martes, 12 de enero de 2010

Beato Manuel González, obispo: El Corazón de Jesús al corazón del sacerdote (V)


Súplica
que podría proceder a cada uno
de estos ratos de Sagrario

Corazón de mi Jesús Sacramento: con mucha pena de ser como soy y con muchas ganas de ser como tú quieres que sea, vengo a echar contigo este rato de conversación afectuosa para tu mayor gloria, honor de mi Madre Inmaculada y provecho de mi alma.
Ángel de mi guarda y San José: Enseñadme a oír y a hablar a Jesús.




V
¡HOMBRE DE POCA FE!

Modicae fidei...
Mt 8, 26


Conoces la historia de esas dos palabras, ¿verdad?
Por lo menos el principio de esa historia.
Puedo decirte que esa historia, que tú conoces, no es otra que el principio de una historia que todavía no se ha acabado de respresentar.
Aquellas escena del apóstol mío sumerfiñendose en las aguas por falta de fe en Mí, ¡se produce tanto! y he tenido y tengo a tantos que repetir desde mi Sagrario, al par que les doy la mana, para que no se ahoguen:
¡Hombre de poca fe!
Yo estoy cierto que mis Sacerdotes creen en Mí y que con gusto daría su sangre por confesarme DIos y Hombre verdadero realmente presente en la Hostia consagrada; pero también estoy cierto de que ¡siento palpitar tan poco en torno mío la vida de fe!


Fe muerta o mortecina

¡Hombre de poca fe!
¿Encuentro tan poca fe vica en torno mío que algunas veces, muchas veces, podrían de nuevo mis Evangelistas escribir aquella desoladora frase: Neque fratres eius credebant in eum! (Jn 7,5) Ni sus hermanos creían en él.
¿Podría explicarse de otros modo tanto desaliento de los míos, tanto criterio humano o terreno en materia de suyo sobrenaturales, tanto afán de premio de tierra, comodidad de tierra, de honor de tierra, de vida de tierra, tanto lamentarse y entristecerse y desesperarse como si Yo no fuera Yo y no estuviera donde estoy, tanto contar con el hombre y con su pobre y desmedrado de poderío y tan poco contar conmigo, tanto amor de sí y tan poco amor de mí?
Sacerdote mío, ¿cverdad que todo eso es falta de fe viva o sobra de fe muerta o amortiguada? ¿Verdad que tengo razón de quejarme de la poca de fe de los míos y de echar sobre ellos el reproche del vacilante Pedro: "Hombre de poca fe"?
¡Si se creyera en mí!


Fe viva

Pero, ¡con lógica, con consecuencia, con formalidad y con constancia!
Si con esa fe se creyera en mi Sagrario, ¿quién te ha dicho que habría tanto sacerdote fluctuante en las congojas de desaliento y del pesimismo o ahogado entre las olas turbias de tentaciones y tibiezas?
Tú al menos, sacerdote, que me visitas en mi Sagrario, cree así en mí.
Y creyendo en mí, verás como tienes fe en tu ministerio, que es divino; en tu palabra, que es mía; en tu oración, que es de la Iglesia; en tu accion, que es ministerial; hasta en tu presencia , que me representa a mí!
Y con esa fe verás que acompañado te sientes y con qué decisión y firmezo andas sereno sobre todas las olas reales y simbólicas y hasta sobre brasas encendidas sin mojarte ni quemarte.
Sacerdote, ¡si creyeras del todo y siempre en Mí!...
¡Qué feliz vivirías, qué seguro andarías, qué claro verías, que resueltamente saltarías por encima de todos los obstaculos, con qué paz avanzarías cogido de la mano de mi Madre INmaculada y apoyado sobre mi pecho!
¡Sacerdote, amigo mío, cree en mí y fiate de mí!
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Respuesta salmo 30: In te, Domine, speravi