sábado, 10 de octubre de 2009

Beato Marcelo Spinola: El sacerdote, luz del mundo (VII)


La santidad tiene por templo el corazón, pero no puede estar en­cerrada en él, ni debe permanecer escondida en aquel asilo, donde sólo Dios la verá, y será testigo de sus obras. Es menester que se manifieste. Pídelo el orden de las cosas, según el cual nuestros hechos y nuestras palabras son trasunto fiel de los sentimientos del corazón. «Ex abundantia cordis...» Pídelo también la obligación, que a todo cristiano incumbe, de glorificar a Dios con sus actos y de edificar al prójimo con su ejemplo. «Sic luceat lux...» Por una y otra causa la piedad del Sacerdote, que es la perfección en su corazón, ha de manifestarse por defuera, traducirse en hechos y palabras. Esas pala­bras y esos hechos son materia de innumerables virtudes, que fuera tarea larga ir nombrando. La mansedumbre, que regula hasta el tono de la voz cuando hablamos con el prójimo; la veracidad, que nos mue­ve a decir verdad siempre; la sinceridad, que nos obliga a mostrarnos como somos; la justicia, que nos manda no quitar la fama a nadie; la caridad que nos hace suaves y dulces con todo el mundo, el reti­ro…, son otras tantas virtudes, que teniendo su raíz en el corazón, y tomando allí su savia y vida, florecen a la vista de los hombres.


BIOGRAFÍA DEL BEATO MARCELO SPÍNOLA
Nuestro agradecimiento al Rvdo. D. Ignacio Gillén