Queridos sacerdotes:
El día 19 de este mes, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, tendrá lugar la apertura del Año Jubilar Sacerdotal. Durante este año deberemos considerar los diferentes aspectos humanos, intelectuales y espirituales de la vida sacerdotal. En los “tiempos recios” que estamos viviendo como diría santa Teresa de Jesús, es preciso reflexionar a través de encuentros de formación, ejercicios espirituales específicos y retiros sobre la identidad sacerdotal, sobre el sentido extraordinario de la vocación y sobre la misión de los sacerdotes en la Iglesia y en la sociedad.
Desde ahora quiero compartir con vosotros la preocupación de que ningún sacerdote de nuestro presbiterio quede este año sin hacer ejercicios espirituales. La espiritualidad sacerdotal que es la de Cristo, único y Sumo Sacerdote, ha de ser la brújula que nos indique el norte de la misión de los que hemos recibido el don del Sacerdocio.
El Papa, en su anuncio del Año Jubilar, el 16 de marzo pasado, dijo que con este año especial se quiere “favorecer esta tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual de la cual depende, sobre todo, la eficacia del ministerio”. Por eso, “debe ser un año de oración de los sacerdotes, con los sacerdotes y por los sacerdotes; un año de renovación de la espiritualidad del presbiterio y de cada uno de los presbíteros”. Nuestras comunidades parroquiales y de Vida Consagrada han de sentirse vivamente comprometidas en este objetivo de la santificación de los sacerdotes, teniendo en cuenta esta intención sobre todo al participar en la Eucaristía y en la adoración eucarística.
Os invito a sacar de nuestro equipaje el mapa que nos indica el camino sacerdotal que hemos de recorrer y comprobar si lo estamos recorriendo o si por el contrario son otros los caminos que estamos haciendo. En este caso hemos de convertirnos “para ser siempre más auténticamente aquello que somos según nuestra identidad sacerdotal con el fin de que una renovada y alegre conciencia del nuestro ser determine nuestro hacer, o mejor, ofrezca el espacio a Cristo, Buen Pastor, para que El pueda vivir dentro de nosotros y actuar a través de nosotros”.
La Congregación para el Clero nos recuerda que los sacerdotes debemos ser para los hombres; comprometernos a vivir en comunión con el santo y divino amor que da la vida (he aquí incisa la riqueza del sagrado celibato), y obliga a la solidariedad auténtica con los que sufren y con los pobres de toda pobreza; ser obreros para la construcción de la única Iglesia de Cristo viviendo fielmente la comunión de amor con el Papa, con los Obispos, con los hermanos sacerdotes y con los fieles; y corresponder espiritualmente a nuestra vocación, pudiendo decir con verdad: “no soy yo quien vive, es Cristo que vive en mi” (Gal. 2, 20)”.
Pensemos en la repercusión que tienen nuestros comportamientos en la Iglesia y en la sociedad, procurando que se note externamente nuestra condición sacerdotal, como nos indica el Decreto sobre el Ministerio y Vida de los Presbíteros. Unámonos al Papa en oración con nuestras comunidades al comenzar este Año Jubilar sacerdotal.
Con mi afectuoso saludo y bendición en el Señor,
Desde ahora quiero compartir con vosotros la preocupación de que ningún sacerdote de nuestro presbiterio quede este año sin hacer ejercicios espirituales. La espiritualidad sacerdotal que es la de Cristo, único y Sumo Sacerdote, ha de ser la brújula que nos indique el norte de la misión de los que hemos recibido el don del Sacerdocio.
El Papa, en su anuncio del Año Jubilar, el 16 de marzo pasado, dijo que con este año especial se quiere “favorecer esta tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual de la cual depende, sobre todo, la eficacia del ministerio”. Por eso, “debe ser un año de oración de los sacerdotes, con los sacerdotes y por los sacerdotes; un año de renovación de la espiritualidad del presbiterio y de cada uno de los presbíteros”. Nuestras comunidades parroquiales y de Vida Consagrada han de sentirse vivamente comprometidas en este objetivo de la santificación de los sacerdotes, teniendo en cuenta esta intención sobre todo al participar en la Eucaristía y en la adoración eucarística.
Os invito a sacar de nuestro equipaje el mapa que nos indica el camino sacerdotal que hemos de recorrer y comprobar si lo estamos recorriendo o si por el contrario son otros los caminos que estamos haciendo. En este caso hemos de convertirnos “para ser siempre más auténticamente aquello que somos según nuestra identidad sacerdotal con el fin de que una renovada y alegre conciencia del nuestro ser determine nuestro hacer, o mejor, ofrezca el espacio a Cristo, Buen Pastor, para que El pueda vivir dentro de nosotros y actuar a través de nosotros”.
La Congregación para el Clero nos recuerda que los sacerdotes debemos ser para los hombres; comprometernos a vivir en comunión con el santo y divino amor que da la vida (he aquí incisa la riqueza del sagrado celibato), y obliga a la solidariedad auténtica con los que sufren y con los pobres de toda pobreza; ser obreros para la construcción de la única Iglesia de Cristo viviendo fielmente la comunión de amor con el Papa, con los Obispos, con los hermanos sacerdotes y con los fieles; y corresponder espiritualmente a nuestra vocación, pudiendo decir con verdad: “no soy yo quien vive, es Cristo que vive en mi” (Gal. 2, 20)”.
Pensemos en la repercusión que tienen nuestros comportamientos en la Iglesia y en la sociedad, procurando que se note externamente nuestra condición sacerdotal, como nos indica el Decreto sobre el Ministerio y Vida de los Presbíteros. Unámonos al Papa en oración con nuestras comunidades al comenzar este Año Jubilar sacerdotal.
Con mi afectuoso saludo y bendición en el Señor,
+Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela
Arzobispo de Santiago de Compostela