lunes, 3 de agosto de 2009

HORA SANTA EN LA FIESTA DEL SANTO CURA DE ARS


I. EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
DE RODILLAS
El sacerdote revestido expone el Santísimo Sacramento y lo inciensa, mientras se entona este canto u otro canto eucarístico.
Pange, lingua, gloriósi
córporis mystérium,
sanguinisque pretiósi,
quem in mundi prétium
fructus ventris generósi
Rex effúdit géntium. Amen.

TRADUCCIÓN: Canta, lengua, el misterio del cuerpo glorioso y de la sangre preciosa que el Rey de las naciones, fruto de un vientre generoso, derramó como rescate del mundo. Así sea.

II. ACTO DE AMOR
Oración que solía recitar san Juan María Vianney
Te amo, oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote
que vivir un instante sin amarte.
Te amo, oh mi Dios,
y la única gracia que deseo es amarte eternamente.
Dios mío, si mi lengua no es capaz de decir
a cada momento que os ama,
quiero que mi corazón lo diga
tantas veces cuantas respiro.
Te amo, oh Divino Salvador,
porque has sido crucificado por mí,
y me tienes aquí crucificado contigo.
Dios mío, concédeme la gracia de morir
amándotey sintiendo que te amo. Amén.
III. ACTO DE FE
SENTADOS
MONITOR: El pasado 19 de junio, su Santidad Benedicto XVI inauguraba solemnemente el Año de oración por la santificación de los sacerdotes invitando a toda la Iglesia a rezar por los sacerdotes.
Hoy, en la fiesta de san Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, nos reunimos en torno a Jesús Sacramentado para ado-rarle, para alabarle y para llamar a su Corazón que renueve la vida de sus sacerdotes.
San Juan María tenía una fe muy grande en Jesús e invitaba a los fieles a visitar a Jesús presente en el Sagrario: "Nuestro Señor está ahí escondido, -decía en una ocasión- esperando que vayamos a visitarle y a pedirle. Él está ahí, en el sacramento de su amor; él suspira e intercede sin cesar junto a su Padre por los pecadores. Está ahí para consolarnos, de esta forma, debemos visitarle a menudo.
Cuanto le agrada ese pequeño rato que quitamos a nuestras ocupaciones o a nuestros caprichos para ir a rezarle, a visita-rle, a consolarle de todas las injurias que recibe.
Cuando ve venir con prisa a las almas puras.... ¡él les sonríe! ¡Y que felicidad experimentamos en la presencia de Dios, cuando nos encontramos solos a sus pies, delante de los san-tos sagrarios!
Nosotros, en este acto de adoración al Santísimo Sacramento, acogemos estas palabras del Santo Cura de Ars y renovamos nuestra fe en la presencia real de nuestro Señor Jesucristo en el Sacramento de la Eucaristía, diciendo: Señor, yo creo; pero aumenta mi fe.
[1]
R/. Señor, yo creo pero aumenta mi fe.
  • Creemos, Señor Jesús, que en la noche del Jueves Santo instituiste el sacramento de la Eucaristía convirtiendo el pan en tu Cuerpo y el vino en tu Sangre.
  • Creemos, Señor Jesús, que en la noche del Jueves Santo confiaste a la Iglesia la renovación del Sacrificio de tu Cuerpo y de tu Sangre para el perdón de los pecados.
  • Creemos, Señor Jesús, que cada vez que un sacerdote celebra la Santa Misa te haces presente en el pan y el vino consagrados.
  • Creemos, Señor Jesús, que estás presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en el Sacramento de la Eucaristía.
  • Creemos, Señor Jesús, que te das a nosotros como alimento para la vida eterna en la Sagrada Eucaristía.
  • Creemos, Señor Jesús, que vives y nos escuchas, que estás y que nos esperas en cada Sagrario.
  • Creemos, Señor Jesús, que a pesar de que nuestros ojos no te ven y que somos indignos de este don, tú estás presente en medio de nosotros.
DE RODILLAS
Entonemos ahora este canto donde confesamos nuestra fe en la presencia de Jesús.

Cantemos al Amor de los amores,
cantemos al Señor.
¡Dios está aquí! Venid, adoradores;
adoremos a Cristo Redentor.
¡Gloria a Cristo Jesús! Cielos y tierra,
bendecid al Señor.
¡Honor y gloria a ti, Rey de la gloria;
amor por siempre a ti, Dios del amor!


IV. PRESENTACIÓN DE NUESTRA ORACIÓN
SENTADOS
MONITOR: En una ocasión el santo Cura de Ars definió la oración como "la elevación de nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su Criador". Con este espíritu estamos aquí delante de Jesús Eucaristía. Hemos venido a orar, a elevar nuestro corazón a Dios, a tener una dulce conversación con Nuestro Criador.
Una oración que debe ser expresión de nuestra fe -de nuestra confianza en Dios- y que ha de ser presentada con pureza de corazón. Decía el Santo Cura:
“¡Cuántas veces venimos a la iglesia sin saber a qué venimos ni qué queremos pedir! Sin embargo, cuando se va a casa de cualquiera, se sabe muy bien por qué uno se dirige a ella. Los hay que parecen decirle a Dios: «Vengo a decirte dos palabras para cumplir contigo...». Con frecuencia pienso que, cuando venimos a adorar a nuestro Señor, conseguiríamos todo lo que quisiéramos, con tal de pedirle con fe viva y un corazón puro".

Acogiendo esta enseñanza, digamos con fe y con un corazón puro:

R/. Señor, acepta nuestra oración.
  • Tú que dijiste: Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá:
  • Tú que enseñaste que si dos o más se reúnen en la tierra para pedir algo, el Dios Padre del Cielo lo concederá.
  • Tú que dijiste que todo lo que se pida con fe en la oración será concedido
  • Tú que dijiste que todo el que pida el Espíritu Santo a Dios Padre le será dado porque es un Padre bueno
  • Tu que enseñaste que nuestra oración no se ha de caracterizar por las muchas palabras, creyendo que por mucho hablar seremos escuchados
  • Tú que enseñaste que el Padre Dios sabe cuáles son nuestras necesidades.
  • Tú que dijiste que hemos de orar en toda ocasión sin desanimarnos
  • Tú que enseñaste a tus discípulos a orar dándoles la oración del padrenuestro.
  • Tú que oraste durante tu vida terrena intimando con Dios, que oraste ante los grandes misterios de tu misión redentora, que te entregaste a la voluntad del Padre en la pasión y en la muerte
  • Tú que en tu oración intercediste por tus discípulos para que fuesen fieles
Entonemos ahora este salmo (140) donde pedimos que nuestra oración suba hasta el cielo y sea agradable a Dios:

El alzar de mis manos, Señor,
suba a ti como ofrenda de la tarde,
y el clamor de mi humilde oración,
suba a ti como incienso en tu presencia.

1.- Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela en la puerta de mis labios,
y no dejes, Señor, que me incline
a la maldad de mi corazón.
2.- Mis ojos, Señor, están vueltos a Ti,
en Ti me refugio, no me abandones,
guárdame del lazo que me han tendido,
líbrame de la trampa del malhechor.

V. ACCIÓN DE GRACIAS POR EL SACERDOCIO

MONITOR: Queremos que nuestra oración, que en esta tarde está centrada en pedir por los sacerdotes, suba como incienso ante la presencia de Dios.
Los sacerdotes son un inmenso don no sólo para la Iglesia sino también para la humanidad entera –nos recordaba el Papa Benedicto XVI en la carta que escribió a los sacerdotes con motivo del Año Sacerdotal.
El santo Cura de Ars se admiraba ante la grandeza del sacerdocio y llegaba a decir que “si no tuviésemos el sacramento del orden sacerdotal, no tendríamos a Nuestro Señor. ¿Quién le ha puesto ahí, es ese tabernáculo? El sacerdote. ¿Quién ha recibido el alma en su entrada a la vida? El sacerdote. ¿Quién la alimenta para darle fuerza para hacer su peregrinación de la vida? El sacerdote. ¿Quién la preparará a presentarse ante Dios, lavando esta alma, por última vez, en la sangre de Jesucristo? El sacerdote. ¿Y si esta alma va a morir por el pecado, quién la resucitará?, ¿quién le devolverá la calma y la paz? Otra vez el sacerdote.
No os podéis acordar de una buena obra de Dios, sin encontrar al lado de este recuerdo a un sacerdote.
Como el Santo Cura de Ars, asombrémonos ante el don del sacerdocio y demos gracias a Dios diciendo: Gracias, Señor, por tus sacerdotes.
R/. Gracias, Señor, por tus sacerdotes.
  • Te damos gracias, Señor, porque en la tarde del Jueves Santo instituiste el sacramento del orden para seguir presente en tu Iglesia como Pastor, Maestro y Pontífice de tu pueblo.
  • Te damos gracias, Señor, porque en tus sacerdotes sigues presente en medio de nosotros predicando el amor de Dios, sus designios de salvación, y enseñando el camino del cielo y de la felicidad cada vez que predican y nos exhortan.
  • Te damos gracias, Señor, porque en tus sacerdotes sigues guiando a tu pueblo a través de la historia cada vez que nos reúnen como miembros de tu Iglesia, cada vez que nos libran de los falsos pastores y de los lobos que amenazan nuestra vida.
  • Te damos gracias, Señor, porque en tus sacerdotes sigues santificando a tu pueblo tendiendo un puente entre Dios Padre y nosotros cada vez que celebran los sacramentos dándonos la gracia y el perdón de los pecados.
  • Te damos gracias, Señor, porque en tus sacerdotes sigues curando enfermos, librando endemoniados, denunciando el mal, haciendo el bien a los más pobres y necesitados, acogiendo a los que la sociedad desprecia, defendiendo la vida desde su inicio hasta su fin natural, potenciando la entrega a la obra del Reino, orando e intercediendo por los pecadores y por el mundo entero.

Un breve momento de silencio

VI. PETICIÓN POR LOS SACERDOTES

MONITOR: El don del sacerdocio es muy grande para la Igle-sia, para el mundo y para los mismos sacerdotes.
El Papa Benedicto XVI nos recordaba que “el Cura de Ars era muy humilde, pero consciente de ser, como sacerdote, un inmenso don para su gente. Hablaba del sacerdocio como si no fuera posible llegar a percibir toda la grandeza del don y de la tarea confiados a una criatura humana: ¡Oh, qué grande es el sacerdote! Si se diese cuenta, moriría... Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestro Señor baja del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña hostia...”
Pero, a veces, los sacerdotes no son totalmente conscientes de este gran don que es su vocación llevándoles a una vida medio-cre, monótona, desganada, sin hálito de santidad, poco evangéli-ca e incluso escandalosa para los mismos cristianos. Los mismos cambios sociales, los medios de comunicación como también la actitud de muchas personas hacia la figura del sacerdote pueden ser causa de que el primer ardor de la vocación y de aspirar a ser según el Corazón de Cristo haya decaído.

Por eso se hace necesaria la oración por los sacerdotes. Nuestro Señor Jesucristo ya lo hizo antes de entregarse a la Pasión durante la Última Cena. Escuchemos puestos en pie:

DE PIE

+ Del Santo Evangelio según san Juan 17, 1-17

Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado.
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra.
Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.
Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo.
No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad.

DE RODILLAS

Nosotros queremos continuar tu oración, Señor, y por eso te pedimos:

  • A todos los sacerdotes, dales pureza, Señor

    R/. Te rogamos, óyenos
  • Dales tu ciencia y tus virtudes, Señor
  • Dales paciencia, caridad, obediencia y benignidad
  • Dales amor al estudio y un intenso amor a la Eucaristía
  • Dales celo ardiente por las almas y fuego divino para que abrasen los corazones
  • Dales humildad, talento y respeto a su dignidad
  • Dales delicadeza en observar la rúbricas y en cuidar la celebración de los sacramentos
  • Dales grande sumisión al Santo Padre Benedicto XVI y a sus obispos
  • Dales horror a las cosas del mundo, dales rectitud y justicia
  • Dales un gran amor a María y a los santos
  • Dales el don de consejo, fortaleza en sus trabajo y un grande amor a la Cruz
  • Dales resignación en sus penas, caridad universal con las almas y generosidad
  • Dales arrepentimiento de sus pecados, ansia de enmendar su vida, de ser sacerdotes según tu Corazón y de alcanzar la santidad

Un breve momento de silencio

Y por que las funciones y ministerios que cada sacerdote ha de desempeñar en la Iglesia son muchas pidamos para que Dios los asista y ayude:

§ A nuestro Santo Padre, el Papa
R/. Envuélvelo en tu gracia, Señor
§ A los Cardenales, Nuncios y legados del Papa
R/. Envíales tu luz, Señor
§ A los Obispos, prelados y abades
R/. Dales tus dones, Señor
§ A los sacerdotes de seminarios
R/. Dales tu sabiduría, Señor
§ A los sacerdotes diocesanos
R/. Nunca los dejes, Señor
§ A los sacerdotes religiosos
R/. Hazlos perfectos, Señor
§ A los sacerdotes en los hospitales
R/. Dales constancia, Señor
§ A los sacerdotes enfermos
R/. Sánalos, Señor
§ A los sacerdotes pobres
R/. Socórrelos, Señor
§ A los sacerdotes ancianos
R/. Sostenlos, Señor
§ A los sacerdotes jóvenes
R/. Impúlsalos a tu gloria, Señor
§ A los sacerdotes misioneros
R/. Protégelos, Señor
§ A los sacerdotes predicadores
R/. Ilumínalos, Señor
§ A los sacerdotes directores de almas
R/. Instrúyelos, Señor
§ A los sacerdotes párrocos
R/. Dales tino, Señor
§ De los sacerdotes vicarios
R/. No te apartes, Señor
§ A los sacerdotes celosos
R/. Ayúdalos, Señor
§ A los sacerdotes que desean amarte
R/. Enciéndelos, Señor
§ A los sacerdotes tristes
R/. Consuélalos, Señor
§ A los sacerdotes turbados
R/. Dales paz, Señor
§ A los sacerdotes aislados
R/. Acompáñalos, Señor
§ A los sacerdotes atados a lo terreno
R/. Rompe sus cadenas, Señor
§ A los sacerdotes difuntos
R/. Dales la gloria, Señor.

SENTADOS

Un breve momento de silencio


VII. PETICIÓN POR LAS VOCACIONES

MONITOR: Convencidos con el Santo Cura de Ars que “tras Dios, ¡el sacerdote lo es todo! “ y que “si no tuviésemos el sacramento del orden sacerdotal, no tendríamos a Nuestro Señor” acudimos a Jesús Sumo y Eterno Sacerdote para que dé a su Iglesia muchos y santos sacerdotes.

DE RODILLAS

R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.

  • Para que no deje de celebrarse la Santa Misa, para que tengamos siempre en nuestros templos la Sagrada Eucaristía, para que no nos falte Jesús en la Comunión.
  • Para que haya intermediarios entre Dios y los hombres, abogados que nos defiendan ante el divino acatamiento y padres que nos perdonen nuestros pecados.
  • Para que sean bautizados los niños, santificado el amor de los esposos y auxiliados los que dejan este mundo.
  • Para que alejen a los demonios, para que rescaten a las almas del Purgatorio, para que alegren a los cielos.
  • Para que los niños aprendan la fe salvadora, para que los jóvenes reciban protección y los adultos adquieran fortaleza.
  • Para que todos, pobres y ricos, nos amemos como hermanos.
  • Para que nuestros ojos vean a Jesús en sus ministros, para que nuestros oídos escuchen la divina palabra, para que nuestras almas reciban su consuelo.

Un breve momento de silencio


VIII. BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO Y RESERVA

Tantum ergo sacraméntum venerémur cernui, et antíquum documéntum novo cedat rítui; praestet fides supleméntum sensuum deféctui. Genitóri Genitóque laus et iubilátio, salus, honor, virtus quoque sit et benedictio; proce-dénti ab utróque comparsit laudátio. Amen.

V/. Panem de caelo praes-titisti eis.
R/. Omne delectamentum in se habentem.

Oremus:
Deus qui nobis, sub Sacramento mirábili pasiónis tuae memóriam reliquisti:+ tribue quaésumus, ita nos Córporis et Sánguinis tui sacra mysteria venerári;* ut redemptionis tuae fructum in nobis iúgiter sentiámus. Qui vivis et regnas in saécula saeculórum.
R/. Amén.

TRADUCCIÓN: Veneremos, pues, inclinados tan gran Sacramento; y la antigua figura ceda el puesto al nuevo rito; la fe supla la incapacidad de los sentidos. Al Pa-dre y al Hijo sean dadas alabanza y júbilo, salud, honor, poder y bendición; una gloria igual sea dada al que de uno y de otro procede. Amen.
V/. Les diste pan del cielo.
R/. Que contiene en sí todo deleite.
Oremos.Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y rei-nas por los siglos de los siglos. R/. Amen.

Una vez que ha dicho la oración, el sacerdote o el diácono toma el paño de hombros, hace genuflexión, toma la custodia o el copón, y sin decir nada, traza con el Sacramento la señal de la cruz sobre el pueblo, que devotamente está arrodillado. A continuación se pueden decir las alabanzas de desagravio.

Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Después se hace la reserva, mientras se entona este canto u otro canto eucarístico.

Christus vincit, Christus regnat,
Christus, Christus imperat.
Laudáte Dóminum ómnes gentes*
Laudáte éum omnes pópuli.
Quóniam confirmata est super nos misericordia eius:*
et véritas Dómini mánet in aetérnum.
Gloria Pátri, et Fílio*
et Spiritui Sancto.
Sicut erat in principio, et nunc, et semper,*
et in saécula saeculorum. Amen.

[1] Las respuestas que se proponen pueden ser cantada o sustituida por otra antífona que exprese la misma idea o que sea conocida por el grupo. Lo mismo los otros cantos que se sugieren.