miércoles, 5 de enero de 2011

Epifanía: homilías de la Congregación para el Clero


EPIFANIA DEL SEÑOR
AÑO A


«Los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sebá le traigan regalos; que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones» (cf. Salmo 72,10-11). La Solemnidad de hoy nos muestra el cumplimiento de esta profecía en la história de los Reyes Magos, los sábios "paganos" que llegaron al pesebre en Belén. El naciemiento del Salvador aparece así, como el Evento que interesa no solo al Pueblo de Israel, sino a cada hombre como tal. La Liturgia presenta un hecho particular – la adoración de los Magos – y a travéz de eso nos atrae dentro la Realidad divina. Es el método de Dios: la Encarnación.
Los tres Reyes Magos, cuyos restos mortales se conservan en la Catedral de Colonia, fueron hombres de profunda espera, que analizában el cielo tratando de encontrar los signos del Creador. Para hacerse encontrar también de ellos, el Señor utilíza lo que a ellos les es mas familiar: la estrella. Es una estrella de luminosidad y dimenciónes similares a calquiér otra, pero al mísmo tiempo absolutamente ùnica: brillando en sus rostros, de hécho, despiérta el corazón, mostrando por cual Luz ellos fuéron de verdad héchos y metiéndolos así en camino.
Se tratába, de un “signo”: un cual cosa de absolutamente mensurable, pero que nos hace pensar en una Realidad más grande.
A un cierto punto de su viaje, cuando llegáron a Jerusalén, la estrella paréce desaparecer. En verdad habían llagado de frente a una estrella más grande, para reconocerla debían dar un paso más allá. Reconociéron, de hécho, de haber estado conducídos al corazón de Israel, el Pueblo que el Señor había elegído para Su demora, y a aquella nueva estrella se confiáron para proseguír su camino. Después del cosmos, lo creado, la primera Aleanza, es el “grande signo” que Dios puso en el mundo, a travéz del misterio de la predilección.
Sin embárgo paréce que ésta, a pesar de ser la mísma luz no resplendía con la mísma pureza del astro celestial, porque en diversos modos indicáron a los magos el camino pero animados por las intenciones mas diversas: el rei Erodes se servía de ellos para eliminar un posible rival en el poder y competente al titulo de rey; el jefe de los sacerdotes y de los escribas usaba de la sabiduria recibída de Dios para asegundar lo que Erodes pedía, tanto de permanecer a Jerusalén, en lugar de acompañar a los magos hasta Belén.
El Evangelista nos muestra así, el Misterio mísmo de la Iglesia, la comunidad de aquellos que por gracia divina fuéron héchos hijos del Hijo, pero que al mísmo tiempo son llamados a convertírse con la ayuda divina plenamente participes de la Victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte.
Confiémos en el Señor Jesùs que sobre todo a través de aquellos astros particularmente explendentes que son los santos, indíca incansablemente y con divina fidelidad, la Iglesia como el lugar del escuentro con Él, y junto con los magos aprendámos de la Beata Virgen María y de la fe de los simples como los pastores, a estar de frente a la Presencia de Cristo, sobre todo la presencia Eucaristica, ofreciendo al Rey de los reyes el oro de nuestros “tesoros”, al Dios con nosotros el incienso de nuestra oración y al Redentor Crusificado y Resucitado la mirra de nuestros sufrimientos.
Nos descubrirémos así, siempre más participantes de la Vida del Señor Jesùs, ùnico verdadero “Astro del Cielo”, y se cumplirá también en nosotros la profecía de Isaias: “Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, porque se volcarán sobre ti los tesoros del mar y las riquezas de las naciones llegarán hasta ti” (Cf. Is. 60, 5)