miércoles, 9 de septiembre de 2009

Audiencia general (12-VIII-09): María, Madre de todos los sacerdotes



Queridos hermanos y hermanas:
Es inminente la celebración de la solemnidad de la Asunción de la santísima Virgen, el sábado próximo, y estamos en el contexto del Año sacerdotal; por eso deseo hablar del nexo entre la Virgen y el sacerdocio. Es un nexo profundamente enraizado en el misterio de la Encarnación. Cuando Dios decidió hacerse hombre en su Hijo, necesitaba el "sí" libre de una criatura suya. Dios no actúa contra nuestra libertad. Y sucede algo realmente extraordinario: Dios se hace dependiente de la libertad, del "sí" de una criatura suya; espera este "sí". San Bernardo de Claraval, en una de sus homilías, explicó de modo dramático este momento decisivo de la historia universal, donde el cielo, la tierra y Dios mismo esperan lo que dirá esta criatura.
El "sí" de María es, por consiguiente, la puerta por la que Dios pudo entrar en el mundo, hacerse hombre. Así María está real y profundamente involucrada en el misterio de la Encarnación, de nuestra salvación. Y la Encarnación, el hacerse hombre del Hijo, desde el inicio estaba orientada al don de sí mismo, a entregarse con mucho amor en la cruz a fin de convertirse en pan para la vida del mundo. De este modo sacrificio, sacerdocio y Encarnación van unidos, y María se encuentra en el centro de este misterio.
Pasemos ahora a la cruz. Jesús, antes de morir, ve a su Madre al pie de la cruz y ve al hijo amado; y este hijo amado ciertamente es una persona, un individuo muy importante; pero es más: es un ejemplo, una prefiguración de todos los discípulos amados, de todas las personas llamadas por el Señor a ser "discípulo amado" y, en consecuencia, de modo particular también de los sacerdotes.
Jesús dice a María: "Madre, ahí tienes a tu hijo" (Jn 19, 26). Es una especie de testamento: encomienda a su Madre al cuidado del hijo, del discípulo. Pero también dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre" (Jn 19, 27). El Evangelio nos dice que desde ese momento san Juan, el hijo predilecto, acogió a la madre María "en su casa". Así dice la traducción italiana, pero el texto griego es mucho más profundo, mucho más rico. Podríamos traducir: acogió a María en lo íntimo de su vida, de su ser, «eis tà ìdia», en la profundidad de su ser.
Acoger a María significa introducirla en el dinamismo de toda la propia existencia —no es algo exterior— y en todo lo que constituye el horizonte del propio apostolado. Me parece que se comprende, por lo tanto, que la peculiar relación de maternidad que existe entre María y los presbíteros es la fuente primaria, el motivo fundamental de la predilección que alberga por cada uno de ellos. De hecho, son dos las razones de la predilección que María siente por ellos: porque se asemejan más a Jesús, amor supremo de su corazón, y porque también ellos, como ella, están comprometidos en la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo. Por su identificación y conformación sacramental a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, todo sacerdote puede y debe sentirse verdaderamente hijo predilecto de esta altísima y humildísima Madre.
El concilio Vaticano II invita a los sacerdotes a contemplar a María como el modelo perfecto de su propia existencia, invocándola como "Madre del sumo y eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles, Auxilio de los presbíteros en su ministerio". Y los presbíteros —prosigue el Concilio— "han de venerarla y amarla con devoción y culto filial" (cf. Presbyterorum ordinis, 18).
El santo cura de Ars, en quien pensamos de modo particular este año, solía repetir: "Jesucristo, cuando nos dio todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo más precioso que tenía, es decir, de su santa Madre" (B. Nodet, Il pensiero e l'anima del Curato d'Ars, Turín 1967, p. 305). Esto vale para todo cristiano, para todos nosotros, pero de modo especial para los sacerdotes.
Queridos hermanos y hermanas, oremos para que María haga a todos los sacerdotes, en todos los problemas del mundo de hoy, conformes a la imagen de su Hijo Jesús, dispensadores del tesoro inestimable de su amor de Pastor bueno.
¡María, Madre de los sacerdotes, ruega por nosotros!
SALUDOS

(En lengua francesa)
En la inminencia de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, y en este Año sacerdotal, contemplemos a María como Madre de todos los sacerdotes. En la cruz Jesús proclamó su maternidad espiritual y universal. Al hacernos a todos el regalo de su Madre, Jesús quiso encomendarle de modo particular a los sacerdotes, sus discípulos, quienes están llamados en mayor medida a acogerla en su casa, es decir, a introducirla en el dinamismo de su existencia y en el horizonte de su apostolado. Oremos para que María ayude a los sacerdotes a conformarse a la imagen de su Hijo Jesús, dispensador de los tesoros inestimables de su amor de buen Pastor. ¡María, Madre de los sacerdotes, ruega por nosotros!

(En lengua inglesa)
Al acercarse la fiesta de la Asunción de la Virgen María en este Año del sacerdocio, mi catequesis de hoy se centra en María Madre de los sacerdotes, por quienes vela con especial afecto como hijos suyos. De hecho, su misión es semejante a la de ella: están llamados a llevar al mundo el amor salvador de Cristo. En la cruz Jesús invita a todos los creyentes, especialmente a sus discípulos más cercanos, a amar y venerar a María como su madre. Oremos para que todos los sacerdotes reserven a la santísima Virgen un lugar especial en su vida y busquen su ayuda diaria para dar testimonio del Evangelio de Jesús.

(En lengua alemana)
Jesucristo, al encarnarse, eligió una Madre cuyo "sí" a la voluntad de Dios le permitió hacerse hombre, le dio la carne y la sangre de hombre. Desde la cruz el Redentor nos dio a todos a María como Madre espiritual y su solicitud se dirige en especial a los sacerdotes, que a través de su vocación y consagración se hacen semejantes a su Hijo de un modo particular, y con toda su vida deben hacer que los hombres experimenten el amor de Cristo. La solemnidad de la Asunción de María al cielo, el próximo sábado, nos recuerda que la comunión entre los cristianos no acaba con la muerte, sino que se hace más intensa, porque los santos en el cielo están unidos a Dios de modo más estrecho y, por lo tanto, están todavía más cerca de él para interceder por nosotros. Que María, nuestra Madre celestial, nos acompañe con su bendición. A todos vosotros os deseo unas serenas vacaciones.

(En lengua española)
Agradezco vuestra visita y os saludo muy cordialmente, en particular a los jóvenes de la Comunidad misionera de Villaregia, venidos de Perú y México. Pido al Señor que la estancia en la sede de Pedro sea una ocasión para alentar el compromiso de ser verdaderos testigos del Evangelio en el mundo de hoy, como lo fueron los primeros Apóstoles, que nos transmitieron con su palabra y su ejemplo de vida el mensaje salvador de Jesucristo.

(En lengua polaca)
Saludo en particular a los jóvenes del movimiento "Luz y Vida", que realizan en Roma una tanda de ejercicios espirituales; nacieron por invitación del siervo de Dios Juan Pablo II. Que el tema de este año os consolide en vuestro carisma. A todos os pido que, en el Año sacerdotal, imploréis para vuestros pastores, por intercesión de la Madre de los sacerdotes, las gracias que necesitan.
(En lengua italiana)
Mi pensamiento se dirige a las numerosas poblaciones que en los días pasados han sido azotadas por la violencia del tifón en Filipinas, en Taiwan, en algunas provincias del sudeste de la República Popular China y en Japón, país este último probado también por un fuerte terremoto. Deseo manifestar mi cercanía espiritual a todos los que por ello se encuentran en situación de grave dificultad e invito a todos a orar por ellos y por quienes han perdido la vida. Espero que no les falte el alivio de la solidaridad y la ayuda del socorro material.
Ayer celebramos la memoria de santa Clara de Asís, que supo vivir con valentía y generosidad su adhesión a Cristo. Imitad su ejemplo de modo especial vosotros, queridos jóvenes, para que como ella podáis responder con fidelidad a la llamada del Señor. Os animo a vosotros, queridos enfermos, a que os unáis a Jesús doliente para cargar con fe vuestra cruz. Y vosotros, queridos recién casados, sed en vuestra familia apóstoles del Evangelio del amor.