Astro brillante de España, Apóstol Santiago, a quién llamamos el mayor por ser del grupo de los predilectos del Señor teniendo la dicha de estar muy cerca de Jesús durante los tres años de su predicación.
Apóstol Santiago pudiste participar, juntamente con Pedro y Juan, en el momento de la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní y en el acontecimiento de la Transfiguración. En uno experimentaste la gloria del Señor, al verlo conversar con Moisés y Elías. En otro viste a tu Maestro ante el sufrimiento y la humillación, viste con tus propios ojos cómo el Hijo de Dios se humilló haciéndose obediente hasta la muerte. Conociste así que el Mesías, esperado por el pueblo judío como un triunfador, en realidad no sólo estaba rodeado de honor y de gloria, sino también de sufrimientos y debilidad. Caíste en la cuenta de que la gloria de Cristo se realiza precisamente en la cruz, participando en nuestros sufrimientos. Y, después de Pentecostés, henchido del Espíritu Santo pudiste dar el testimonio supremo por tu Señor entregando tu vida al que antes la había dado por ti.
Ahora, tus restos descansan en Compostela, desde donde sigues siendo un faro de luz para un mundo que camina sin sentido, para millones de personas que peregrinan sin meta, sin horizonte.
Enséñame, apóstol Santiago a responder con prontitud la llamada del Señor que se renueva cada día, enséñame a responder con generosidad incluso cuando me pide que deje la "barca" de las seguridades y comodidades humanas. Renueva en mí, sacerdote de Jesucristo, el entusiasmo para seguirlo por los caminos que él me señala más allá de mi presunción ilusoria, a avanzar presuroso por el camino de la santidad. Que haya en mí la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vid como lo han hecho tantos sacerdotes mártires durante veinte siglos. Que como tú, Apóstol Santiago, sea capaz de beber el cáliz del Señor para poder sentarme con él en el reino de los cielos.
Enséñame, Apóstol Santiago, caminar sin detenerme, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, seguro de que si hay dificultades voy por el buen camino. Enséñame, Apóstol Santiago, a ser sacerdote según el Corazón de Jesucristo. Amén.
Ahora, tus restos descansan en Compostela, desde donde sigues siendo un faro de luz para un mundo que camina sin sentido, para millones de personas que peregrinan sin meta, sin horizonte.
Enséñame, apóstol Santiago a responder con prontitud la llamada del Señor que se renueva cada día, enséñame a responder con generosidad incluso cuando me pide que deje la "barca" de las seguridades y comodidades humanas. Renueva en mí, sacerdote de Jesucristo, el entusiasmo para seguirlo por los caminos que él me señala más allá de mi presunción ilusoria, a avanzar presuroso por el camino de la santidad. Que haya en mí la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vid como lo han hecho tantos sacerdotes mártires durante veinte siglos. Que como tú, Apóstol Santiago, sea capaz de beber el cáliz del Señor para poder sentarme con él en el reino de los cielos.
Enséñame, Apóstol Santiago, caminar sin detenerme, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, seguro de que si hay dificultades voy por el buen camino. Enséñame, Apóstol Santiago, a ser sacerdote según el Corazón de Jesucristo. Amén.
Basada en la catequesis del Papa Benedicto XVI
sobre el Apóstol Santiago