"Nuestro Señor está ahí escondido, esperando que vayamos a visitarle y a pedirle . Él está ahí, en el sacramento de su amor; él suspira e intercede sin cesar junto a su PAdre por los pecadores. Está ahí para consolarnos, de esta forma, debemos visitarle a menudo.
Cuanto le agrada ese pequeño rato que quitamos a nuestras ocupaciones o a nuestros caprichos para ir a rezarle, a visitarle, a consolarle de todas las injurias que recibe.
Cuando ve venir con prisa a las almas puras.... ¡él les sonríe! ¡Y que felicidad experimentamos en la presencia de Dios, cuando nos encontramos solos a sus pies, delante de los santos sagrarios!
II
Nuestro Señor dijo: todo lo que pidáis a mi Padre en mi nombre, os lo concederá. Nunca habríamos pensado pedir a Dios su propio Hijo. Pero lo que el hombre no podría imaginar, Dios lo ha hecho. Lo que el hombre no podría decir ni pensar y que jamás se habría atrevido a desear, Dios, en su amor, lo ha dicjo, lo ha pensado, lo ha ejecutado.
Sin la divina Eucaristía, no habría felicidad en este mundo, la vida no sería soportable. Cuando recibimos la santa comunión, recibimos nuestra alegría y nuestra felicidad.
III
El Buen Dios que quiere darse a nosotros en el sacramento de su amor, nos ha dado un deseo enorme y grande que él solamente puede satisfacer. Al lado de este bello sacramento, somos como una persona que muere de sed encontrándose al lado de un río; no tendría más que agachar la cabeza para beber. Somos como una persona que se queda pobre y se encuentra junto a un tesoro: ¡no tendría más que estirar la mano!
IV
Si los cristianos pudiesen comprender este lenguaje de Nuestro Señor que les dice: Pese a tu miseria, quiero ver de cerca esta bella alma que he creado para mí. La he hecho tan grande que sólo yo puedo rellenarla. La hecho tan pura que sólo mi cuerpo puede alimentarla.
V
Hijos míos, no hay nada tan grande como la Eucaristía. ¡Poned todas las buenas obras del mundo frente a una comunión bien hecha: ¡Será como un grando de polvo delante de una montaña!
Si pudiésemos comprender todos los bienes encerrados en la santa comunión, no haría falta nda más que contentar el corazón del hombre... el aváro no correría tras los tesoros, ni el ambicioso tras la gloria; cada uno abandonaría la tierra, sacudiría el polvo y se iría volando a los cielos.
Fuente: Jose Pedro Manglano, Orar con el cura de Ars. DDB