HOMILIA PARA EL DOMINGO IV DE PASCUA
DOMINGO DEL BUEN PASTOR
DOMINGO DEL BUEN PASTOR
Lecturas:
Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
Salmo 117
1 Carta del Apóstol San Juan 3, 1-2
Evangelio según San Juan 10, 11-18
Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
Salmo 117
1 Carta del Apóstol San Juan 3, 1-2
Evangelio según San Juan 10, 11-18
“Oveja perdida, ven
sobre mis hombros, que hoy
no sólo tu Pastor soy…
sino tu pasto también.”
Ninguna imagen de la vida humana ha llegado a identificarse tanto con Jesús como la imagen del pastor. Toda la obra de la redención y la vivificación del hombre se encuentra sintetizada en la imagen del pastor. En el corazón del Evangelio de Lucas, el evangelista de la misericordia, se nos presenta la parábola de la oveja perdida y del pastor que amorosamente sale en su búsqueda: toda la vida de Jesús está retratada aquí. Ha salido del Padre por amor, ha bajado al mundo, se ha abajado como esclavo por amor, se ha herido por las espinas de los zarzales de mis pecados, y todo por mi búsqueda…todo por su amor loco, como diría Santa Catalina de Siena.
No ha temido este Pastor Bello los abismos de la muerte y muerte de Cruz; su amor fue luz en las quebradas oscuras de nuestras muertes e infiernos hasta donde descendió para encontrarme y para que yo pueda descansar en su pecho y ser llevado, sin temores, en esos hombros benditos que me cargan en el peso de su Cruz:
“La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los Padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad –todos nosotros- es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto, no puede abandonar la humanidad en una situación tan miserable. Se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el Buen Pastor, que ofrece su vida por las ovejas.” (Benedicto XVI)
La Pascua es este encuentro de la ovejita perdida; de Adán que gime y pena en lo hondo de los infiernos y del Pastor Resucitado, el Pastor Herido de cuyo Corazón Sagrado brota la fuente de la Misericordia y del Perdón. (cf. Zac 12,10)
Encuentro y abrazo del Amor Misericordioso. Contemplemos los iconos de la Resurrección de la Iglesia Oriental: ¿no es la Imagen del Pastor Bello, la Luz resplandeciente del Verbo de Vida, que baja a llamar “con sus silbos amorosos” del profundo sueño de la muerte a la humanidad? El se abaja por amor para levantarnos, para resucitarnos. Nosotros ovejitas perdidas sólo podemos vivir gracias a este abajamiento suyo, a esta donación suya, a este amor suyo que se entrega, que se agota, que muere para dar Vida y Vida en abundancia. (cf Jn 10, 10)
¿Qué puede hacer una oveja perdida, enredada en los zarzales, herida en la caída, tirada en el camino? Tan sólo dejarse morir, tan sólo abandonarse en su caída. Una oveja no tiene sentido de orientación, si se separa del rebaño y de su pastor no encuentra por sí misma la salida del atolladero. ¡Cuánto nos ha amado el Padre que al vernos caídos en el triste camino de Jerusalén a Jericó (cf Lc 10, 29-37), despojados y heridos, desorientados, camino a la muerte, nos ha entregado al Pastor Hermoso que nos salva, nos lleva en su seno como corderillos (cf Is 40, 10-11) , nos venda y cura, nos sosiega, nos conduce a los pastos de la vida! (cf Sal 23)
El domingo del Buen Pastor debe ser una eucaristía en la Eucaristía, una profunda acción de gracias, por el don de la Redención; por el Don de la Vida nueva y resucitada del Pastor:
“Si no hubiéramos sido así redimidos, ¿de qué nos valdría haber nacido? ¡Qué admirable es tu bondad con nosotros, que inestimable la predilección de tu amor!” (Canto del Exsultet de la Vigilia pascual)
El Hijo entregado, el Redentor que hace felíz la culpa de Adán es el pastor herido para salvar a sus ovejitas; el Pastor “que conoce a sus ovejas y las llama por su nombre” (Jn 10, 4) o sea las ama personalmente: con amor de amigo, las ama porque las ha recibido de su Padre como un don de amor. Entramos en el vínculo de amor entre el Padre y el Hijo: “Como el Padre me conoce a mí, yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10, 15) “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 10, 9)
Tenemos una profunda similitud entre la expresión de Jesús: “El pastor hermoso (kalós) se deshace o se desprende (thithénai) de su vida (psyché) por (hyper) sus ovejas” (Jn 10,11) con la revelación de su amor salvador en los discursos de despedida: “Nadie tiene mayor amor que el que da (thithénai) su vida (psyché) por (hyper) sus amigos.” (Jn 15, 13) Debo llenarme de esa santa alegría de ser conocido y amado por El. Esa santa alegría tiene que movilizar todo mi interior en la alabanza, en la dicha de ser su propiedad, de ser tan sólo del Pastor: “somos su pueblo y ovejas de su rebaño”. (cf Sal 100)
Debemos llegar a ese conocimiento interno[1] de cuánto valgo a los ojos y al Corazón de ese Pastor…es por mí que el Pastor salió y se agotó en mi búsqueda, es por mí que se subió al árbol de la Cruz para atraerme con su belleza, la belleza del Pastor Crucificado que todo lo atrae a Sí:
“Somos invitados, aún siendo ovejas y corderos pecadores, a reconocer el precio que valemos a los ojos de Jesús. El valor de algo se mide por el precio que se da para conseguirlo; Jesús, Buen Pastor, dio su vida por nosotros, sus ovejas y corderos. No nos dejemos comprar a precio más barato, ni siquiera con lo que ofrece toda la vida.” ( Roberto Mercier p.s.s., El Evangelio según el discípulo a quien Jesús amaba)
Querido hermano, querida hermana déjate encontrar hoy por el Pastor Hermoso; ojalá que puedas gustar internamente esa verdad que enajenaba a los santos, esa verdad que los seducía para seguir al Pastor-Cordero dondequiera que vaya: esa verdad que debes gustar es :
“aunque sólo yo me hubiera perdido, aunque esta ovejita inútil se hubiera extraviado; aunque sólo yo me hubiera separado del dulce cayado del pastor. Aunque sólo yo me hubiera vuelto sordo a sus palabras amorosas, a mi nombre pronunciado por sus labios, a sus cantos que solazan y recrean en los prados verdes y en el saltarín manantial. Aunque sólo yo me hubiera perdido…El, Pastor Bello, alocado por mi amor, por este única oveja se hubiera hecho hombre por mí, hubiera muerto por mi amor. Hubiera dejado ángeles y serafines, todo el paraíso para ser alzado en la cruz, se hubiera coronado con las espinas y cargado con el peso de mi redención. Aunque hubiera sido sólo una oveja, el Pastor no me habría olvidado.” ( Santa Verónica Giuliani)
Hoy oramos por las vocaciones a la vida sacerdotal, a la vida consagrada. Toda vocación debe nacer de la conciencia de este amor único del Pastor Hermoso. La vocación o es enamoramiento o no es nada. ¡Cuándo nos sentimos amados hasta tal extremo no podemos hacer otra cosa que devolver amor! ¡Amor con amor se paga! La vocación al sacerdocio o la vida consagrada no es sino un “flechazo de amor”; ese flechazo de amor se da cuando lo vemos en la Cruz:
Por descubrirte mejor,
Cuando balabas perdida,
Dejé en un árbol la vida,
Donde me subió tu amor;
Si prendas quieres mayor,
Mis obras hoy te la den.
Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy,
sino tu pasto también.
La vocación puede nacer cuando contemplamos al Pastor Crucificado, en esa Cruz donde le subió mi amor. De esa manera cuando nos dejamos encontrar por el Pastor, cuando somos curados por el aceite consolador de su Espíritu y el vino de su Sangre preciosa, cuando somos apacentados en los pastos de su Cuerpo vivificante, el Cuerpo del Bone Pastor, Panis vere[2] (Buen Pastor-Pan verdadero), podemos ir y hacer lo mismo; amar desde el Amor de Jesús. (cf Lc 10, 37)
Jesús no quiere solamente grandes escritores, dramaturgos, genios en disputas, o en cuestiones sociales, quiere que corazones enamorados compartan su camino de abajamiento, de enredarse en las espinas del mundo, de salir a los nuevos desiertos, de encontrarse con esas ovejitas que se dejan morir por la desesperanza, por el vacío, por la violencia, por las esclavitudes de este mundo de muerte:
“La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor; no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto; el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed, el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores.” (Benedicto XVI)
Si he sido salvado, si no he sido abandonado en la muerte por el Pastor Hermoso: ¿no seré presencia, sacramento, manos, palabras y corazón de Jesús, el Pastor? Acaso no es la “caridad pastoral” un desaparecer más y más en el Amor del Pastor Hermoso, para que sólo El brille; sólo El santifique, sane, consuele, ilumine, busque alocadamente…
Por esto con humildad y confianza pidamos: Danos sacerdotes, consagrados, misioneros, según tu Corazón, Jesús. Cumple tu promesa: “Vendrá un día en que el Señor suscitará pastores según su corazón: y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas y asustadas ni faltará ninguna” ( Ez 34, 23-24) Vuelve a nosotros, Pastor Bueno, en tus sacerdotes; formados en la escuela de tu Corazón, sostenidos por tu amor fiel, llenos de las entrañas de tu compasión al ver a tu pueblo disgregado, abatido, desorientado como “ovejas sin Pastor”. Vive en aquellos que has llamado, transfórmalos en ti mismo, hazlos por tu gracia instrumentos de tu divina Misericordia. Dales a ti mismo para que puedan darnos a Ti.
Dejemos que el Cordero de la Redención, hecho Pastor en nuestra búsqueda, dejemos que Aquel que nos ama y se ha hecho “pan eucarístico” para recordarnos siempre su oblación de amor, su entrega por nosotros; dejemos que Jesús que nos conoce por nuestro nombre nos diga al oído:
Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también.
Por descubrirte mejor
cuando balabas perdida
dejé en un árbol la vida,
donde me subió tu amor,
si prendas quieres mayor,
mis obras hoy te la den.
Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también.
Pasto al fin tuyo hecho
¿cuál dará mayor asombro,
el traerte yo en el hombro
o traerme tú en el pecho?
Prendas son de amor estrecho
que aún los más ciegos las ven.
Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también. (Luis de Góngora)
Y nosotros respondamos con la antigua secuencia de la misa de los difuntos, el Dies irae, una joya que deberíamos aprender de memoria para rezarla siempre. Digamos en confiada súplica, contentos de que El nos lleve y de que seamos objeto de su Amor: ¡Qué no sea vano tanto amor tuyo en nosotros Señor! ¡Qué tu búsqueda, tus cansancios, tus sudores, tus lágrimas, tus gotas de Sangre me devuelvan definitivamente a Ti! Recemos con la Iglesia, con los Santos, con los que se durmieron en el signo de la fe:
Recordare, Iesu pie,
Quod sum causa tuae viae,
Ne me perdas illa die
Quaerens me sedisti lassus,
Redemisti crucem passus,
Tantus labor non sit cassus
Acuérdate, Jesús compasivo,
Que yo soy la causa de tus caminos,
No me pierdas, ¡no me pierdas! Aquel día.
En mi búsqueda, Pastor Hermoso, cansado en el brocal del pozo te sentaste, me redimiste padeciendo en la Cruz, que no sean inútiles para mí tantos trabajos…¡Qué no seamos indiferentes a tu amor que nos llama, nos busca, redime y alimenta, oh Pastor Hermoso!
sobre mis hombros, que hoy
no sólo tu Pastor soy…
sino tu pasto también.”
Ninguna imagen de la vida humana ha llegado a identificarse tanto con Jesús como la imagen del pastor. Toda la obra de la redención y la vivificación del hombre se encuentra sintetizada en la imagen del pastor. En el corazón del Evangelio de Lucas, el evangelista de la misericordia, se nos presenta la parábola de la oveja perdida y del pastor que amorosamente sale en su búsqueda: toda la vida de Jesús está retratada aquí. Ha salido del Padre por amor, ha bajado al mundo, se ha abajado como esclavo por amor, se ha herido por las espinas de los zarzales de mis pecados, y todo por mi búsqueda…todo por su amor loco, como diría Santa Catalina de Siena.
No ha temido este Pastor Bello los abismos de la muerte y muerte de Cruz; su amor fue luz en las quebradas oscuras de nuestras muertes e infiernos hasta donde descendió para encontrarme y para que yo pueda descansar en su pecho y ser llevado, sin temores, en esos hombros benditos que me cargan en el peso de su Cruz:
“La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los Padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad –todos nosotros- es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto, no puede abandonar la humanidad en una situación tan miserable. Se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el Buen Pastor, que ofrece su vida por las ovejas.” (Benedicto XVI)
La Pascua es este encuentro de la ovejita perdida; de Adán que gime y pena en lo hondo de los infiernos y del Pastor Resucitado, el Pastor Herido de cuyo Corazón Sagrado brota la fuente de la Misericordia y del Perdón. (cf. Zac 12,10)
Encuentro y abrazo del Amor Misericordioso. Contemplemos los iconos de la Resurrección de la Iglesia Oriental: ¿no es la Imagen del Pastor Bello, la Luz resplandeciente del Verbo de Vida, que baja a llamar “con sus silbos amorosos” del profundo sueño de la muerte a la humanidad? El se abaja por amor para levantarnos, para resucitarnos. Nosotros ovejitas perdidas sólo podemos vivir gracias a este abajamiento suyo, a esta donación suya, a este amor suyo que se entrega, que se agota, que muere para dar Vida y Vida en abundancia. (cf Jn 10, 10)
¿Qué puede hacer una oveja perdida, enredada en los zarzales, herida en la caída, tirada en el camino? Tan sólo dejarse morir, tan sólo abandonarse en su caída. Una oveja no tiene sentido de orientación, si se separa del rebaño y de su pastor no encuentra por sí misma la salida del atolladero. ¡Cuánto nos ha amado el Padre que al vernos caídos en el triste camino de Jerusalén a Jericó (cf Lc 10, 29-37), despojados y heridos, desorientados, camino a la muerte, nos ha entregado al Pastor Hermoso que nos salva, nos lleva en su seno como corderillos (cf Is 40, 10-11) , nos venda y cura, nos sosiega, nos conduce a los pastos de la vida! (cf Sal 23)
El domingo del Buen Pastor debe ser una eucaristía en la Eucaristía, una profunda acción de gracias, por el don de la Redención; por el Don de la Vida nueva y resucitada del Pastor:
“Si no hubiéramos sido así redimidos, ¿de qué nos valdría haber nacido? ¡Qué admirable es tu bondad con nosotros, que inestimable la predilección de tu amor!” (Canto del Exsultet de la Vigilia pascual)
El Hijo entregado, el Redentor que hace felíz la culpa de Adán es el pastor herido para salvar a sus ovejitas; el Pastor “que conoce a sus ovejas y las llama por su nombre” (Jn 10, 4) o sea las ama personalmente: con amor de amigo, las ama porque las ha recibido de su Padre como un don de amor. Entramos en el vínculo de amor entre el Padre y el Hijo: “Como el Padre me conoce a mí, yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10, 15) “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 10, 9)
Tenemos una profunda similitud entre la expresión de Jesús: “El pastor hermoso (kalós) se deshace o se desprende (thithénai) de su vida (psyché) por (hyper) sus ovejas” (Jn 10,11) con la revelación de su amor salvador en los discursos de despedida: “Nadie tiene mayor amor que el que da (thithénai) su vida (psyché) por (hyper) sus amigos.” (Jn 15, 13) Debo llenarme de esa santa alegría de ser conocido y amado por El. Esa santa alegría tiene que movilizar todo mi interior en la alabanza, en la dicha de ser su propiedad, de ser tan sólo del Pastor: “somos su pueblo y ovejas de su rebaño”. (cf Sal 100)
Debemos llegar a ese conocimiento interno[1] de cuánto valgo a los ojos y al Corazón de ese Pastor…es por mí que el Pastor salió y se agotó en mi búsqueda, es por mí que se subió al árbol de la Cruz para atraerme con su belleza, la belleza del Pastor Crucificado que todo lo atrae a Sí:
“Somos invitados, aún siendo ovejas y corderos pecadores, a reconocer el precio que valemos a los ojos de Jesús. El valor de algo se mide por el precio que se da para conseguirlo; Jesús, Buen Pastor, dio su vida por nosotros, sus ovejas y corderos. No nos dejemos comprar a precio más barato, ni siquiera con lo que ofrece toda la vida.” ( Roberto Mercier p.s.s., El Evangelio según el discípulo a quien Jesús amaba)
Querido hermano, querida hermana déjate encontrar hoy por el Pastor Hermoso; ojalá que puedas gustar internamente esa verdad que enajenaba a los santos, esa verdad que los seducía para seguir al Pastor-Cordero dondequiera que vaya: esa verdad que debes gustar es :
“aunque sólo yo me hubiera perdido, aunque esta ovejita inútil se hubiera extraviado; aunque sólo yo me hubiera separado del dulce cayado del pastor. Aunque sólo yo me hubiera vuelto sordo a sus palabras amorosas, a mi nombre pronunciado por sus labios, a sus cantos que solazan y recrean en los prados verdes y en el saltarín manantial. Aunque sólo yo me hubiera perdido…El, Pastor Bello, alocado por mi amor, por este única oveja se hubiera hecho hombre por mí, hubiera muerto por mi amor. Hubiera dejado ángeles y serafines, todo el paraíso para ser alzado en la cruz, se hubiera coronado con las espinas y cargado con el peso de mi redención. Aunque hubiera sido sólo una oveja, el Pastor no me habría olvidado.” ( Santa Verónica Giuliani)
Hoy oramos por las vocaciones a la vida sacerdotal, a la vida consagrada. Toda vocación debe nacer de la conciencia de este amor único del Pastor Hermoso. La vocación o es enamoramiento o no es nada. ¡Cuándo nos sentimos amados hasta tal extremo no podemos hacer otra cosa que devolver amor! ¡Amor con amor se paga! La vocación al sacerdocio o la vida consagrada no es sino un “flechazo de amor”; ese flechazo de amor se da cuando lo vemos en la Cruz:
Por descubrirte mejor,
Cuando balabas perdida,
Dejé en un árbol la vida,
Donde me subió tu amor;
Si prendas quieres mayor,
Mis obras hoy te la den.
Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy,
sino tu pasto también.
La vocación puede nacer cuando contemplamos al Pastor Crucificado, en esa Cruz donde le subió mi amor. De esa manera cuando nos dejamos encontrar por el Pastor, cuando somos curados por el aceite consolador de su Espíritu y el vino de su Sangre preciosa, cuando somos apacentados en los pastos de su Cuerpo vivificante, el Cuerpo del Bone Pastor, Panis vere[2] (Buen Pastor-Pan verdadero), podemos ir y hacer lo mismo; amar desde el Amor de Jesús. (cf Lc 10, 37)
Jesús no quiere solamente grandes escritores, dramaturgos, genios en disputas, o en cuestiones sociales, quiere que corazones enamorados compartan su camino de abajamiento, de enredarse en las espinas del mundo, de salir a los nuevos desiertos, de encontrarse con esas ovejitas que se dejan morir por la desesperanza, por el vacío, por la violencia, por las esclavitudes de este mundo de muerte:
“La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor; no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto; el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed, el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores.” (Benedicto XVI)
Si he sido salvado, si no he sido abandonado en la muerte por el Pastor Hermoso: ¿no seré presencia, sacramento, manos, palabras y corazón de Jesús, el Pastor? Acaso no es la “caridad pastoral” un desaparecer más y más en el Amor del Pastor Hermoso, para que sólo El brille; sólo El santifique, sane, consuele, ilumine, busque alocadamente…
Por esto con humildad y confianza pidamos: Danos sacerdotes, consagrados, misioneros, según tu Corazón, Jesús. Cumple tu promesa: “Vendrá un día en que el Señor suscitará pastores según su corazón: y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas y asustadas ni faltará ninguna” ( Ez 34, 23-24) Vuelve a nosotros, Pastor Bueno, en tus sacerdotes; formados en la escuela de tu Corazón, sostenidos por tu amor fiel, llenos de las entrañas de tu compasión al ver a tu pueblo disgregado, abatido, desorientado como “ovejas sin Pastor”. Vive en aquellos que has llamado, transfórmalos en ti mismo, hazlos por tu gracia instrumentos de tu divina Misericordia. Dales a ti mismo para que puedan darnos a Ti.
Dejemos que el Cordero de la Redención, hecho Pastor en nuestra búsqueda, dejemos que Aquel que nos ama y se ha hecho “pan eucarístico” para recordarnos siempre su oblación de amor, su entrega por nosotros; dejemos que Jesús que nos conoce por nuestro nombre nos diga al oído:
Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también.
Por descubrirte mejor
cuando balabas perdida
dejé en un árbol la vida,
donde me subió tu amor,
si prendas quieres mayor,
mis obras hoy te la den.
Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también.
Pasto al fin tuyo hecho
¿cuál dará mayor asombro,
el traerte yo en el hombro
o traerme tú en el pecho?
Prendas son de amor estrecho
que aún los más ciegos las ven.
Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también. (Luis de Góngora)
Y nosotros respondamos con la antigua secuencia de la misa de los difuntos, el Dies irae, una joya que deberíamos aprender de memoria para rezarla siempre. Digamos en confiada súplica, contentos de que El nos lleve y de que seamos objeto de su Amor: ¡Qué no sea vano tanto amor tuyo en nosotros Señor! ¡Qué tu búsqueda, tus cansancios, tus sudores, tus lágrimas, tus gotas de Sangre me devuelvan definitivamente a Ti! Recemos con la Iglesia, con los Santos, con los que se durmieron en el signo de la fe:
Recordare, Iesu pie,
Quod sum causa tuae viae,
Ne me perdas illa die
Quaerens me sedisti lassus,
Redemisti crucem passus,
Tantus labor non sit cassus
Acuérdate, Jesús compasivo,
Que yo soy la causa de tus caminos,
No me pierdas, ¡no me pierdas! Aquel día.
En mi búsqueda, Pastor Hermoso, cansado en el brocal del pozo te sentaste, me redimiste padeciendo en la Cruz, que no sean inútiles para mí tantos trabajos…¡Qué no seamos indiferentes a tu amor que nos llama, nos busca, redime y alimenta, oh Pastor Hermoso!
P. Marco Antonio Foschiatti OP
Convento San Martín de Porres, Mar del Plata.
Convento San Martín de Porres, Mar del Plata.
[1] Es una de las expresiones más bellas de San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales que significa un conocimiento de lo que “hay dentro de Cristo Jesús” según la expresión de San Pablo en la carta a los Filipenses (2, 5). Es un conocimiento profundamente teologal en donde se unifican la inteligencia y el corazón, y del cual brota la identificación con el Señor, debe pedirse y recibirse como gracia, como oración de simple mirada, según Santa Teresa: “pedir conocimiento interno para más amarle y seguirle” (E.E. 104)
[2] “Bone Pastor, Panis vere, Iesu nostri miserere, Tu nos pasce, nos tuere, tu nos bona fac videre in terra viventium” Broche de oro de la admirable secuencia del Corpus Christi compuesta por santo Tomás de Aquino. “Buen Pastor, pan verdadero, Jesús, ten misericordia de nosotros. Llévanos a los pastos de vida, apaciéntanos, guíanos; haznos ver tus bienes en la tierra de los vivientes.”
[2] “Bone Pastor, Panis vere, Iesu nostri miserere, Tu nos pasce, nos tuere, tu nos bona fac videre in terra viventium” Broche de oro de la admirable secuencia del Corpus Christi compuesta por santo Tomás de Aquino. “Buen Pastor, pan verdadero, Jesús, ten misericordia de nosotros. Llévanos a los pastos de vida, apaciéntanos, guíanos; haznos ver tus bienes en la tierra de los vivientes.”