A SUS COMPAÑEROS RESIDENTES EN ROMA.
Goa 20 de septiembre 1542
Esta carta es la primera que
escribe Javier a sus compañeros de Roma. Está escrita algo más de cuatro meses
después de su llegada a Goa. En ella les cuenta su viaje, que ha durado más de
un año, desde Lisboa, y otras cosas más…
“La gracia y paz de Cristo Señor nuestro sea
siempre con nosotros. Amén. […]
12. Llegamos a la ciudad de Goa a seis de mayo del año
de 1542. […] Aquí en Goa posé en el hospital. Confesaba y comulgaba los
enfermos que ahí estaban; eran tantos los que venían a confesarse, que, si
estuviera en diez partes partido, en todas ellas tuviera que confesar. Después
de cumplir con los enfermos, confesaba por la mañana los sanos que me venían a
buscar: y después de mediodía iba a la cárcel a confesar los presos, dándoles
alguna orden e inteligencia primero del modo y orden que habían de tener para
confesarse generalmente. Después de haber confesado los presos, tomé una ermita
de nuestra Señora, que estaba cerca del hospital, y ahí comencé a enseñar los
muchachos las oraciones, el Credo y los mandamientos; pasaban muchas veces
trescientos los que venían a la doctrina cristiana. […] Los trabajos de tan
larga navegación, cuidado de muchas enfermedades espirituales, no pudiendo
hombre cumplir con las suyas, habitación de tierra tan sujeta a pecados de
idolatría, y tan trabajosa de habitar, por las grandes calmas que hay en ella;
tomándose estos trabajos por quien se deberían tomar, son grandes refrigerios y
materia para muchas y grandes consolaciones. Creo que los que gustan de la cruz
de Cristo nuestro Señor, descansan viniendo en estos trabajos, y mueren cuando
de ellos huyen o se hallan fuera de ellos. ¡Qué muerte es tan grande vivir,
dejando a Cristo, después de haberlo conocido, por seguir propias opiniones o
aficiones! No hay trabajo igual a éste. Y por el contrario, ¡qué descanso vivir
muriendo cada día, por ir contra nuestro propio querer, buscando no los propios
intereses sino los de Jesucristo! Por amor y servicio de Dios nuestro Señor os ruego,
hermanos carísimos, que me escribáis muy largo de todos los de la Compañía:
porque ya que en esta vida no espero más veros cara a cara, sea a lo menos por
enigmas, esto es, por cartas. No me neguéis esta gracia, dado que yo no sea
merecedor de ella; acordaos que Dios nuestro Señor os hizo merecedores, para
que yo, por vosotros, mucho mérito y refrigerio esperase y alcanzase.[…] Confío
en Cristo nuestro Señor que me ha de oír y conceder esta gracia, que use de este
inútil instrumento mío, para plantar su fe entre gentiles porque, sirviéndose
su Majestad de mí, gran confusión sería para los que son para mucho, y
acrecentamiento de fuerzas para los que son pusilánimes; y viendo que, siendo
yo polvo y ceniza, y aun esto de lo más ruin, que presto para ser testigo de
vista de la necesidad que acá hay de operarios, cuyo siervo perpetuo sería de
todos aquellos que a estas partes quisiesen venir, para trabajar en la
amplísima viña del Señor. Así ceso, rogando a Dios nuestro Señor que, por su infinita
misericordia, nos junte en su santa gloria, pues para ella fuimos criados, y
acá, en esta vida, nos acreciente las fuerzas, para que en todo y por todo lo
sirvamos como él manda y su santa voluntad en esta vida cumplamos.
De Goa a 20 de setiembre, año de 1542.
Vuestro inútil hermano en Cristo,
Francisco de Xabier”