viernes, 30 de octubre de 2009

Beato Marcelo Spinola: El sacerdote, hombre de Dios (X)


La santidad sacerdotal en la esencia es la de todos; la santidad de Dios. Hay algo que baja del cielo, descansa en el hombre y vuelve a subir, es el amor divino. Vehículo de la vida divina. Y porque el amor divino, como todo amor goza en hacer la voluntad del amado, el santo en esto se complace. Y porque el amor es activo no se está nunca ocioso. Y porque el amor no quiere otra recompensa que tener contento al amado, eso le pasa a todo santo. Y porque el amor en los sacrificios se satisface, ahí están las delicias del justo. Sacerdotes y laicos santos todos fueron lo mismo. En una palabra idénticos caracteres muestra la santidad de unos y de otros.

Se diferencian sin embargo; y lo damos a entender hablando de virtudes sacerdotales, que se distinguen de las virtudes de los otros. Cuáles son los signos o modalidades peculiares de la santidad sacer­dotal. Se revela en su grado. [...] El sacerdote por serlo debe subir más arriba. A ello le obligan además los beneficios, y sobre todo la voluntad de Dios, que en ambos testamentos pide santidad superior a sus sacerdotes.

Se revela en su matiz, «homo Dei», hombre del cielo. Se revela en sus efectos, el escándalo y el buen ejemplo. La santidad en todos es predicador, en el Sacerdote es apologética.

Nuestro agradecimiento al Rvdo. D. Ignacio Gillén