El Cura de Ars no era un gran pensador. Pero él “gustaba” al Señor. Vivía con Él desde las minucias de lo cotidiano además de las grandes exigencias del ministerio pastoral. De este modo se convirtió en “uno que ve”. Había gustado, y por esto sabía que el Señor es Bueno. Oremos al Señor, para que nos dé este gustar y podamos convertirnos en testigos creíbles de la esperanza que está en nosotros.
Homilía en la solemnidad de San Pedro y San Pablo