martes, 2 de diciembre de 2014

TESTIMONIO SACERDOTAL DE SAN FRANCISCO JAVIER


A SUS COMPAÑEROS RESIDENTES EN ROMA.
Goa 20 de septiembre 1542
Esta carta es la primera que escribe Javier a sus compañeros de Roma. Está escrita algo más de cuatro meses después de su llegada a Goa. En ella les cuenta su viaje, que ha durado más de un año, desde Lisboa, y otras cosas más…

“La gracia y paz de Cristo Señor nuestro sea siempre con nosotros. Amén. […]
12. Llegamos a la ciudad de Goa a seis de mayo del año de 1542. […] Aquí en Goa posé en el hospital. Confesaba y comulgaba los enfermos que ahí estaban; eran tantos los que venían a confesarse, que, si estuviera en diez partes partido, en todas ellas tuviera que confesar. Después de cumplir con los enfermos, confesaba por la mañana los sanos que me venían a buscar: y después de mediodía iba a la cárcel a confesar los presos, dándoles alguna orden e inteligencia primero del modo y orden que habían de tener para confesarse generalmente. Después de haber confesado los presos, tomé una ermita de nuestra Señora, que estaba cerca del hospital, y ahí comencé a enseñar los muchachos las oraciones, el Credo y los mandamientos; pasaban muchas veces trescientos los que venían a la doctrina cristiana. […] Los trabajos de tan larga navegación, cuidado de muchas enfermedades espirituales, no pudiendo hombre cumplir con las suyas, habitación de tierra tan sujeta a pecados de idolatría, y tan trabajosa de habitar, por las grandes calmas que hay en ella; tomándose estos trabajos por quien se deberían tomar, son grandes refrigerios y materia para muchas y grandes consolaciones. Creo que los que gustan de la cruz de Cristo nuestro Señor, descansan viniendo en estos trabajos, y mueren cuando de ellos huyen o se hallan fuera de ellos. ¡Qué muerte es tan grande vivir, dejando a Cristo, después de haberlo conocido, por seguir propias opiniones o aficiones! No hay trabajo igual a éste. Y por el contrario, ¡qué descanso vivir muriendo cada día, por ir contra nuestro propio querer, buscando no los propios intereses sino los de Jesucristo! Por amor y servicio de Dios nuestro Señor os ruego, hermanos carísimos, que me escribáis muy largo de todos los de la Compañía: porque ya que en esta vida no espero más veros cara a cara, sea a lo menos por enigmas, esto es, por cartas. No me neguéis esta gracia, dado que yo no sea merecedor de ella; acordaos que Dios nuestro Señor os hizo merecedores, para que yo, por vosotros, mucho mérito y refrigerio esperase y alcanzase.[…] Confío en Cristo nuestro Señor que me ha de oír y conceder esta gracia, que use de este inútil instrumento mío, para plantar su fe entre gentiles porque, sirviéndose su Majestad de mí, gran confusión sería para los que son para mucho, y acrecentamiento de fuerzas para los que son pusilánimes; y viendo que, siendo yo polvo y ceniza, y aun esto de lo más ruin, que presto para ser testigo de vista de la necesidad que acá hay de operarios, cuyo siervo perpetuo sería de todos aquellos que a estas partes quisiesen venir, para trabajar en la amplísima viña del Señor. Así ceso, rogando a Dios nuestro Señor que, por su infinita misericordia, nos junte en su santa gloria, pues para ella fuimos criados, y acá, en esta vida, nos acreciente las fuerzas, para que en todo y por todo lo sirvamos como él manda y su santa voluntad en esta vida cumplamos.
De Goa a 20 de setiembre, año de 1542.
Vuestro inútil hermano en Cristo,

Francisco de Xabier”