Carta a mis curas
Con todo mi corazón os saludo a todos vosotros, sacerdotes de esta Diócesis que colaboráis conmigo en la trascendental y hermosa tarea de la evangelización y de la atención pastoral al pueblo que nos ha sido encomendado. Esta carta, dirigida especialmente a vosotros, está motivada por el Año Sacerdotal que el pasado viernes, fiesta del Sagrado Corazón, inició el papa Benedicto XVI con la intención de «favorecer la tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual de la cual depende, sobre todo, la eficacia de su ministerio». La ocasión para convocar este Año Sacerdotal la brinda la conmemoración del 150º aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, verdadero ejemplo de pastor totalmente entregado al servicio del ministerio sacerdotal.El Año Sacerdotal nos ofrece la ocasión de admirar la confianza que el Señor ha depositado en nosotros, los sacerdotes. En la noche en que fue entregado, Jesús vinculó para siempre nuestro ministerio con la Eucaristía, cumbre y fuente de vida para toda la Iglesia. Este año ha de servirnos a nosotros y a todo el pueblo de Dios para redescubrir la belleza y el valor salvífico del sacerdocio y de cada sacerdote.«Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote» es el lema que el Santo Padre ha elegido para este año jubilar. Con él nos quiere ayudar a fortalecer nuestra adhesión a Cristo correspondiendo a su amor, porque Él nos ha amado primero. Desde la experiencia de sentirnos amados, amamos con su mismo amor a todas las personas que nos han sido confiadas. Un amor que como el suyo ha de ser vivido con total entrega, con pasión. No va a ser un año de celebraciones espectaculares. Se pretende que sea un año de renovación interior de los sacerdotes en elredescubrimiento alegre de la propia identidad, de la fraternidad en el propio ministerio y de la relación sacramental con el propio Obispo. Procuraremos acercarnos al carisma de este humilde y santo sacerdote que fue el Cura de Ars. Un sacerdote que destacó por su amor apasionado a Jesucristo presente en la Eucaristía, por su oración, por sus sacrificios y por su entrega y amor a los pecadores. Esta entrega y amor hizo que acudieran muchos pecadores desde lugares muy lejanos a confesarse con él. Dedicaba unas quince horas diariasa atenderles en el Sacramento de la Penitencia. A lo largo de este año jubilar tendremos ocasión de profundizar en su estilo de vida. Será, sin duda alguna, una gracia de Dios que servirá para vivir con alegría nuestro ministerio sacerdotal, entregándonos como aquel santo cura al servicio de nuestros hermanos. Abramos nuestro corazón para recibir los dones que el Señor quiere comunicarnos por su mediación y pidamos que nos conceda aquello que más necesitamos para mejor servir al pueblo de Dios. A los laicos cristianos de la Diócesis y a los consagrados pido confiadamente que acompañéis con vuestra oración a los sacerdotes, que valoréis su entrega, que comprendáis sus flaquezas para que así seáis su gozo y su alegría en la nada fácil tarea que desempeñan en la animación de las comunidades cristianas. Con mi afecto y bendición.
† Alfonso Milián Sorribas,
Obispo de Barbastro-Monzón