domingo, 20 de diciembre de 2009

Hora santa sacerdotal por el P. Denis Ochoa Vidal


HORA SANTA SACERDOTAL

CANTO: Pueblo de Reyes

Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal,
Pueblo de Dios, bendice a tu Señor.
1. Te cantamos Oh Hijo amado del padre
Te alabamos eterna Palabra salida de Dios
Te cantamos Oh Hijo de la virgen Maria
Te alabamos Oh Cristo nuestro hermano, nuestro Salvador
2. Te cantamos a ti esplendor de la gloria
Te alabamos estrella radiante que anuncias el día
Te cantamos Oh luz que iluminas nuestras sombras
Te alabamos antorcha de la nueva Jerusalén
3. Te cantamos Mesías que anunciaron los profetas
Te alabamos Oh Hijo de Abraham e hijo de David
Te cantamos Mesías esperado por los pobres
Te alabamos oh Cristo nuestro Rey de humilde corazón
4. Te cantamos mediador entre Dios y los hombres
Te alabamos oh ruta viviente camino del cielo
Te cantamos sacerdote de la nueva alianza
Te alabamos tu eres nuestra paz por la sangre de la cruz.
5. Te cantamos cordero de la pascua eterna
Te alabamos Oh victima que borra nuestros pecados
Te cantamos Oh Templo de la nueva alianza
Te alabamos Oh piedra angular y gloria de Israel
6. Te cantamos Oh viña plantada por el Padre
Te alabamos Oh viña fecunda nosotros tus sarmientos
Te cantamos, Oh Cristo maná verdadero
Te alabamos pan de la vida que el Padre nos da.
7. Te cantamos Imagen del Dios invisible
Te alabamos Oh rey de justicia y rey de paz
Te cantamos primicia de aquellos que duermen
Te alabamos a ti el Viviente principio y fin amen.


LECTOR : Jesús nos está diciendo: Necesito sacerdotes santos, enamorados de mi Corazón, que, impulsen el reinado del Espíritu Santo en las almas. Vendrá el reinado del Espíritu Santo en las almas de mis sacerdotes.
Ha llegado la hora del triunfo del Espíritu Santo en mis sacerdotes. Pero tiene que ir simultáneamente el reinado del Espíritu Santo en el mundo con la transformación de los sacerdotes en Mí. De mis sacerdotes depende muy especialmente el éxito de este reinado del Espíritu Santo en el mundo, porque ellos son el conducto de mi Iglesia para espiritualizar lo materializado, usando de todos los medios santos del Espíritu Santo.
No me cansaré de insistir en el reinado pleno, absoluto y sin estorbos del Espíritu Santo en el alma de los sacerdotes... Para que reine el Espíritu Santo, necesito corazones puros.

TODOS : Si amado Jesús, para eso hemos venido, por eso estamos aquí en oración contigo, delante de ti, delante de tu Padre Amado, en el Espíritu Santo. Para eso se está viviendo el Año Sacerdotal en tu Iglesia, porque estamos convencidos que, en cada uno de nuestros sacerdotes, tú te haces presente, tú quieres actuar en el mundo, tú quieres seguir salvando a la humanidad. Hoy queremos ver con tus ojos amorosos el miserable estado del mundo, los odios y las divisiones de los hombres que luchan encarnizadamente movidos por las pasiones desordenadas, la situación de las familias que se destruyen por la superficialidad y porque no te tienen a ti, a los niños y a los jóvenes muchas veces abandonados y sedientos de felicidad. Jesús danos vocaciones, danos sacerdotes según tu corazón.

PALABRA DE DIOS
Del Evangelio según san Juan 1, 35-51
Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios.» Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?» Les respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir, Cristo. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, "Piedra". Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme.»
Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.» Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás.» Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.»
Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
***
Momento de silencio
***
TODOS: Tú los llamaste gratuitamente, fuiste tú quien los elegiste para que estuvieran contigo y para enviarlos a predicar el Evangelio; así actúas siempre, Señor, así me has elegido a mí, sin que yo hiciera nada para merecerlo, todo lo haces movido por el amor infinito que nos tienes. Así has llamado a cada uno de tus sacerdotes, para estar siempre contigo y poder ser transparencia tuya, para tomar su persona y salvar por medio de ellos. Gracias, Jesús, porque al llamar a cada sacerdote, estabas pensando en mi, me estabas amando, porque cada uno de ellos es un regalo. Que nunca nos falte un sacerdote para otorgarnos tu perdón, para tener tu presencia en la Eucaristía, para confortar al enfermo con el sacramento de la unción, para que nos consueles en nuestras luchas con su presencia y su palabra llena de esperanza. Sigue llamando a nuestros sacerdotes para que vivan íntimamente unidos a ti, que comprendan que sin tu presencia en su vida, su ministerio se empobrece.
CANTO: Tú has venido a la orilla

Tu has venido a la orilla
no has buscado ni a sabios ni a ricos
tan solo quieres que yo te siga.
Señor, me has mirado a los ojos
sonriendo has dicho mi nombre
en las arena he dejado mi barca
junto a ti buscar otro mar.

Tu sabes bien lo que tengo
en mi barco ho hay oro ni espadas
tan solo redes y mi trabajo.

Tu necesitas mis manos
mi cansancio que a otros decansen
amor que quiera sequir amando.
LECTOR: ¿Sabías que no hay amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos? ¡Sí! Ese soy yo, el que dio la vida por ti, por todos. ¿Conoces a alguien que te ame más que yo? Me he quedado en la Eucaristía para estar cerca de ti, por eso dejé a los sacerdotes, para que hagan posible que tu te alimentes de mi cuerpo y de mi sangre.

TODOS: ¡Qué cosa tan sublime es ser amado por el Buen Dios! ¡Qué predilección tan inmensa de Dios al escogernos como sus hijos! ¿Cómo podrá mi pobre alma pagarte esa distinción?

LECTOR: Tú lo sabes bien, solamente te di un mandamiento nuevo: “que se amen unos a otros como yo los he amado”, por eso he dejado a mis sacerdotes para que les recuerden constantemente esta consigna de amar.

TODOS: Sí, Señor, lo se, pero conoces mi debilidad, mi cobardía, mi inconstancia. Quiero, pero no puedo o puedo, pero a veces no quiero. Tú me conoces, no te puedo engañar.

LECTOR: Tú sabes que sin el alimento espiritual, que proviene de mi cuerpo y de mi sangre, el amor humano queda siempre contaminado de egoísmo. Pero si tu te alimentas del pan de vida eterna que preparan mis sacerdotes, se convertirá tu corazón e infundiré en el la capacidad de amar como yo te he amado. Recuerda que gracias a la Eucaristía que presiden mis sacerdotes, los débiles han encontrado el vigor necesario para vencer el odio con el amor.

TODOS: Dame, Señor, un corazón que sepa llorar. Un corazón que sabe llorar es un corazón capaz de compasión, de dolerse por las desdichas ajenas. ¿Cuántas veces has llorado Jesús? ¿Cuántas veces te has dolido por la enfermedad de los otros, por la muerte, por la cerrazón a tu mensaje? Haz que mi corazón sea compasivo, un corazón misericordioso. Que sepa dolerse y compadecerse de los otros, incluso de aquellos que nada tienen que ver conmigo o que me quieren mal. Enséñame a perdonar, a no llevar cuenta del mal que me hacen. Sólo así podré ser consolado con tu amor, con tus caricias, con tu paz. Sólo así podré hallar misericordia ante ti.

HIMNO

A Ti, sumo y eterno Sacerdote
de la nueva alianza,
se ofrecen nuestros votos y se elevan
los corazones en acción de gracias.

Desde el seno del Padre, descendiste
al de la Virgen Madre;
te haces pobre, y así nos enriqueces;
tu obediencia, de esclavos libres hace.

Tú eres el Ungido, Jesucristo,
el Sacerdote único;
tiene su fin en ti la ley antigua,
por ti la ley de gracia viene al mundo.

Al derramar tu sangre por nosotros,
tu amor complace al Padre;
siendo la hostia de tu sacrificio,
hijos de Dios y hermanos tú nos haces.

Para alcanzar la salvación eterna,
día a día se ofrece
tu sacrificio, mientras, junto al Padre,
sin cesar por nosotros intercedes.

A ti, Cristo pontífice, la gloria
por los siglos de los siglos;
tú que vives y reinas y te ofreces
al Padre en el amor del santo Espíritu.


PRECES POR LOS SACERDOTES

¡Oh Jesús, que mostrando a tus discípulos los campos llenos de mieses y lamentándose de la escasez de ministros tuyos, les mandabas hacer oración para que el Dueño Divino enviase operarios a su mies! Hoy venimos a cumplir este deseo de tu Corazón, suplicándote que nos concedas muchos y santos sacerdotes.
V/. Para que no deje de celebrarse la Santa Misa, para que tengamos siempre en nuestros templos la Sagrada Eucaristía, para que no nos falte Jesús en la Comunión. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.
V/. Para que haya intermediarios entre Dios y los hombres, abogados que nos defiendan ante el divino acatamiento y padres que nos perdonen nuestros pecados. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.
V/. Para que sean bautizados los niños, santificado el amor de los esposos y auxiliados los que dejan este mundo. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.
V/. Para que alejen a los demonios, para que rescaten a las almas del Purgatorio, para que alegren a los cielos. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.
V/. Para que los niños aprendan la fe salvadora, para que los jóvenes reciban protección y los adultos adquieran fortaleza. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.
V/. Para que todos, pobres y ricos, nos amemos como hermanos. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.
V/. Para que nuestros ojos vean a Jesús en sus ministros, para que nuestros oídos escuchen la divina palabra, para que nuestras almas reciban su consuelo. R/. Danos, Señor, muchos y santos sacerdotes.
¡Oh Jesús, Redentor nuestro! por tu Sangre divina, por tus trabajos y sufrimientos, por tu Pasión y acerba muerte, escúchanos y concede lo que te pedimos, dándonos muchos y dignos sacerdotes.
Corazón Inmaculado de María, Esperanza nuestra, Glorioso San José Padre nutricio del Salvador, y todos los Ángeles y Santos de Dios, presenten al Señor nuestras súplicas para que seamos dignos de recibir los sacerdotes que necesitamos. Amén.

CANTO FINAL