viernes, 16 de octubre de 2009

Santa Margarita María de Alacoque: Carta a su hermano sacerdote


VIVA +JESÚS
Marzo 1687

No he podido, mi queridísimo hermano, mortificarme hasta el punto de dejar pasar una ocasión tan favorable sin asegurate que me parece que el Señor va aumentando y consolidando la verdadera amistad que me ha dado hacia ti, sobre todo despues que recibí tu última carta. Ha ganado tan por completo mi corazón la confianza con que me has abierto el tuyo, que me parece que no hay nada que no esté pronta a hacer por tu progreso en el santo amor, y para que correspondas con toda perfección a los designios que Dios tiene sobre ti, que son, si no me engaño, hacerte llegar a una alta perfeción. Por lo cual bien ves, mi querido hermano, que no debo adularte. El Señor no se contentará con que tengas una virtud mediana, porque quiere concederte mucha gracia y a otras personas por tu medio. No frustres sus designios en lo que espera de ti, que es una vida conforme a la santidad de tu ministerio. Oh, ¡qué sentimientos tan grandes tendrías a la hora de la muerte si te hallase entonces privado de la corona que te está preparada si no sigues con fidelidad las ilustraciones que el Señor te dé!
Bien sé yo que no podrás conseguir esto sin hacerte mucha violencia; pero a esto mismo y al triunfo que alcances sobre esas repugnacias que sientas a veces con tanta violencia, ha unido Dios el gran premio de tu corona, así como como también al desprendimiento de todas las cosas perecederas y a la privación de todos esos falsos placeres que dejan mil remordimientos de conciencia, y cierta ansia de que se aumenten siempre. Y para decirte verdad, sabes que no hallarás paz ni descanos, hasta que se lo hayas sacrificado todo a Dios.
Le pido esta misma gracia, por el ardiente deseo que tengo de que seas todo suyo despreciando lo demás. Mucho tendrás que sufrir para llegar a esto, pero no te faltará la gracia ni la fuerza, ni el auxilio del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Si supieras, mi querido hermano, el consuelo que me hace de sentir por la mudanza que se ha obrado en ti desde hace algún tiempo, y creo que El me la hace conocer! No puedo explicarte la alegría que esto me produce, pues parece que comienza a estar contento de ti; yo le suplico con todo mi corazón que quiera acabar lo comenzado y te dé la santa perseverancia. Te hablo quiza con excesiva libertad, pero achácalo a la ternura de mi corazón que no se interesaría tanto por tu verdadero bien si no te amase tanto; no me es posible tratarte de otro modo, porque te considero como si fueses yo misma.
Te suplico encarecidamente que hagas lo mismo conmigo y que no ocultes lo que el Señor te dé a conocer que es necesario para mi perfecto conversión, que tan vivamente anhelo, aunque no hago lo que deseo, pues estoy muy lejos de lo que Dios quiere de mí y hasta ahora no he hecho cosa alguna por El. Ayúdame con tus santos sacrificios para que al menos aprenda a sufrir bien, porque me parece que lo que desea es que le ame sufriendo, y que para esto me ha dado la vida, y así no paso ni un momento sin sufrir, sin cansarme de ello, y por su misericordia me tiene siempre más hambrienta de cruz. Ruégale, mi querido hermano, que no abuse de tan gran bien, porque la cruz es un tesoro inestimable. Uno de esto últimos días, me han abierto un dedo hasta el hueso con una navaja de afeitar. El dolor me parece una prenda preciosa del amor de Nuestro Señor, en cuyo amor soy toda tuya.
Santa Margarita Maria Alacoque,
ora pro clero,
intercede pro nobis.