jueves, 26 de noviembre de 2009

Cartas de Santa Teresita al abate Bellière, hermano espiritual (I)


J.M.J.T.
Jesús
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Carmelo de Lisieux,
21 de octubre de 1896
Señor abate:
Como nuestra Reverenda Madre está enferma, me ha confiado a mí la misión de contestar a su carta. Lamento que usted se vea privado de las santas palabras que nuestra Madre le habría dirigido, pero me siento feliz de ser su intérprete y de comunicarle su alegría de saber la obra que Nuestro Señor acaba de operar en su alma. Ella continuará rezando para que él lleve en usted a su término su obra divina. Pienso que es inútil decirle, señor abate, hasta qué punto comparto yo también la dicha de nuestra Madre. Su carta del mes de julio me había apenado mucho. Atribuyendo a mi poco fervor los combates que usted estaba librando, no cesaba de implorar para usted el auxilio maternal de la dulce Reina de los apóstoles. Por eso, mi consuelo fue muy grande al recibir, como ramo de flores para mi santo, la certeza de que mis pobres oraciones habían sido escuchadas... Ahora que ha pasado la tormenta, doy gracias a Dios por haberle hecho pasar por ella, pues en los libros sagrados leemos estas hermosas palabras: «Dichoso el hombre que ha soportado la prueba», y también: «Quien no ha sido probado, poco sabe...». En efecto, cuando Jesús llama a un alma a dirigir y a salvar a multitud de otras almas, es muy necesario que le haga experimentar las tentaciones y las pruebas de la vida. Y ya que a usted le ha concedido la gracia de salir victorioso de la lucha, espero, señor abate, que el buen Jesús hará realidad sus grandes deseos. Yo le pido que usted sea, no solamente un buen misionero, sino un santo totalmente abrasado de amor a Dios y a las almas. Y le suplico que me alcance también a mí ese amor, a fin de poder ayudarlo en su labor apostólica. Usted sabe que una carmelita que no fuese apóstol se apartaría de la meta de su vocación y dejaría de ser hija de la seráfica santa Teresa, la cual habría dado con gusto mil vidas por salvar una sola alma. No dudo, señor abate, que querrá unir también sus oraciones a las mías para que Nuestro Señor cure a nuestra venerada Madre.
En los corazones sagrados de Jesús y de María, me sentiré siempre dichosa de llamarme Su indigna hermanita.

Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz
rel. carm. ind.