaciones que realiza, conversiones; la fuerza que infunde, martirio; las luces que comunica, doctores; pero con todas compite lo que hace en el Corazón del Sacerdote. Corazón sufrido, resignado, paciente.
Los dolores y agonías del Sacerdote son muchos. El Apóstol San Pablo contaba sus trabajos, añadía: «sollicitudo omnium ecclesiarum; quis infirmatur», concluía, «et ego nom infirmur» El Sacerdote halla guerra en todas partes; marcha como los israelitas en el desierto; las almas, la Iglesia, la Sede Apostólica le interesan mucho, y no hay dolor que no comparta. ¿No es un gran corazón el que así siente? Copia perfectísima del Corazón de Jesús.
Nuestro agradecimiento al Rvdo. D. Ignacio Gillén