Queridos hermanos y hermanas: Al concluir esta solemne celebración, os invito a rezar conmigo --como cada domingo-- la oración mariana del Ángelus. Pero aquí, en el santuario de san Pío de Pietrelcina, nos parece escuchar su misma voz, que nos exhorta a dirigirnos con corazón de hijos a la Virgen Santa: "Amad a la Virgen y haced que la amen". Lo repetía a todos, pero más que las palabras valía el testimonio ejemplar de su profunda devoción a la Madre celestial. Bautizado en la iglesia de Santa María de los Ángeles de Pietrelcina, con el nombre de Francisco, como el Pobrecillo de Asís, siempre experimentó por la Virgen un amor muy tierno. La providencia le trajo después aquí, a San Giovanni Rotondo, al santuario de Santa María de las Gracias, donde permaneció hasta la muerte y donde descansan sus restos mortales. Toda su vida y su apostolado se desarrollaron bajo la mirada maternal de la santísima Virgen y con la potencia de su intercesión. Consideraba la Casa Alivio del Sufrimiento como obra de María, "Salud de los enfermos". Por lo tanto, queridos amigos, siguiendo el ejemplo de padre Pío, también yo quiero encomendar hoy a todos vosotros a la maternal protección de la Madre de Dios. De modo particular la invoco para la comunidad de los Frailes Capuchinos, para los enfermos del Hospital y para los que con amor los cuidan, así como también para los Grupos de Oración que continúan, en Italia y en el mundo, la consigna espiritual del santo fundador.
Quisiera encomendar a la intercesión de la santísima Virgen y de san Pío de Pietrelcina de manera especial el Año Sacerdotal, que inauguré el viernes pasado, solemnidad del sagrado Corazón de Jesús. ¡Que sea una ocasión privilegiada para destacar el valor de la misión y de la santidad de los sacerdotes al servicio de la Iglesia y de la humanidad del tercer milenio!
Oremos en este día también por la situación difícil y a veces dramática de los refugiados. Ayer se celebró precisamente la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas. Muchas son las personas que buscan refugio en otros países escapando de situaciones de guerra, persecución y calamidad, y su acogida presenta no pocas dificultades, y sin embargo es un deber. Quiera Dios que, con el compromiso de todos, se logre eliminar lo más posible las causas de un fenómeno tan triste.
Quisiera encomendar a la intercesión de la santísima Virgen y de san Pío de Pietrelcina de manera especial el Año Sacerdotal, que inauguré el viernes pasado, solemnidad del sagrado Corazón de Jesús. ¡Que sea una ocasión privilegiada para destacar el valor de la misión y de la santidad de los sacerdotes al servicio de la Iglesia y de la humanidad del tercer milenio!
Oremos en este día también por la situación difícil y a veces dramática de los refugiados. Ayer se celebró precisamente la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas. Muchas son las personas que buscan refugio en otros países escapando de situaciones de guerra, persecución y calamidad, y su acogida presenta no pocas dificultades, y sin embargo es un deber. Quiera Dios que, con el compromiso de todos, se logre eliminar lo más posible las causas de un fenómeno tan triste.
Con gran afecto saludo a todos los peregrinos aquí reunidos. Expreso mi agradecimiento a las autoridades civiles y a cuantos han colaborado en la preparación de mi visita. ¡Gracias de corazón! A todos os repito: caminad por el camino que el padre Pío os ha indicado, el camino de la santidad según el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. En este camino os precederá siempre la Virgen María, y con mano materna os guiará a la patria celeste.