jueves, 22 de octubre de 2009

Beato Marcelo Spinola: El sacerdote, mediador (IX)

El Sacerdote es uno; sus funciones muchas, y todas muy altas. Ministro de Dios, vehículo de la luz; hilo conductor de la vida divina que resucita a los muertos; propagador de esa vida, ha aparecido ante nuestros ojos con grandeza sobrehumana, que reclama una con­dición de parte suya : la santidad. Todos esos son títulos para que le reconozcamos medianero entre el cielo y la tierra; pero esa mediación en ninguna parte brilla como en el altar.
Distancia entre tierra y cielo, que no impide la necesidad que aquella tiene de éste. Cristo en la Eucaristía lazo que los une. El Sacerdote pone en contacto al pueblo con Cristo, por lo que es me­nester sea santo.
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Dios, su reino, grandeza y gloria de ese reino; ninguno de este mundo puede comparársele. La tierra, desierto por donde peregrinan los mortales, región de tinieblas, campo árido, teatro de luchas y discordias. Entre el cielo y la tierra hay distancia inmensa, y sin embargo la tierra vive del cielo. El cielo nos envía en el orden natural luz, calor, lluvia, rocío. Del cielo viene el genio, el talento, la ciencia misma, y al cielo somos deudores de esa otra luz, de ese otro calor, de esa otra lluvia, la gracia que forma los hombres de Dios. Cortad la comunicación entre ambos, y vendrá el desquiciamiento universal; inconcebible; la comunicación jamás ha estado plenamente rota, en los días del paganismo hubo un pueblo llamado de Dios, y aun entre los paganos varones justos. Pero si llegara a cortarse, la muerte sería la consecuencia.

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Los pueblos han tenido un objeto de su veneración, el altar. Qué ha habido en él. Las víctimas.

En el altar cristiano está Dios con todo su cielo, con la Trinidad, el poder, la sabiduría, la bondad; los ángeles le acompañan; sus tesoros y riquezas le siguen. Está la tierra, los dolores humanos, las necesida­des humanas, los pecados humanos, las plegarias humanas, las ala­banzas humanas, todo allí se halla y se junta, y las alabanzas deposi­tadas en el Corazón de Jesús forman el más bello himno, y las plega­rias la más valiosa oración, y los pecados víctimas que aniquila el amor divino, y las necesidades, indigencias que Dios socorre, y los dolores penas que consuela.

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El oficio del Sacerdote aquí es importantísimo, es mediador, cómo sube al altar, cargado con las ofrendas del pueblo, allí las deposita. [...] Y el Sacerdote permanece, tratando los negocios de su pueblo como Moisés en el Sinaí o como en el propiciatorio, bajando luego cargado de riquezas.
El Sacerdote, pues, pone en contacto al Dios de la misericordia con su pueblo amado. Oficio augusto, que pide en él limpieza de alma, ornamento de virtudes, ropaje de santidad.
BIOGRAFÍA DEL BEATO MARCELO SPÍNOLA
Nuestro agradecimiento al Rvdo. D. Ignacio Gillén