lunes, 26 de abril de 2010

Angelus (25-IV-10): Exhortación en particular a los ministros ordenados


Qureridos hermanos y hermanas,
En este cuarto Domingo de Pascua, llamado “del Buen Pastor”, se celebra la Jornada mundial de oración por las vocaciones, que este año tiene como tema “El testimonio suscita vocaciones”, tema “estrechamente unido a la vida y a la misión de los sacerdotes y de los consagrados” (Mensaje para la XLVII J. M. De oración por las vocaciones, 13 de noviembre de 2009). La primera forma de testimonio que suscita vocaciones es la oración (cf ibid.), como nos muestra el ejemplo de santa Mónica que, suplicando a Dios con humildad e insistencia, obtiene la gracia de ver volverse cristiano a su hijo Agustín, el cual escribe: “Sin duda creo y afirmo que por sus oraciones Dios me ha concedido la intención de no anteponer, no querer, no pensar, no amar otra cosa que la realización de la verdad (De Ordine II, 20, 52, CCL 29, 136). Invito, por tanto, a los padres a rezar, para que el corazón de sus hijos se abra a la escucha del Buen Pastor, y “hasta el más pequeño germen de vocación... se convierta en árbol frondoso, colmado de frutos para bien de la Iglesia y de toda la humanidad” (Mensaje cit.). ¿Cómo podemos escuchar la voz del Señor y reconocerlo? En la predicación de los Apóstoles y de sus sucesores: en ella resuena la voz de Cristo, que llama a la comunión con Dios y a la plenitud de vida, como leemos hoy en el Evangelio de san Juan: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10,27-28). Sólo el Buen Pastor custodia con inmensa ternura a su grey y la defiende del mal, y sólo en Él los fieles pueden depositar absoluta confianza.
En esta Jornada de especial oración por las vocaciones, exhorto en particular a los ministros ordenados, para que, estimulados por el Año Sacerdotal, se sientan comprometidos “con un más intenso e incisivo testimonio evangélico en el mundo de hoy” (Carta de convocación). Recuerden que el sacerdote “continúa la obra de la Redención en la tierra”; sepan “acudir con gusto al sagrario”; se entreguen “totalmente a su propia vocación y misión con una ascesis severa”, se hagan disponibles a la escucha y al perdón; formen cristianamente al pueblo confiado a a ellos; cultiven con cuidado la “fraternidad sacerdotal” (cf ibid). Tomen ejemplo de sabios y diligentes Pastores, como hizo san Gregorio de Nazianzo, quien escribía de esta manera al amigo fraterno y Obispo san Basilio: “Enseña tu amor por las ovejas, tu solicitud y tu capacidad de comprensión, tu vigilancia... la severidad en la dulzura, la serenidad y la mansedumbre en la actividad... las luchas en defensa de la grey, las victorias... conseguidas en Cristo” (Oratio IX, 5, PG 35, 825ab).
Agradezco a todos los presentes y a todos los que con la oración y el afecto sostienen mi ministerio de Sucesor de Pedro, y sobre cada uno invoco la celeste protección de la Virgen María, a la que nos dirigimos ahora en oración.