domingo, 11 de abril de 2010

D. Javier Leoz: ¡VIVE, LA PASCUA, SACERDOTALMENTE!


1.Demos razón y signos de la alegría que sostiene nuestro sacerdocio: la Resurrección de Cristo. Que no pase, ni un solo día, sin que en nuestras parroquias resuene por los cuatro costados el aleluya o un canto pascual.

2.Que, contemplando la luz que nos ha brindado la mañana de Pascua, hagamos lo posible por apartarnos de todo aquello que oscurece nuestro sacerdocio, que empaña nuestra vocación, que nos distancia de Dios: releamos con pausa la oración sacerdotal de Cristo: “Padre te ruego por ellos” (Jn17)

3.Que la pasión, la radical entrega y la muerte del Señor, nos anime como sacerdotes a desvivirnos todavía más para que, nuestras comunidades, recuperen el don de la fe o la caridad que debe ser distintivo de nuestro seguimiento a Jesús: potenciemos en nuestras comunidades las cáritas parroquiales

4.Muchas personas que nos rodean están resquebrajadas. No conocen o, tal vez, no han vivido con intensidad la Pascua. Como sacerdotes, “cristos pequeños”, estamos llamados a realizar pequeños milagros. A procurar que la gente sonría y sea feliz. Ante tanto drama, los sacerdotes, tendríamos que tener un poco más de humor.

5.Alguien, con cierta razón, afirmó que “el sacerdote lleva una gran orquesta en su corazón.” Y es verdad. Tenemos lo que más queremos (a Jesús) y por lo tanto tenemos que llevar una vida armonizada y, a la vez, propagar esa música con sabor a cielo que nos hizo dejar a un lado tantas cosas: LA MELODIA DE LA RESURRECCION DE CRISTO

6.Miremos a nuestras manos sacerdotales ¿Presentan señales de haber trabajado abundantemente por el Reino? Inclinemos los ojos a nuestros pies ¿Acompañamos a los que necesitan nuestra ayuda y nuestro consejo, nuestro auxilio o nuestra cercanía? Observemos nuestro costado ¿Brota de él sacrificio, pasión, comprensión, o perdón?

7.No nos quejemos tanto de cómo está el mundo; de que la Iglesia no vive sus mejores horas. Cristo, desde su descenso a este mundo en Navidad, no lo tuvo tampoco fácil. Pocos se percataron de su presencia. Pocos se arrodillaron ante El. Pero, en la mañana de la Pascua, fue apareciéndose a aquellos pocos que, como tú o como yo, le amamos y esperamos su retorno.

8.”Un sacerdote indiferente lleva a su comunidad a la indiferencia”. Comprometamos toda nuestra existencia al servicio de aquello que, nuestro Obispo, nos ha enviado. La pereza, la desilusión, el desencanto o las excusas no son buenos remos para mover la barca de Cristo. “Yo estará con vosotros hasta el fin del mundo.”

9.Demos gracias a Dios por nuestra vocación. Un don inmenso y, a veces, sumergido o teñido por algunas deficiencias de nosotros los curas. Agrademos a Dios aunque, en ese intento, desagrademos a un mundo que nos quisiera más como marionetas que como servidores de Jesús.

10.Transmitamos, con convencimiento , tiempo, testimonio y constancia aquello por lo que, un día, nos hicimos sacerdotes: CRISTO VIVE EN NOSOTROS. Que nada; ninguna tribulación, complicaciones, dudas o contradicciones paralicen aquel motor por el que nos movemos y nos existimos: EL DESEO DE EVANGELIZAR HOY Y AQUÍ

¡FELIZ PASCUA, SACERDOTE!


Agradecimiento a D. Javier Leoz,
delegado episcopal de religiosidad popular