ORACIÓN PREPARATORIA
Creo firmemente,
Dios mío, que
estoy en vuestra
presencia divina; os
adoro desde el abismo de
mi nada y os doy
gracias con todo
mi corazón por los incontables
beneficios que os dignáis concédeme. Me
humillo y confundo
por lo mucho
que os he
ofendido. «He pecado,
Padre mío contra
el Cielo y
en vuestra presencia,
no soy digno
de llamarme hijo
vuestro, pero admitidme
siquiera como uno de vuestros
esclavos». «Señor, tened
piedad de mí por
vuestra misericordia infinita».
Yo os prometo
con todo mi corazón, y
ayudado de Vos mismo,
nunca más volver a ofenderos. ¡Perdón, Señor; misericordia! Os suplico,
Jesús mío, me
otorguéis la gracia
de practicar digna, atenta y
devotamente este santo ejercicio, imprimiendo en mi alma vuestros dolores
infinitos y las virtudes de las cuales sois ejemplar divino en vuestra
sacratísima Pasión y en el Santísimo Sacramento. Abrasad con
vuestro amor mi
helado corazón; obligadme a
corresponderos ya con una vida santa y unidme estrechamente con Vos, en la
Eucaristía. A Vos acudo también, Madre afligidísima, a Vos que fuisteis la
primera en recorrer esta senda del
dolor, para ofreceros
mi tierna compasión,
y para que
llenéis mi alma
de los mismos sentimientos que entonces
experimentasteis. Padre eterno, uno
este santo ejercicio
a los méritos
infinitos de vuestro
Hijo y a los dolores
de mi adorada,
Madre, y así
unido, me atrevo
a presentarlo a
vuestra soberana Gracia. Dignaos aceptarlo según las
intenciones del Corazón Eucarístico de mi Salvador, y aplicad, os ruego
humildemente, todas las indulgencias que ganare en sufragio de las almas del
Purgatorio. Así sea.
JESÚS ES CONDENADO
A MUERTE
CONTEMPLACIÓN. Contempla, alma
mía, a tu divino Redentor en el Pretorio. Es crudelísimamente azotado, coronado con agudas espinas, burlado y
sentenciado a muerte. Jesús todo lo sufre por ti en silencio y con amor infinito. Vuelve ahora
tu mirada al
Sagrario. Considera el
silencio de Jesús
y el amor sin medida
que te tiene,
no obstante que
con tus irreverencias, pensamientos
malos, afectos pecaminosos y
demás crímenes, de
continuo lo azotas,
escarneces, coronas con bárbara crueldad y sentencias a muerte.
ORACIÓN. ¡Oh Corazón
Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el
verdugo en vuestra
pasión! Vos inocentísimo, y
yo el abominable
reo que merece
sentencia de muerte
eterna.... Pero no
la deis contra
quien tanto os
ha costado; os
prometo no más
pecar, imitaros en vuestro
silencio en medio de mis penas y volveros amor por amor.
JESÚS SE ABRAZA
CON LA CRUZ
CONTEMPLACIÓN. Jesús es
cargado con la pesadísima cruz de tus iniquidades. Con qué alegría, con
cuánto amor la recibe, la abraza, la
estrecha contra su divino Corazón y la lleva por ti. También en
el Sagrario, ¡qué cruces tan
pesadas cargas s obre
Jesús! tus frialdades,
ultrajes y tal
vez sacrilegios. Y
Jesús abraza estas
cruces con amor
infinito y las
aceptaría aún más pesadas con
tal de ganarte, alma mía.
ORACIÓN. ¡Oh Corazón
Eucarístico de Jesús,
perdón misericordia; yo
soy el verdugo en
vuestra Pasión! Es cierto
que os he
cargado con las
cruces de mis
iniquidades; pero yo
os prometo aliviaros
con mi respeto,
alabanzas, al amor
y reparaciones a
Vos en el
Sagrario, y con
la aceptación amorosa de todas
las cruces que os dignéis mandarme.
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
CONTEMPLACIÓN. Jesús cae por
primera vez bajo el peso de la cruz. Tu Salvador yace por tierra; su
rostro divino, encanto de los cielos,
confundido con el asqueroso polvo. A Jesús en
la Eucaristía no
le faltan mortales
caídas. Muchas veces
habrá tenido que descender, por fuerza de la obediencia a
sus ministros; a ti, mal dispuesto a recibirle. Jesús se ha visto entonces obligado a unir su
Corazón Santísimo contigo, tierra sucia y hedionda, charca de vicios. ¡Qué
humillación, qué caída, qué amor de Jesús!
ORACIÓN. ¡Oh Corazón
Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el
verdugo en vuestra
Pasión! Cómo me angustio, Dueño mío, al considerar vuestra caída bajo el
peso de la Cruz y las incontables
que habéis sufrido,
con tanta paciencia, viniendo sacramentado a mi
corazón. Perdonadme, Señor, y ya me
apresuro a levantaros con mi arrepentimiento y a consolaros con
el firme propósito
de jamás acercarme a
la Mesa de
los Ángeles sin una
fervorosa y digna preparación.
JESÚS SE
ENCUENTRA CON SU MADRE
CONTEMPLACIÓN. María encuentra al Hijo de sus entrañas en la calle
de la amargura. ¿Cómo lo ve? Sangre, lodo
y esputos velan
su encantadora Faz.
Agudas espinas ciñen sus
sienes; su cuerpo
es una fuente de sangre. La Madre
sufre el más cruel
de los martirios,
contemplando de esta
suerte a su
Hijo Divino. El Sagrario es
frecuentemente calle de amargura para María; ahí contempla a su Jesús de nuevo perseguido, llagado, agonizante por los
crímenes de sus mismos hijos.
ORACIÓN. ¡Oh Corazón
Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el
verdugo en vuestra
Pasión! Virgen dolorosa y
Madre tiernísima, cese
vuestro llanto, cese
vuestra agonía. El verdadero culpable
y verdugo, así
como de Jesús,
os ofrece sus lágrimas y
su dolor, y
os promete no
olvidar vuestras penas,
amaros con todo
el corazón y,
unido a Vos,
amar sin medida a vuestro Hijo en la Eucaristía.
EL CIRINEO AYUDA
A JESÚS A CARGAR CON LA CRUZ
CONTEMPLACIÓN. Los sayones
obligaron al Cirineo a llevar la Cruz del moribundo Salvador, no porque la compasión los
moviera a ello, sino
para tener el
infernal capricho de con
templarlo crucificado en el Gólgota. Desde el Tabernáculo, Jesús está continuamente
pidiendo un Cirineo que lo consuele y repare con
amor y servicio
las ingratitudes de
sus hijos. «¿No
habrá un alma
que quiera sacrificarse por mí?
Busco una víctima para mi Corazón, ¿dónde la hallaré?
ORACIÓN. ¡Oh Corazón
Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo
soy el verdugo en
vuestra Pasión! Si hasta
ahora he sido
vuestra cruz, de
hoy para siempre
seré vuestro Cirineo;
he oído vuestras
angustias quejas y me
determinan a deciros
desde lo íntimo
de mi alma:
«Yo quiero sacrificarme por Vos, víctima vuestra quiero ser; dadme
vuestra cruz, dadme vuestro amor, nada
más os pido».
LA VERÓNICA
ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
CONTEMPLACIÓN. La Verónica
enjuga con su velo el rostro de Jesús. No la retraen de acto tan piadoso, la ferocidad de
los verdugos ni el temor
de aparecer ella
sola como la única
que no se avergüenza
del divino Sentenciado a la muerte en cruz. Aunque pocas, no faltan almas
abrasadas de amor por la Eucaristía; almas que, hollando el infierno, el funesto «qué dirán» del mundo y
su propia flaqueza, tienen su morada en el Sagrario y ahí, como otras
Verónicas, dulcifican las amarguras de Jesús con sus constantes reparaciones. Alma
mía, ¿no envidias morada y ocupación tan santas?
ORACIÓN. ¡Oh Corazón
Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el
verdugo en vuestra
Pasión! Bien conocéis y
sufrís hondamente mi
debilidad y bajeza
al obrar a
impulsos de mis pasiones y
del respeto humano.
¡Cuántas veces, a
la sombra de
qué dirán, os he
abandonado y he renegado de Vos! ¿Qué hacer ahora? Venceré mis pasiones,
pisotearé el respeto humano y viviré mis pasiones, pisotearé el respeto humano
y vivirécon Vos en el Sagrario.
JESÚS CAE POR
SEGUNDA VEZ
CONTEMPLACIÓN. Jesús cae por segunda vez en tierra.
Sus dolores son más intensos que en su primera caída. Con qué dificultad se
levanta; le falta el alimento. Y a medida que decrece su fortaleza,
multiplicase el encarnizamiento de sus verdugos. A golpes y fuertes sacudidas, como
si tu Dios fuera una bestia, lo obligaban a proseguir. Así de crueles y
humillantes son las segundas caídas de Jesús Hostia, al ser recibido sacrílegamente
por aquellos corazones que han gustado las delicias de su amor, y a quienes
incontables veces ha dado el abrazo y el ósculo del perdón. ¿Has sido tú del número
de estas almas verdugos?
ORACIÓN. ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! He abusado de
vuestro amor paciente; me he escudado con vuestra misericordia para ofenderos
con más saña y libertad. Perdón, mil veces perdón, y haced que vuestras misericordias
las aproveche en lo venidero para reparar, con todos mis actos, los sacrilegios
que sufrís en el Santísimo Sacramento.
JESÚS CONSUELA A LAS PIADOSAS
MUJERES
CONTEMPLACIÓN. Jesús consuela a las hijas de
Israel. ¡Oh, caridad incomparable del Salvador! Hallase sumergido en el mar
amargo de todas las angustias y de todos los dolores, y, no obstante, como que
olvida sus propios tormentos para consolar a las afligidas mujeres que lloran
por Él. No de otra suerte, sino como Consolador divino, aparece Jesús en el
Sagrario. A los que sufren, a los que lloran, a los fatigados por la cruz, a
todos sin excepción llama y dice: «Venid a Mí y yo os aliviaré». Ve, alma mía,
vuela al Corazón de Jesús que te espera en su prisión de amor. Él te dará paz, consuelo,
fortaleza y perseverancia.
ORACIÓN. ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Consoladme, Jesús
mío; Vos no ignoráis mis necesidades y mis angustias; y enseñadme, como a las
hijas de Jerusalén, a llorar primero mis pecados que se ha multiplicado sobre
los cabellos de mi cabeza, para llorar después con un corazón muy puro, vuestra
sacratísima pasión.
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
CONTEMPLACIÓN. Jesús cae por tercera vez en tierra.
Si su omnipotencia y el deseo omnipotencia y el deseo infinito de padecer aún
más por ti, no lo animaran, no hubiera podido levantarse. Tan lastimosa fue la
caída de tu Salvador. ¡Se levanta por fin! Contempla la cumbre del Calvario, y
agonizante, pero gozoso sigue subiendo. Estas terceras caídas, mortales y
doloras sobre toda ponderación, las sufre Jesús en la Eucaristía al descender
al criminal corazón de las personas que le están especialmente consagradas. «Si
mi enemigo me ultrajase, lo sufriría ciertamente, pero que tú, hijo mío, quien
se sienta conmigo a la Mesa; que tú me ultrajes, ¡ah!, no lo puedo sufrir».
ORACIÓN. ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Os agradezco con
vuestro mismo amor infinito la paciencia que me habéis tenido: ¡Cuánto me amáis
y a qué precio tan subido me habéis rescatado! A vuestro ejemplo, os prometo levantarme
siempre que tenga la desgracia de caer, subir gozoso el Calvario que me
preparéis y reparar con especialidad las ofensas que recibís de vuestras almas predilectas.
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
CONTEMPLACIÓN. Bárbaramente, arrancan a Jesús sus
vestiduras, renovando todas sus llagas y exacerbando todos sus dolores. Pero
sobre todo considera, alma mía, la afrenta que recibe tu Redentor y la vergüenza
que sufre al quedar desnudo ante la soldadesca. ¡Cómo satisface por las deshonestidades!
Mil cruces le hubieran sido menos duras que esta ultraje a su santidad. Contempla
la desnudez de Jesús en el Sagrario. ¡Qué pobreza! Los palacios de los hombres
están recubiertos de oro y seda, mientras que el olvidado Tabernáculo carece, a
las veces, aún de los blancos pañales de Belén. Es más pobre que la pobre choza
del mendigo.
ORACIÓN. ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Me avergüenzo y arrepiento de
mis impurezas, causa de vuestra afrentosa desnudes, y os pido, por esta vuestra
pena, imprimáis en mi alma un odio constante e inmenso a vicio tan detestable y
bestial. Desnudadme de todo apego a las criaturas y cubridme con el ropaje de
vuestra gracia, para abrigaros con él siempre que tenga la felicidad de
recibiros en mi pecho.
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
CONTEMPLACIÓN. Jesús es clavado en la Cruz. Le
mandan los verdugos se tienda sobre ella y obedece al punto. «Jesús fue
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Taladran después con gruesos clavos sus santísimos pies y manos.
Contempla, alma mía, a tu Padre; te espera con los brazos abiertos. El amor
tiene como clavado a Jesús en la Eucaristía. «Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos»... «Mis delicias
son estar con vosotros, hijos de los hombres». Y la obediencia de Jesús en este Sacramento,
¡qué incomprensible es! Aunque el sacerdote sea otro Judas, lo obedece ciegamente
¡Qué responderás de tu falta de sujeción, de tu habitual desobediencia a tus superiores?
ORACIÓN. ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Para enseñarme a
obedecer, Vos, nuestro Dios, os sujetáis a vuestros verdugos, y yo, vilísima
criatura a Vos mismo desobedezco, como otro ángel rebelde. Pero, Salvador y modelo
mío, ya no será así; os prometo sujetarme pronta, voluntaria y ciegamente a
todos mis superiores, sean quienes fueren.
JESÚS MUERE EN LA CRUZ
CONTEMPLACIÓN. Jesús muere en la Cruz: «E
inclinando su cabeza, entregó su espíritu». Alma mía, contempla, si puedes, tu
obra. No los sayones, sino tus propios pecados, han arrancado la han arrancado
la vida a tu Salvador. ¿Aunque no estás satisfecha? Jesús no puede hacer nada
más por ti: su inmaculada Madre, su sangre, su vida, todo te han entregado. La
muerte de Jesús se repite sin cesar en nuestros altares. Bajo las especies de
pan y de vino es inmolado por el Sacerdote y ofrecido al Padre como Hostia de
propiciación por los pecados. También aquí se entrega totalmente a sus hijos:
cuerpo, sangre, alma y divinidad; todo se da a quien lo quiere recibir. Jesús,
en el Sagrario, ¿qué más puede hacer por ti?
ORACIÓN. ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Yo, inhumano, os he
dado la muerte, y Vos, misericordiosísimo, me habéis dado la vida y vida
eterna. «¿Qué devolveré al Señor por todos sus beneficios?» Aquí estoy, Señor, dispón
de mí según vuestra divina voluntad. Mas no sé ni puedo deciros.
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ
CONTEMPLACIÓN. Bajan de la Cruz el cuerpo divino
del Salvador y lo depositan en los brazos de su afligidísima madre, ¿No
conocéis a vuestro Hijo, Señora? Es el mismo «hermosísimo entre los hijos de
los hombres que llevabais a vuestros pechos virginales». Su amor lo ha desfigurado.
Y tú eres, alma mía, el reo y eres también el verdugo. El sacerdote puede bajar
algunas veces a Jesús, Hostia del Sagrario donde ha sido ultrajado, al corazón
de verdaderos amantes; de almas que saben como María, compadecer a su Dios y lavar
y ungir su destrozado cuerpo con lágrimas de arrepentimiento y con besos de
amor. Sé tú, alma mía, no ya verdugo, sino del número dichoso de estas almas reparadoras.
ORACIÓN. ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús,
perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Virgen dolorosa, yo
quiero reparar mi crimen y así mitigar
vuestro quebranto. Para conseguirlo,
adoptadme por hijo, hacedme participante de vuestros dolores y dadme con largueza
vuestra compasión y amor siempre que tenga la felicidad de recibir a vuestro
Jesús en la Eucaristía, para consolarlo y amarlo dignamente.
JESÚS ES
DEPOSITADO EN EL SEPULCRO
CONTEMPLACIÓN. La Santísima
Virgen deja el
cuerpo de su
Hijo en el sepulcro
y ahí deja
también su purísimo y lacerado corazón, como guardia
fiel que cuida el más rico de los tesoros. María tiene
que volver al
a ciudad deicida. «¡Grande como
el mar es
su quebranto!».... «¡Oh,
vosotros que cruzáis
por el camino
de la vida, atended y ved si hay
dolor semejante a su dolor! »El
Sagrario es, ¡ay!,
por el abandono
en que se
halla, un sepulcro
para el Corazón
amante de Jesús.
Ahí está Él,
por el amor
infinito que te tiene, real
y verdaderamente presente, de
día y de
noche y siempre esperándote.
Alma mía, enciérrate
con Jesús en
el Sagrario, haz ahí tu morada
eterna. Jesús es tu tesoro, tu corazón, tu bienaventuranza.
ORACIÓN. ¡Oh, Corazón
Eucarístico de Jesús,
perdón misericordia; yo soy el
verdugo en vuestra
Pasión! Recibid, en reparación de mis crímenes que claman venganza al
Cielo, mi última y la más fervorosa
y humilde de mis
promesas: llorar mis
pecados, nunca más
ofenderos, vivir con Vos en el Tabernáculo y trabajar cuanto pueda, por
vuestra gloria. Corazón Eucarístico de
mi Dios, si
tengo que separarme
del Sagrario por
mis deberes, concededme
el inmerecido don
de que mi
alma jamás se
separe de este
divino Nido, testimonio
el más elocuente
del infinito amor
que me tenéis.
Ahí en el Sagrario, quiero
vivir eternamente. ¡Jesús está vivo! ¿Dónde está, muerte, tu victoria?
ORACIÓN FINAL. Amabilísimo
Redentor mío, con el alma transida de dolor os he seguido, paso a paso, en vuestros sufrimientos infinitos;
he visto vuestro
rostro ensangrentado, vuestras
sienes heridas, vuestros hombros
surcados, vuestra espalda
desgarrada, vuestros pies
y mano atravesados,
vuestro Corazón abierto
de par en
par, y todo
vuestro cuerpo exangüe
y sin parte sana: desde la coronilla de la cabeza
hasta la planta de los pies, sois una llaga y «más parecéis gusano que hombre».
Mis pecados, con furia infernal, os han destrozado a Vos, Víctima inocentísima
y divina. A la vez que os contemplaba en el Pretorio, en la Calle de la
Amargura y en el Gólgota, os veía también
en el Sagrario,
y puede descubrir,
Jesús mío, que
aquí, donde no
debíais de tener
sino gratitud, el servicio
y la alabanza
de vuestros hijos, tenéis
de ellos y particularmente de mí, cruces, espinas, clavos,
azotes, hiel y vinagre de nuestras frialdades,
ultrajes, sacrilegios y mil otras
abominaciones que sólo
Vos, de paciencia
y misericordia infinitas, podéis
tolerar. ¡Ah!, cuánto me
pesa haberos ofendido
y con qué
profunda e inmensa
gratitud quiero corresponder a vuestras fineza. Ahora,
especialmente, os agradezco las gracias que en este santo ejercicio
me habéis otorgado,
y las resoluciones
que me habéis,
hecho formar; dadme vuestro
auxilio poderosos para cumplirlas fielmente. No tengo, Señor, sino este
miserable corazón, pero animado de muy buen os deseos, os lo entrego
para siempre. Recibidlo
con agrado y
dignaos imprimir en
él, os ruego nuevamente, vuestra Pasión, vuestras
virtudes, un odio a muerte al pecado, y hombre y sed insaciables de vivir con
Vos en el Sagrario y de recibiros así diaria como dignamente. Y
Vos, Madre mía, reina de los mártires, aceptad una vez más mi tierna compasión
y no me olvidéis. Asistidme en mi
postrera agonía y,
en vuestras manos,
presentad mi alma
a Jesús. Así sea.